XI

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IMPERIO ALEMÁN

Era de noche, el reloj que colgaba de la pared marcaba 15 minutos para la medianoche pero él seguía tan despierto como a mediodía.

Durante sus cortos 20 años de vida había visto muchas cosas, demasiadas tal vez, pero algo que jamás ha superado es su temor a las tormentas eléctricas. Sus ojos abiertos a más no poder estaban fijos en la ventana de su habitación que se agitaba ante la lluvia y el viento que una extrañas nubes habían traído a la nación Alemana.

En eso un relámpago iluminó el lugar y después tembló ante el poderoso trueno que lo siguió. Asustado y molesto, Alan solo se limitó a esconderse debajo de una manta, intentando conciliar un sueño que no tenía.

Era su tercera noche en la casa-hogar del Imperio Alemán, la peor que había tenido hasta ahora por mucho y no solo por el hecho de que la tormenta estuviera amenazando con tirar su habitación, había algo más que no andaba bien, algo que no sabía explicar que era pero que se sentía en su pecho como una opresión terrible.

Se levantó de la cama y con la manta cubriendo sus hombros se dirigió a la ventana. Las nubes al parecer abarcaban una gran parte de la frontera del Imperio y parecían ir al este, con rumbo a las tierras de Rumania.

-- Tengan cuidado... -- Murmuró Alan algo cabizbajo pensando en sus dos amigos que se habían ido hace exactamente tres noches.

Estaba pensando en ellos cuando otro relámpago iluminó su habitación, era suficiente, se metió a la cama lo más rápido que pudo y volvió a intentar quedarse dormido, después de media hora retozando, el castaño logró por fin cerrar sus ojos y conseguir su anhelado reposo.

A la mañana siguiente, como todos los días desde que había llegado, el servicio lo despertó apenas empezó a salir el sol. Con todo y la pesadez de esa mala noche reflejado en su mirada, Alan se empezó a preparar para atender sus deberes como médico en la Orden.

Esa era su vida desde que tenía memoria, sin embargo estaba feliz con ella: Viajaba a muchos lugares, conocía a muchas personas y si tenía suerte, lograba encontrar alguna nueva especie de planta medicinal para su compendio de recetas. Él amaba las flores, si le hubieran dado la oportunidad de solo estudiar botánica en la Orden la habría tomado sin duda... Pero aunque hubiera sido así, sus padres no se lo hubieran permitido.

-- Me duele mucho... -- Murmuró el hombre en la camilla.

-- Lo sé, pero va a doler más sin esto -- Contestó mientras seguía poniendo en su antebrazo una pomada a base de áloe vera y otros aceites para ayudar a la recuperación de una grave quemadura.

-- ¿Cuánto tardará en sanar?

-- Eso dependerá, si sigue a este ritmo en un par de días dejará de doler -- Alan sonrió para inspirar confianza en su paciente y después se dirigió a una enfermera para darle un frasco -- Se la tiene que poner dos veces al día, sin falta, por favor.

-- Sí, doctor Humphries.

Muy a discreción él volvió a sonreír, el título de "Doctor" le agradaba bastante, mucho mejor y menos escandaloso que el título de "Barón" que le correspondía por herencia. No se quejaba de ello, ser parte de la nobleza aunque fuera del último eslabón lo había llevado directo a la Orden del Fénix y a su agradable estilo de vida pero también era una carga demasiado pesada...

-- Disculpe doctor, estaba haciendo los itinerarios anoche y... Creo que ya se nos acabaron las reservas de belladona.

-- ¿Hm? Déjeme ver eso... -- Alan tomó entre sus manos los registros y efectivamente, ya no había nada de belladona en el almacén -- Esa planta es de uso restringido ¿No sabe quién fue el que tomó los últimos tomos?

El Secreto ~Grelliam AU~ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora