Y el sol nuevamente volvía a salir...
La leve calidez del astro rey solo remarcaba más el frío del ambiente, el invierno en tierras rumanas era casi igual de cruel que el invierno germano y muchísimo más poderoso que el invierno en tierras italianas. Sin embargo, la vida jamás descansa y ni siquiera en condiciones tan adversas se rendía.
Una liebre aventurera ha decidido salir de su escondite, aparentemente buscando algún pedazo de pasto para comer. El animalito está tan concentrado en buscar comida, que no se da cuenta que a la distancia, el filo de una flecha le esta apuntando justo a la cabeza.
Grell ha esperado por casi media hora una presa, sus piernas se han entumecido debido al frío y sus brazos ya empiezan a doler por conservar su postura de caza. Por eso, con la liebre en la mira nace ese impulso de disparar a la primera oportunidad pero no podía darse ese lujo, no ahora.
Al más mínimo descuido del animal, Grell finalmente dispara, atravesando su cabeza de manera rápida e indolora. El pelirrojo salta de alegría y da una risa algo desquiciada al ver a su objetivo muerto, aunque tiene que moverse rápido si quiere llevarlo fresco a su escondite.
Con ligereza tomó a la liebre entre sus manos y empezó a correr con ella, apenas avanzó un par de metros cuando de repente se dejó caer en un desnivel en el suelo, o mejor dicho, una grieta entre dos grandes rocas que era cubierta por una fina capa de maleza. La caída no fue muy alta, apenas era de metro y medio, sin embargo, lo verdaderamente difícil era seguir bajando por aquel estrecho pasillo, lleno de raíces y piedrecillas sueltas.
Después de pelear un rato en aquel paraje, Grell logró llegar a una pequeña caverna subterránea, una de las tantas que William le había mencionado durante el viaje a Rumania.
El débil rayo de luz que se colaba de la superficie era tan pequeño que a duras penas lograba iluminar la mitad de la caverna, sin embargo eso no era problema para Grell, años en la Orden y en las calles le habían enseñado a crear fuego con casi cualquier cosa.Con unas pocas de ramas secas y un poco de aceite, el pelirrojo logra hacerse de una antorcha, misma que coloca en la esquina más seca del lugar, en la pared de enfrente, la iluminada por el sol, se encuentran los pocos suministros que había logrado rescatar de la carreta a la mañana siguiente de su escape y en el lado de la oscuridad... Era difícil decirlo, a simple vista cualquiera hubiera podido jurar que no había nadie ahí.
Pero Grell sabía que no era así...
Una pequeña sonrisa se escucha en su rostro al escuchar un ligero gruñido proveniente de las penumbras. Con la antorcha en una mano y la liebre muerta en la otra, Grell camina hacia la oscuridad todavía con una sonrisa en su rostro, deteniendo su paso cuando sus pies tocan lo que parecen un par de tubos metálicos incrustados en el suelo.
-- Mira lo que te traje Will~
Y diciendo eso arrojó a la liebre por en medio de esos tubos, apenas había tocado el suelo cuando de repente algo se empezó a mover en la parte trasera de la cueva. William había salido de ahí agachado, en completo silencio y con las pupilas de los ojos totalmente contraídas.
En menos de un suspiro, William ya había saltado casi a los pies de Grell solo para devorar aquella liebre de la manera más sucia y salvaje posible. Su garganta fue arrancada de un solo tajo por sus colmillos y con las garras que suplían sus uñas desgarró su carne en tiras para comerlas crudas. Pese a la brusquedad de la escena, el pelirrojo se alejó tranquilamente de ahí, feliz de saber que su caza le había gustado a su compañero.
Mientras más comía William, menos salvajes y toscos eran sus movimientos. Poco a poco, sus garras se fueron haciendo más pequeñas y sus ojos volvieron a dilatarse a un estado menos "animal" que el de hace un momento. Cuando terminó de comer las últimas tiras de carne, su apariencia era igual a la de cualquier humano, claro, con la excepción de tener la apariencia de haber estado en una escena del crimen, causando en él un suspiro de resignación.
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El Secreto ~Grelliam AU~
Fanfiction~Grelliam AU~ William T Spears tiene dos grandes secretos que ocultar. El primero estaba fuera de la compresión humana y el segundo estaba fuera de su propia comprensión. ¿Qué será aquello que atormenta al pobre pelinegro y que no le permite quedar...