Dolor

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Me acerqué a él tan rápido como pude, se había sentado en la cama, respiraba con pesadez y con sus manos se aferraba a las cobijas.

-Tranquilo-dije mientas tocaba su mano, e inmediatamente me la apartó con fuerza. Me sorprendía que pudiera empujarme así-.

Me dejé apartar, no quería que se asustara, mas no fue la mejor idea, el joven se intentó levantar de la cama, buscando a tientas sobre la cama algún lugar donde apoyarse y ponerse de pie.

-¡Basta!- tuve que gritar y ponerle las manos sobre los hombros para intentar volverlo a acostar.

Pero fue inútil, logró librase de mi agarre, salió de la cama dando tumbos, extendiendo sus manos y buscando a tientas algo que le diera indicio de donde se encontraba, se golpeó con la mesa y calló al suelo. Fui tras él, pero Zoro fue más rápido que yo, se colocó junto a él, a lo que el joven respondió intentando alejarse más arrastrándose por el suelo.

Nuevamente fui hacia él, me agaché en el suelo a su lado.

-¡Cálmate de una vez!- dije esta vez sin tocarlo, las ultimas veces no habían servido-, estás a salvo, no te haré daño- noté cómo comenzaba a calmarse un poco-. Afuera está nevando, no puedes salir.

Unos segundo de silencio.

-No te haré daño, voy a tocarte para ayudarte a regresar a la cama, ¿de acuerdo?-.

Él asintió con la cabeza, pero seguía agitado.

Puse mi mano bajo la de él para que se apoyara mientras lo levantaba por el otro hombro. Me sorprendía que hubiera tenido la fuerza para salir de la cama como lo hizo, ahora a penas se podía poner de pie, estaba prácticamente en los huesos y seguro sus heridas le dolían, pero aún tenía una gran duda ¿por qué no articulaba palabra?

-Aquí está la cama- dije mientras le guiaba la mano al borde de esta, afortunadamente se sentó por su cuenta-, no deberías moverte mucho en un par de días, las heridas más grandes tienen que cerrar y debes recuperar algo de cuerpo, dudo que estar en los huesos sea lo normal para ti-.

Él sólo resopló, negando con la cabeza. A lo que procedieron unos segundos de silencio incomodo, que fueron interrumpidos por Zoro que se acercó al joven, haciendo que este se sobresaltara.

-Es mi perro, Zoro, es bastante hosco cuando quiere. Creo que le debes un agradecimiento, fue él quien te encontró tirado en la nieve-.

Silencio nuevamente.

El joven alzó las manos y a tientas buscó a Zoro hasta que lo encontró, puso sus manos en la cabeza del animal y le dio unas caricias.

Ya no podía más con esto.

-¿Quién eres ?- pregunté con firmeza- ¿por qué no has dicho palabra?

Claramente no esperaba ese cambio en mi tono de voz, su espalda se irguió y su semblante se tensó. Lentamente abrió la boca, mientras fruncía el ceño, parecía que hablaría, sin embargo ocurrió algo extraño. Se llevó una mano a la garganta y la otra al estómago, a la vez que se inclinaba hacia adelante, como si lo asaltara un fuerte dolor; noté como su cuerpo se tensaba aún más, era como si él quisiera hablar pero su cuerpo no lo dejara.

-Ey, ey- dije mientras bajaba mi cuerpo al punto que mi rostro coincidiera con el suyo y ponía mis manos sobre sus hombros-, no te fuerces, tal vez sólo necesitas...- Fui interrumpida por su "mirada", levantó la cara en una mueca de dolor, desesperación y súplica, como si yo le pudiera dar respuestas. La vista de su rostro era impresionante e incómoda, esas cicatrices alrededor de sus ojos eran realmente horribles- tiempo, sólo tiempo para recuperarte y estar bien. Ya verás que todo vuelve a la normalidad.

En cuanto dije "normalidad", llevó su mano a donde alguna vez estuvieron sus ojos. Tocó su rostro despacio, cambiando su expresión a la de una tristeza profunda, seguida por una negativa marcada por su cabeza. Entonces caí en cuenta de que lo había dicho era muy estúpido, no sabía que más hacer o decir, así que no dije nada; parecía que no hubiese tocado su rostro en mucho tiempo, palpó su barba y pareció desconcertado con su largo, al igual que el de su cabello rizado y enmarañado, era como si se estuviera "viendo" en un espejo por primera vez, siguió tocando sus brazos y torso, en el camino se encontró con los vendajes y heridas ya cicatrizadas, quedaba más que claro que había permanecido atado sin poderse mover.

¿Será a caso algún prisionero que escapó ?

-¿Te sientes bien como para comer ?- pregunté con un poco de inseguridad.

A lo que él me respondió que sí, asintiendo con la cabeza.

Serví un cuenco de lo que quedaba del estofado de conejo, tomé su mano para ponerle el cuenco sobre esta, y en la otra mano le di la cuchara.

-No está caliente así que come con tranquilidad.

Tranquilidad fue lo menos que hubo, prácticamente se devoró la comida, poco le faltó para atragantarse.

-Vaya que sí te sentías bien para comer.-

Por primera vez se le asomó una sonrisa en los labios.

Nuevamente abrió la boca como si fuera a hablar, pero ocurrió lo mismo que antes, se retorció de dolor. Pareciera que a su cuerpo lo habían reprendido cuando hablara, o algo similar, ahora cuando quisiera hablar el mismo cuerpo lo impediría. Había escuchado una vez de un soldado que fue capturado por el enemigo, y del miedo que sintió quedó paralizado de las piernas, aún cuando lo rescataron y estuvo a salvo no pudo caminar de nuevo, a pesar de que los sanadores aseguraban que no había nada malo en su cuerpo.

-No te fuerces, no tienes que hablar-no sé si lo que decía tenía sentido o no, pero no se me ocurrió nada mejor-. Intenta dormir, falta poco para que vuelva a amanecer, aprovechemos lo que queda de la noche .

Sólo asintió con la cabeza, con expresión cansada.

Dinero había de sobra, velas también, podían pasar al menos cuatro o cinco días antes de tener que ocuparse de hacer más velas, a  parte de que en seis días más
tendría esa visita que me trae noticias de casa, comida y todo lo que me pueda llegar a hacer falta.

Tomé el cuenco de las manos del joven y le ayudé a volverse a acostar, después regresé junto al hogar para conseguir unos cuantos momentos más de sueño.

Oscuridad y Silencio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora