Capítulo 30

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Para mí, la felicidad es la suma de esos pequeños momentos que vivimos con intensidad. Esa sonrisa genuina que surge de nuestro interior cuando nos sentimos felices... ¡Es sentir paz en cuerpo y alma! La felicidad es algo complejo y difícil de alcanzar, pero no imposible.

¿Cómo podemos encontrarla? Es una pregunta difícil, la verdad. Todos la deseamos, pero no todos la encontramos. Después de todo, ¿qué es ser feliz? Es tener paz en tu alma y corazón, rodearte de todo aquello que te llena, incluso si esa persona eres tú mismo.

¿Es importante perseguir la felicidad personal? ¡Claro que sí! Pensando en ello, me doy cuenta de algo… A veces, la felicidad nos persigue a nosotros, pero no la dejamos entrar y llenar nuestras vidas. La desperdiciamos como si no tuviera sentido, y la felicidad se vuelve efímera cuando tú lo deseas.

En este momento de mi vida… Puedo decir que soy feliz. Siento una calidez que recorre mi cuerpo, una sensación de ligereza que me llena de alegría. Siento paz en mi mente y corazón, y este momento con Lucas… Ha sido el detonante para entender mis sentimientos hacia él.

Antes, mi vida era un lienzo monocromático. Mi corazón estaba envuelto en una coraza invisible, un escudo impenetrable que me impedía conectar con nadie. La soledad me acompañaba como una sombra, y la idea de amar y ser amada me parecía una utopía inalcanzable.

Pero desde que Lucas entró en mi vida, todo ha cambiado. Sus ojos, llenos de ternura y comprensión, me derritieron el muro que había construido a mi alrededor. Sus palabras, siempre honestas y llenas de cariño, me han enseñado a confiar de nuevo. Y sus manos, que se posan con suavidad sobre las mías, me han hecho sentir una conexión que nunca pensé que podría experimentar.

Hace mucho tiempo, dejó de ser solo un amigo. Por un amigo, el corazón no se acelera con tanta rapidez, ni deseas ver sus ojos mirándote solo a ti. Por un amigo, no sientes esas ganas de que sus manos acaricien tus mejillas.

Aceptar que estoy enamorada de Lucas no ha sido fácil… Antes vivía en una burbuja, donde no permitía que ningún hombre entrara en mi vida. No me permitía acercarme a ninguno, y eso creó un muro inmenso entre Lucas y yo al principio.

Pero ahora… Ahora ese muro ha caído y mis sentimientos están a flor de piel. Siento las manos de Lucas en mi cintura y sus labios sobre los míos. Nuestro beso se detiene y nos miramos a los ojos por unos segundos.

—Creo que necesitamos hablar… —dice en un hilo de voz, aún con su respiración rápida.
Asiento y miro cómo sus ojos brillan y una sonrisa juguetona dibuja sus labios.

—¿A la granja de Estefan? —sonrío y caminamos hacia el coche.

Lucas me ayuda a mantenerme en pie por la herida en mi rodilla. Al llegar al coche, abre la puerta para mí y se sienta al volante. Mientras conduce, nuestras miradas se cruzan en una sonrisa compartida, y él sostiene mi mano con fuerza, como si intentara transmitirme su apoyo.

La música que suena en la radio es relajante, creando un ambiente tranquilo, pero mi corazón late con tal intensidad que parece querer salirse de mi pecho, y mi respiración aún no logra calmarse del todo.

El trayecto transcurre en un ambiente sereno y sin presión. Nuestras manos entrelazadas comunican todo lo que el silencio esconde. No puedo contener las ansias por llegar a la granja de Estefan; ese lugar se ha convertido en un refugio desde la primera vez que vinimos hace algunos meses. Recuerdos de risas y momentos compartidos fluyen en mi mente mientras nos acercamos.

Al cabo de unos minutos, aparcamos en la entrada y Lucas me ayuda a bajar del coche. Aún siento el dolor en la rodilla, aunque la sangre ha dejado de salir. Caminamos en silencio hasta la puerta, empujamos el timbre y deseamos la llegada de Estefan.

Vidas entrelazadas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora