La alarma sonó nuevamente en mi habitación, rompiendo el silencio de la mañana. "Hoy es mi segundo día de clases", pensé con una mezcla de emoción y nerviosismo. Me levanté con pesadez de mi cómoda cama, sintiendo el frío del suelo al tocarlo. Caminé hacia mi armario, abriendo las puertas con un susurro del metal. Escogí lo primero que vi: un jersey rojo vibrante y unos vaqueros desgastados que parecían contar historias de días pasados. Me recogí el cabello en una coleta despeinada, dejando escapar algunos mechones rebeldes que enmarcaban mi rostro.
De repente, mi teléfono vibró sobre la mesa. Era un mensaje de mi amiga: "Oye, ¿Dónde estás? Vamos a llegar tarde". Leí las palabras lentamente, la ansiedad creciendo en mi pecho hasta que vi la hora en el reloj de mi muñeca: 7:50 am. Sin pensarlo dos veces, me apresuré a bajar las escaleras para despedirme de mi madre.
—¡Buenos días, mamá! —dije rápidamente, recogiendo mis cosas a toda prisa.
—Emma, come algo antes de irte —ordenó mamá con una mirada preocupada mientras me veía correr como una tormenta.
—Mamá, llego tarde y Jess me está esperando —le di un beso apresurado y me lancé hacia la puerta principal.
—¡Cuídate, cielo! —escuché su voz llena de amor mientras cruzaba el umbral de casa.
—¡Sí, mamá! —exclamé cerrando la puerta detrás de mí.
Caminé hacia la parada del autobús, buscando a la rubia de mi amiga entre la multitud. Al verla, me acerqué y la abracé desprevenidamente; ella correspondió a mi acción con una risa suave.
—¡Buenos días, Emmi! —saludo con cariño, sintiendo cómo se iluminaba la mañana al vernos sonreír.
—¡Buenos días, Jess! Te queda genial ese conjunto —la halagué sinceramente. Era verdad; a Jess todo le quedaba bien. Hoy llevaba una falda roja que giraba con gracia y una blusa del mismo color que contrastaba a la perfección con su piel blanca y sus ojos verdes brillantes. Las dos éramos como las típicas amigas de las telenovelas: ella era la hermosa rubia y yo tenía el pelo castaño claro, piel pálida y ojos cafés. Aunque era un poco más baja que Jess, nadie notaba la diferencia porque nuestras personalidades brillaban juntas.
—Gracias, tú también estás bella cariño —respondió ella con sinceridad, haciendo que una sonrisa iluminara mi rostro.
Pasaron los minutos y empecé a desesperarme; estaba a punto de perder mi primera clase y el autobús no llegaba. Con determinación, tomé la decisión de correr junto a Jess, llenándome de esperanza por llegar a tiempo. Entramos en la universidad corriendo por los pasillos llenos de estudiantes ansiosos por comenzar su día. Finalmente, alcancé mi salón de clases; abrí la puerta sin dudarlo y entré con el corazón latiendo al ritmo del caos matutino.
—¡Segundo día de clases y llegan tarde, señoritas! —exclamó una mujer de edad avanzada, sus canas brillando bajo la luz del aula. Su rostro, surcado por arrugas de descontento, dejaba claro lo exigente que era. La tensión en el aire era palpable, como si cada palabra que pronunciara pudiera hacer estallar la situación.
—Lo siento mucho, el autobús se tardó... —intenté explicar con urgencia, sintiendo cómo la ansiedad comenzaba a apoderarse de mí. No quería enfrentar al director en el segundo día de clases, y menos hacerle eso a mi amiga, que me miraba con una mezcla de preocupación y súplica.
—Siempre con las mismas excusas. ¡Salgan ahora! —interrumpió, señalando con un dedo tembloroso hacia la salida. Mis pies se movieron casi por inercia hacia la puerta, cuando una voz profunda cortó el aire.
—Déjelas, profesora —volteé para ver quién había hablado, encontrándome con el chico de ayer. Su presencia era como un rayo de sol en medio de la tormenta; mis nervios se calmaron un poco al sentir el codo de mi mejor amiga dándome suaves golpecitos mientras me sonreía con complicidad.
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Vidas entrelazadas
Teen FictionTrilogía Vidas: #1 Este libro es un romance vainilla súper tierno, pues el cliché de chico popular con la menos popular ha dado un giro en la trama y se ha combinado con la psicología y la sanación de uno mismo acompañado de la persona que te motiva...