Narrador
Emma se sentía abrumada por la culpa que la envolvía al estar confiando en Lucas, especialmente cuando él mencionó a su padre. Los recuerdos dolorosos emergían en su mente como sombras amenazantes, atormentándola sin piedad. Con el corazón acelerado y una presión en el pecho, se levantó de su silla, decidida a escapar de esa situación incómoda. Sin embargo, el chico de cabello oscuro, con una expresión preocupada en su rostro, tomó suavemente su brazo, deteniéndola en seco.
—Oye. Espera —dijo con voz entrecortada por la inquietud—. ¿Dije algo malo? —preguntó, sus ojos profundos fijos en los de ella, buscando respuestas.
—No, solo… debo irme —respondió Emma, bajando la mirada con un aire de tristeza. Su pasado era como una tormenta oscura que nunca cesaba; una pesadilla recurrente que la perseguía día tras día.
—¿Estás segura? —insistió él, sin apartar la mirada, su preocupación evidente.
—Sí. Gracias por preocuparte, pero no es necesario —murmuró ella con timidez, sintiendo cómo el nudo en su garganta se apretaba.
—Espera. Mira, te dejo mi número. Mándame un mensaje cuando llegues —dijo él con una sonrisa amable que iluminó brevemente la penumbra que sentía dentro.
Emma asintió con una leve sonrisa que apenas alcanzó sus ojos.
—Gracias. Adiós —dijo al salir del lugar, sintiendo que el peso de la conversación la seguía como una sombra.
Una vez fuera, las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas como ríos desbordados. La rabia y el dolor crecían dentro de ella, y se secó las lágrimas con furia, como si así pudiera borrar su sufrimiento.
Mientras tanto, Lucas observaba cómo se alejaba con preocupación. No entendía qué había hecho mal; solo sabía que había algo relacionado con su padre que había causado esa reacción en Emma. Su actitud reservada y fría lo intrigaba de una manera desconocida para él; estaba tan acostumbrado a que las chicas sucumbieran rápidamente a su encanto que aquella distancia le resultaba refrescante y desconcertante a la vez.
Al llegar a casa, Lucas entró en su mansión imponente, donde las puertas grandes y las ventanas de cristal reflejaban un lujo casi opresivo. Caminó hacia la sala principal y se encontró con su padre, quien lo miraba con seriedad.
—Te estaba esperando. Tenemos que hablar —dijo el hombre en un tono grave que resonó en el aire pesado de la habitación.
Lucas se dejó caer en el sofá de cuero desgastado con desgano; no quería escuchar regaños ni sermones.
—Debes comportarte, Lucas. No porque seas el hijo del director puedes hacer lo que quieras —comenzó su padre sin darle oportunidad a replicar—. Eres un hombre y, además de ser nuestro hijo, debes dar ejemplo. No puedes andar con cualquier chica que se cruce en tu camino. Debes controlarte —regañó el hombre sin dejarlo hablar.
—¿Desde cuándo te importa lo que hago, papá? ¿Desde cuándo quieres meterte en mi vida privada? —dijo él, con la voz tensa y un brillo de frustración en los ojos. La habitación, iluminada por la luz tenue de la tarde que se filtraba a través de las cortinas, parecía encerrar una atmósfera pesada. Tenía a sus dos padres, pero la ausencia de su apoyo y el cariño que le negaban era como si no los tuviera.
—Desde que Isabella entró hoy a la universidad —respondió el hombre, apretando los dientes y dejando escapar un rayo de enfado que llenó el aire.
—¿Qué? —preguntó Lucas, sorprendido, sus ojos se abrieron como platos.
—¿Por qué no me lo dijiste? —insistió, su voz temblando entre la incredulidad y el desasosiego.
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Vidas entrelazadas
Teen FictionPara Emma comenzar su vida como universitaria supone enfrentarse a los consejos negativos de su madre sobre el amor y a perseguir sus sueños Lucas ha vivido toda su vida bajo las decisiones de sus padres, y encontrarse a sí mismo es tan difícil que...