El Secreto ~Grelliam AU~

XIX

Paz...

Después de tanto tiempo entre heridos, muertos y peleas, por fin podía dar un respiro de aire puro alejado de todas esas cosas.
La primavera estaba cada vez más cerca, las plantas poco a poco empezaban a despertar de su letargo y el sol era cada día más fuerte. Sin embargo, la atmósfera se hacía más fría justo por eso.

-- Entonces, ¿esto era lo que querías hacer? -- Preguntó Eric algo extrañado al ver al castaño sentarse sobre la nieve para después recostarse sobre la misma.

-- Sí, ya sé que no es algo demasiado convencional pero... Quería intentarlo esta vez acompañado.

Y él se quedó callado después de decir eso. Era gracioso, esa actividad tan simple que se le había prohibido cuando era un niño ahora era su "gusto culposo" de adulto pero lo curioso de este caso era que, después de tanto tiempo ocultando esa inocente pero secreta actividad ahora por fin podía compartirla con alguien.

Alguien que si lo entendía completamente.

Al ver la tranquilidad que emanaba el castaño, Eric decidió unirse a él recostandose a su lado sobre la nieve. Él no sentía frío, su cuerpo estaba diseñado para soportar temperaturas congelantes sin necesidad de mucho abrigo.

Estar así en silencio, contemplando todo lo que les rodeaba era algo que hace mucho tiempo no hacía. Entre las responsabilidades de su nuevo cargo como líder de su manada, proteger a Ronald y mantener a todos a salvo de los cazadores ya había olvidado lo que era tener un momento de tranquilidad.

Cazadores... Alan era un cazador, o bueno, estaba asociado con ellos. Eso era algo que no se había borrado de su mente en estos días y que recordaba cada vez que pasaba por él a ese nido de víboras que era la casa-hogar, él solo debía acercarse a él por mera conveniencia y nada más.

Pero aún así no podía odiarlo, por más que lo intentaba no podía ver a Alan con los mismos ojos que veía a los demás cazadores con los cuáles convivía. Alan era diferente a ellos, él no poseía ese olor a sangre y violencia que los demás, ni tampoco tenía la misma mirada fría y apagada que solo la tienen los que asesinan y persiguen.

Alan amaba la naturaleza y estar al aire libre, amaba ser libre tanto como él o incluso un poco más. Podían haber nacido en lugares y circunstancias diferentes pero eran más parecidos de lo que parecían: Los dos habían nacido con una sangre que, a pesar de ser privilegiada, con el tiempo se volvió una carga para ellos.

Tenían tanto en común... Y por eso debía aprovechar cada momento con él antes de emprender su camino a Rumania. Por eso era que en esos días había dejado que él decidiera todo lo que hacían en sus salidas, si él quería solo ir a caminar al pueblo estaba bien, si quería ir a tomar algo estaba bien, si quería sentarse a la mitad del bosque y hacer ángeles de nieve estaba bien.

Después de todo sería la última vez...

Alan cerró sus ojos y lentamente empezó a mover sus brazos, dibujando en la nieve las alas de un hermoso ángel. No le importaba nada lo único que quería era grabar ese momento en su mente que él sabía sería uno de los últimos que pasaría con Eric antes de irse a Italia, claro, el rubio no sabía nada del viaje, no quería que lo supiera para así evitarse una despedida dolorosa, aunque si era sincero algo en el fondo de él le decía que Eric ya lo sabía y por eso estaba siendo tan "complaciente" con él en estos últimos días.

Fuera como fuera, lo único que le importaba era aprovechar al máximo antes de decir adiós a esas tierras y a Eric, la persona que en pocos días pudo entenderlo mejor que muchas personas que conocía desde hace años...

-- ¿Te dormiste? -- Preguntó Eric al ya no sentir movimiento de parte del castaño -- ¿Alan?

El rubio se levantó para ir a ver a su amigo y efectivamente, estaba dormido. Él se rió por lo bajo, el trabajo de doctor era agotador y por eso mismo era bastante común que Alan se durmiera en sus salidas. Esta vez parecía ser una más de esas pero era extraño, esta vez a pesar de verse tan pacífico también se veía algo de tristeza en su expresión.