III

70 8 20
                                    

William no pudo evitar sentirse un tanto alarmado al ver la estructura de la casa: Grande, amplia y con una pequeña cruz arriba del techo en punta de madera. Ese era el estilo arquitectónico de la mayoría de los orfanatos de aquella época y él todavía no estaba lo suficientemente desesperado para dejarse arrastrar a una de esas casas de tortura.

-- Quédate aquí. Necesito hablar con alguien antes de que entres -- Dijo Sebastian mientras soltaba la muñeca del niño para entrar a la casa solo.

Sin Sebastian cerca, la idea de salir corriendo de ahí le pareció tentadora. Sin embargo, ver a los demás niños corriendo tan felices detrás de la cerca de madera le hacía re considerar un poco mejor las cosas.

Los más jóvenes debían tener 6 o 7 años a lo mucho, vestían una especie de uniforme que consistía en una camisa blanca, un corbatín negro y unos pantalones café. Sinceramente, eso más que un orfanato parecía una escuela religiosa, lo cuál si no era tan malo como un orfanato tampoco le agradaba mucho.

-- ¿Quién eres tú?

Esa pregunta dicha por una vocecilla chillona lo sacó de sus pensamientos: Recargado de las tablas de la cerca, un niño pelirrojo lo miraba con sus grandes ojos verdes llenos de curiosidad.

-- Me llamo William... -- Murmuró él en voz baja.

-- ¿Podrías acercarte un poco más? Casi no te pude oír.

Él obedeció y se acercó un poco más a ese peculiar niño de cabellera extravagante. Claro que tuvo que retroceder un poco sobre sus pasos cuando este hizo una mueca de asco al olerlo.

-- ¿¡Por qué hueles tan mal?! -- Preguntó el pelirrojo tapando su nariz con su mano.

-- Bueno, yo estuve en una alcantarilla así que...

-- ¿En una alcantarilla? ¿¡Y que hacías ahí?! ¿Era tu casa o algo así?

-- ¡Por supuesto que no! Yo estaba ahí porque...

-- ¿Y que le sucedió a tu ropa? ¡Parece como si hubieras matado a alguien con eso!

-- ¡Respondería tus preguntas si me dejarás terminar! -- Finalmente gritó el pelinegro ya harto de la curiosidad del chiquillo.

-- ¡Hey! ¡A mi nadie me grita!

-- ¡Niños! ¡Ya casi es hora de la cena!

Y con ese grito distante todos los niños que estaban del otro lado de la cerca dejaron lo que estaban haciendo y corrieron emocionados adentro de la casa. Solo el pelirrojo se quedó afuera, teniendo un duelo de miradas con el pelinegro.

-- Esto no se va a quedar así, niño de la alcantarilla -- Fue lo único que dijo antes de abandonar su lugar en la cerca y correr a la casa.

William rodó sus ojos con hartazgo, ese había sido el niño más molesto que jamás había conocido y si así era él, ya ni se quería imaginar como eran los demás que había allá adentro.

Estaba a punto de irse hasta que de repente, la puerta principal de la casa se abrió dando paso a Sebastian y a una mujer de cabellos y ropa color carmesí, la cuál cuando lo vio hizo una mueca de desdén y asco.

-- William, ella es la señorita Angelina Durless, también como conocida como Madame Red. Ella es la patrocinadora principal de esta estancia.

-- Un placer conocerla, madame -- Dijo él haciendo una pequeña reverencia en señal de respeto. Ella solo se limitó a examinarlo con la mirada.

-- ¿En serio crees que este chico tiene lo necesario? -- Dijo mientras levantaba ligeramente el mentón del niño para poder ver su rostro.

-- Créeme, él tiene madera para esto. Además, él salvó mi vida.

El Secreto ~Grelliam AU~ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora