Capítulo 26

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Lucas Cash

El silencio que proviene de mi habitación es muy gratificante; es el único acompañante de mis sonoros suspiros. Llevo un par de minutos intentando conciliar el sueño, pero mi mente no deja de procesar pensamientos.

No puedo dejar de pensar en todo lo que ha pasado desde que conocí a Emma, esa chica tan diferente y especial que ha dejado una huella profunda en mí. Desde su llegada, he cambiado; me he dado cuenta de cosas que antes no veía, simplemente porque estaba ciego.

Ahora, en medio de mi soledad, reflexiono sobre lo que haré de aquí en adelante. Quiero ser una mejor persona, sanar y tener mi mente clara. Pero no, no lo hago por Emma; ella es el impulso. Lo hago por mí. Sé que suena raro viniendo de Lucas Cash, pero por primera vez pensaré en mí mismo, dejaré de lado a los demás y me preocuparé por mi salud mental.

Vivir sometido a los golpes y abusos del gran Darío Cash es un reto enorme. Soportar a un hombre que se dice llamar "padre" es desgastante.

Las lágrimas comienzan a brotar de mis ojos al pensar en lo que siempre he deseado: un padre, uno de verdad; un padre que me mire a los ojos y me diga que me ama, que esté a mi lado. No uno que me observa cada día con desprecio, cuya mirada solo refleja odio y no amor. Yo solo pedía un poco de cariño, pero a cambio recibí golpes, maltratos y más.

Ahora cuesta aceptarlo, pero todo eso ha influido en mi salud mental. Lo más difícil es reconocer que yo también he provocado parte de este sufrimiento. He permitido que todo me controle; he actuado de maneras patéticas y he hecho cosas de las que me arrepiento. Cada vez siento que me equivoco en el camino que estoy tomando.

Por primera vez realmente quiero seguir adelante, quiero sanar, encontrar mi verdadero yo y poder sonreír sinceramente ante las personas. No quiero fingir ser el típico casanova; no, quiero ser Lucas Cash: el verdadero, el que ama el deporte, la arquitectura; el que le tiene miedo a las arañas y es un cobarde; el que siente algo más que simple amistad por Emma Miller.

Podría decir que ella es la razón de todo, pero estaría mintiendo. Ella es el impulso, pero las ganas están dentro de mí: las ganas de ser mejor, las ganas de ser verdaderamente yo. Y lo lograré, aunque me cueste, ¿Qué puedo perder? Supuestamente ya lo tengo todo.

[•••]

Corro a paso lento pero seguro. Los sonidos de los pájaros y mis sonoros suspiros son lo único que me acompaña en la silenciosa mañana.

Después de no poder conciliar el sueño, desistí y decidí salir a correr para despejar mis pensamientos y dejarme llevar por mis pies.

El silencio matutino siempre me ha traído paz; correr y sentir cómo con cada paso aumento el ritmo y dejo atrás las cargas del pasado para reemplazarlas por nuevas esperanzas. Además, esto me ayudará a prepararme para el torneo que tendremos próximamente.

Siempre he amado el deporte; el fútbol es mi gran pasión. Pensar que estuve a punto de perderlo me llena de una mezcla de nostalgia y alivio.

Hace algunos años, pasé por una racha complicada. Me entregué al ejercicio con tanta intensidad que terminé provocándome una lesión, lo que resultó en mi expulsión del equipo. Sin embargo, la suerte de llevar el apellido Cash me abrió las puertas de un nuevo equipo.

Los pensamientos se entrelazan con la tranquilidad que había sentido hace solo un momento. Decido que ya ha sido suficiente por ahora.

De repente, Emma invade mi mente, y todos mis pensamientos se desvanecen. Una idea surge con fuerza, así que marco el número de Liam.

—¿Te das cuenta de la hora que es y del día que es? ¿Qué estrella se caerá? —me responde al cabo de unos cinco segundos.

Miro la pantalla de mi teléfono; apenas son las 8.

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