Emma
Una vez en el taxi, me dedico a observar el trayecto hacia casa. Mis ojos recorren cada lugar con detenimiento, como si cada esquina guardara un secreto. Me fijo en las personas que pasan a mi alrededor; siempre he sentido una profunda curiosidad por ellas. ¿Qué será de sus vidas? ¿En qué pensarán? ¿Tendrán algún temor latente? Estas son las preguntas que siempre me asaltan la mente...
Al llegar a casa, el silencio que emana de su interior me indica que mamá está en el trabajo. Subo las escaleras con paso lento, sintiendo el peso de la soledad, hasta llegar a mi habitación. Dejo mi mochila en el armario y busco algo cómodo para ponerme. Finalmente, me decido por una blusa de tirantes blanca y un pantalón desgastado; la sencillez me reconforta.
Me recuesto en mi cama y la pregunta de Lucas resuena en mi mente: *¿Has escrito algo?* Una pregunta tan fácil de responder a simple vista, pero para mí no lo es. Soy muy cerrada en muchos aspectos, y este es uno de ellos. Me giro hacia la derecha, donde está mi cómoda de noche justo al lado de mi cama. Busco la llave en un lugar secreto que tengo y abro la gaveta. Una vez abierta, cojo mi cuaderno y un lapicero.
En este cuaderno es donde escribo... mejor dicho, escribía... Hace años que dejé de hacerlo. Abro las páginas y las letras aparecen ante mí como viejos fantasmas. Siento un nudo en la garganta al leer uno de los enunciados.
*Ese día...* Mi corazón comienza a latir con fuerza y el dolor dentro de mí se intensifica rápidamente. La opresión en mi pecho es casi insoportable y las lágrimas luchan por salir de mis ojos. No sé cómo tuve la fuerza para escribir esto; debo haber estado tan inconsciente como para hacerlo. Los recuerdos azotan mi mente uno tras otro, y siento que no puedo más.
Fue una mala idea abrir mi cuaderno, desenterrar esos demonios del pasado que intento apartar con todas mis fuerzas pero que siempre me consumen. Solo con leer esa frase siento cómo se desata una tormenta dentro de mí; las letras contenidas en esta página podrían llevarme al límite.
Las lágrimas brotan sin control y cierro con furia el cuaderno, lanzándolo lo más lejos posible. Me paso las manos por el rostro con desesperación. *Cálmate, Emma, tienes que calmarte; debes ser fuerte, no puedes ser débil,* me repito una y otra vez desde lo más profundo de mí, pero mi estado actual no me permite tranquilizarme; siento mi respiración pesada y los latidos de mi corazón se vuelven cada vez más frenéticos.
Exhalo lentamente; poco a poco, mi respiración se vuelve más calmada. Subo mis rodillas hacia el pecho, encierro mi rostro entre ellas y comienzo a llorar.
Estoy tan cansada, tan cansada de sufrir; cansada de no poder avanzar. Por más que intento dejar todo atrás, estos demonios del pasado nunca se irán. Los recuerdos permanecen arraigados en mi mente como sombras persistentes; me siento débil y odio serlo. No sé cuánto tiempo paso llorando, pero finalmente caigo rendida en un profundo sueño.
[•••]
Después de una noche en la que apenas pude dormir, hago un esfuerzo monumental por levantarme de la cama y prepararme para la universidad.
Me visto con desgano, me hago un peinado sencillo y voy al baño para cepillarme los dientes. Al observar mi reflejo en el espejo, me quedo asombrada: tengo la cara roja por tanto llorar y los ojos hinchados como si hubiera estado luchando contra una tormenta interna. No puedo bajar las escaleras así; no quiero preocupar a mamá. Con cuidado, aplico un poco de maquillaje para disimularlo antes de descender.
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Vidas entrelazadas
Novela JuvenilPara Emma comenzar su vida como universitaria supone enfrentarse a los consejos negativos de su madre sobre el amor y a perseguir sus sueños Lucas ha vivido toda su vida bajo las decisiones de sus padres, y encontrarse a sí mismo es tan difícil que...