Capítulo 14

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Lucas

Como les dije antes, este lugar es un verdadero paraíso, mi rincón favorito de la infancia. El césped verde y suave está rodeado de hermosas flores en tonos vibrantes, que parecen bailar con la brisa suave. No hay animales ni nada que impida acostarse en silencio a observar el vasto cielo o a perderse en pensamientos profundos. Es un inmenso terreno libre donde el señor Estefan decidió no construir nada, y la verdad, se lo agradezco de todo corazón.

Emma, a mi lado, mira todo con la boca abierta, como si estuviera descubriendo un mundo mágico. —¿Qué es esto? ¿De dónde salió este lugar?— me pregunta con gran entusiasmo, sus ojos brillando como estrellas.

—¿Te gusta?— le respondo con una sonrisa.

—¿Que si me gusta? ¡Te has vuelto loco! Este lugar me encanta, parece salido de un cuento de hadas— dice mientras una hermosa sonrisa ilumina su rostro.

—Por algo lo llamo el paraíso— le digo, sintiendo cómo esa palabra resuena en el aire.

—Gracias por traerme aquí, Lucas. De verdad, muchas gracias— añade ella, su voz llena de gratitud.

—Nada de eso. ¿Ves aquel árbol?— le indico, y ella asiente con entusiasmo. —Vamos allí.

Nos acercamos al árbol frondoso y yo me siento en el césped fresco. Con un gesto de mi cabeza, la invito a sentarse a mi lado y ella acepta sin dudarlo.

—Es hermoso aquí; el cielo está despejado y radiante —dice mientras contempla el espléndido cielo azul que tenemos sobre nosotros. Luego gira su rostro hacia la laguna que tantas veces visité de niño. —No lo puedo creer, ¡Este hermoso paraíso también tiene laguna!— exclama emocionada. Sonrío al escucharla decir "paraíso"; soy el único que llama a este lugar así; nunca he traído a nadie aquí.

—El señor Estefan es un amor— dice Emma con admiración.

—Sí, es un gran hombre; es lo más cercano a una figura paternal que tengo en mi vida. No conocí a mis abuelos.

—¿En serio? ¿No los conociste?— me mira con gran asombro.

—Así es; mis abuelos maternos fallecieron en un viaje en avión meses antes de que yo naciera, y mis abuelos paternos no quisieron conocerme.

—¿Por qué?

Agacho la cabeza y respiro hondo; este tema es delicado para mí y muy pocas personas lo saben.

—Si no quieres contarme, no lo hagas; no te sientas presionado— me dice con amabilidad.

—No, sí quiero contarte... Mis abuelos paternos nunca aceptaron a mi madre; nunca la quisieron en la familia porque su situación económica no era muy buena. Para ellos, lo más importante era el dinero. Aun así, mi padre decidió casarse con ella. Cuando nací, ellos se negaron a conocerme; decían que yo no era su nieto por ser hijo de una mujer de bajo nivel económico. Le hicieron la vida imposible a mi madre y nunca nos aceptaron. Nunca cenamos juntos como una familia ni pasamos tiempo juntos; era mi padre quien iba a verlos. Nunca los he perdonado y nunca lo haré —le confieso uno de mis mayores pesares. Ella me mira con pena y posa su mano en mi hombro en señal de apoyo.

—No entiendo cómo pueden ser tan malas personas. ¿Acaso nunca han sentido curiosidad por saber cómo es su nieto? ¿No tienen conciencia?

—No, no la tienen... Pero eso no acaba aquí; con el tiempo, mi padre comenzó a culpar a mi madre por ello. Discutían muy seguido; era horrible... —pauso un momento y respiro profundamente antes de continuar. La mano de Emma sigue en mi hombro; esa calidez me da fuerzas para seguir hablando.— Mi relación con mis padres no es buena, principalmente con mi padre... desde que tengo 5 años me golpea —digo finalmente, sintiendo cómo la expresión de Emma se transforma al escuchar esas palabras desgarradoras.

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