Capítulo 7

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Después de unos largos 20 minutos, el timbre de la casa suena con un tintineo que resuena en la calma del hogar. Me dirijo a la puerta, mis pasos ligeros pero nerviosos. Al abrir, ahí está Ava, luciendo un vestido rosado que contrasta con su expresión triste, como había imaginado.

—Pasa, cariño, estás en tu casa —le digo mientras la envuelvo en un cálido abrazo, intentando infundirle un poco de consuelo.

—¿Quién es cariño? —interrumpe mamá, apareciendo de la cocina con su delantal lleno de harina y el pelo castaño oscuro recogido en un moño desordenado pero encantador.

—Es Ava, una amiga. Ava, ella es mi madre, Elaine —presento a ambas mientras mamá le ofrece su mejor sonrisa maternal.

—Un gusto, Ava. Bienvenida a casa —dice mamá con voz suave y acogedora.

—Muchas gracias, señora Elaine. El gusto es mío —responde Ava, aunque su voz tiembla ligeramente.

—No me digas "señora", cariño; solo Elaine —corrige mamá con un guiño amistoso.

—Vale, gracias, Elaine —sonríe Ava, sintiéndose un poco más cómoda.

—Eso está mucho mejor. Bueno, yo voy a seguir con mis pasteles —anuncia mamá antes de desaparecer por el pasillo hacia la cocina, dejando un rastro de dulces aromas.

—Tu mamá es un encanto —comento a Ava mientras la guío hacia mi habitación.

—Sí, es encantadora... —respondo caminando a mi habitación.

Al entrar a mi habitación, Jess levanta la vista de las películas que estaba mirando y saluda animadamente a Ava:

—¡Hola, Ava! ¿Cómo estás?!

—Más o menos... —murmura Ava mientras nos sentamos sobre las almohadas que hemos preparado para ver la película. El ambiente se torna más pesado; la ansiedad cuelga en el aire como una nube oscura.

—¿Qué tienes, Ava? Sabes que puedes confiar en nosotras —le animo con sinceridad.

—Lo sé... son problemas familiares... mejor dicho, problemas con mi hermana Ana. No nos llevamos muy bien; a veces discutimos mucho y nos decimos cosas hirientes. Hoy fue uno de esos días... mis padres siempre me echan la culpa a mí. Estoy tan cansada —confiesa Ava al borde del llanto. Su voz se quiebra y una lágrima solitaria se escapa de sus ojos.

—Lo siento tanto, cariño —le digo suavemente mientras le paso un pañuelo.

—Yo te entiendo completamente —interviene Jess con empatía—. Por suerte me llevo bien con mi hermano... aunque él está lejos. Pero yo también tengo problemas con mis padres.

El ambiente se llena de una complicidad silenciosa entre nosotras tres; en ese pequeño refugio de amistad y comprensión, las palabras fluyen como un bálsamo para las heridas emocionales que compartimos.

—Es horrible esto... Si mi abuela estuviera conmigo...—la frase se queda suspendida en el aire mientras Ava agacha la cabeza, sus ojos brillando con una tristeza palpable. Jess y yo nos acercamos a ella, sintiendo la pesadez del momento.

—No estés triste, cariño. Estoy segura de que a tu abuela no le gustaría verte así —le digo, intentando animarla mientras acaricio su hombro suavemente.

—Sí, a ella no le gustaba que estuviera triste. Es que estoy muy cansada de pelear siempre con mi hermana —susurra, su voz temblando un poco.

—Eres una chica muy fuerte —le dice Jess con una sonrisa cálida, tratando de infundirle un poco de ánimo.

—Bueno, vamos a ver la película y a divertirnos un poco —propongo, intentando cambiar el ambiente pesado por uno más ligero.

—Sí, así me animo un poco —dice Ava, esbozando una pequeña sonrisa que ilumina su rostro cansado.

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