Necesidad de ocultarse.

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POV: Tom.

El camino a la choza de la señora Marie fue más complicado de lo que esperaba, durante la noche calló algo de nieve lo que ocasionaba que las botas se atoraran y Jack batallara para usar el bastón, ya para la mitad del camino decidió que más que ayudarlo lo estorbaba y se dejaba guiar únicamente por mí.

Son realmente pocas las personas que me conocen y aún menos con las que puedo decir que tengo una relación cordial, bueno, siendo sincero sólo tengo una relación cordial con la señora Marie, es una viejecita adorable, cada que voy a su choza a comprarle queso terminamos haciendo trueque de su queso por mis velas, las cuales ya llevaba listas en el la bolsa. Explicarle por que había un hombre ciego, mudo y herido acompañándome podría llegar a desconcertarle, sin embargo ya tenía en mente una historia convincente por si me preguntaba, aunque siempre estaba la opción de decir la verdad "me lo encontré en la nieve y está ahora viviendo conmigo", pero si algo he aprendido en esta vida es que mientras menos personas sepan de ti y de tus seres queridos mejor, más seguro para todos.

-Ya llegamos- informé a Jack. 

Él sólo asintió con la cabeza, se veía menos cansado que la última vez que salimos de la cabaña, su cuerpo se recuperaba con cada día que pasaba, incluso su herida más grave, la de su costado, iba disminuyendo en dolor. 

Toqué la puerta de la choza de la señora Marie y Zoro ladró, informando así de nuestra llegada. No tardó en abrirse la puerta mostrándose la viejecita de baja estatura, cabello largo y plateado sujetado en una trenza, con una capa de exteriores aunque estuviese dentro de su hogar.

-Muchacho, ya te habías tardado en venir-me regañó en tono maternal-.

-Hola, señora Marie-.

-¡Oh, pero si vienes acompañado!-dijo cuando reparó en la presencia de Jack-. Pasen, pasen, ustedes dos y este perrito tan adorable que tienes-entró en la cabaña y enseguida entramos detrás de ella- . Afuera está helando, ustedes los jóvenes se aprovechan del tesoro de la juventud, una anciana como yo no puede darse el lujo de estar afuera en invierno sin que le duelan los huesos-.

-¿Cómo ha estado, señora Marie?- pregunté cortésmente.

-Ya sabes, hijito, a una todo le duele con la edad, pero aquí me entretengo con las niñas-haciendo referencia a sus cabras- y haciendo queso. ¡Ay, por todos los dioses y diosas!- dijo dirigiéndose a Jack, que aún sujetaba mi brazo. Se acercó a él y puso su mano en el hombro de mi amigo, ocasionando que respingara- ¡Pobre muchacho! , ve nada más tu rostro y que delgado estás....-.

La incomodidad de Jack era casi palpable, debía intervenir. 

-Él es Jack, señora Marie-Jack dio un paso atrás para soltarse del agarre de la señora Marie e hizo una pequeña reverencia como sin con esto se estuviera presentando-, nos conocimos cuando yo todavía combatía en las guerras, usted sabe lo cruel que es el campo de batalla, los que tenemos suerte salir con vida no siempre tenemos a dicha de salir ilesos, unos más que otros-.

-Sí, hijito, mi amado esposo, que en paz descanse, terminó con un dolor en la espalda de por vida después de las batallas ¡Que triste, que triste en verdad! Que jovencitos tan apuestos y saludables tengan que entregar sus vidas a algo tan cruel y vil como son las guerras cuando tendrían toda una vida por delante- terminó con un suspiró-. En fin, lo bueno de estar en esta montaña es que rara vez los conflictos nos alcanzan, se podría decir que estamos a salvo ¡Ay, pero que maleducada soy! Tomen asiento, les serviré un poco de té para que se calienten un poco-.

-Muchas gracias-.

Volteé a ver a Jack, tenía una mano sobre su rostro, como si intentara cubrirse las cicatrices.

Oscuridad y Silencio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora