Al día siguiente, todo está preparado y nuestras maletas listas. Con el permiso de nuestros padres en mano, nos encontramos en mi casa, ultimando detalles antes de la gran aventura.—¿Iremos en el autobús de la escuela, cierto? —le pregunto a Jess, con una mezcla de expectativa y nerviosismo.
—Sí, mi hermano no tiene gasolina y no nos podrá llevar —responde ella, encogiéndose de hombros, pero su rostro brilla con una sonrisa.
—Muy bien, entonces terminemos de prepararnos; no quiero que se nos haga tarde —digo mientras siento cómo la adrenalina comienza a burbujear en mi interior.
Unos minutos después, logramos acabar con los últimos toques y bajamos las escaleras. El aroma a desayuno recién hecho nos envuelve y nos hace sonreír.
—Mis niñas bellas, aquí tienen lo que les preparé —dice mi madre con una enorme sonrisa, ofreciéndonos bolsas llenas de deliciosos bocadillos.
—Gracias, mami. Ya nos vamos —respondo, sintiendo una calidez en el corazón.
—Cuídense mucho. Tengan cuidado con los mosquitos y los bichos. Las quiero enteras cuando regresen —nos advierte ella con un tono maternal que me hace sentir querida.
—Sí, Elaine, no te preocupes —tranquiliza Jess mientras ambas salimos de casa.
Esperamos en la acera a que el autobús escolar pase por nosotras. Diez minutos después, finalmente llega y subimos rápidamente. Al mirar a nuestro alrededor, noto que hay pocos alumnos; la mayoría ya tiene su propio coche. Como podrán imaginarse, Lucas no está en el bus; me imagino que irá en su propio vehículo.
El trayecto es tranquilo; Jess y yo nos sentamos juntas y conversamos animadamente hasta que ella se queda dormida. Aprovecho ese momento para leer un poco. ¿No les pasa que el tiempo vuela cuando están inmersos en un buen libro? A mí me sucede constantemente. De repente, el autobús se detiene y nos anuncian que hemos llegado.
Una repentina emoción me inunda; tengo que aceptarlo: las acampadas siempre me han llamado la atención, pero nunca he tenido la oportunidad de ir a una. A mi lado, Jess tiene una sonrisa enorme que refleja su entusiasmo.
Nos bajamos del autobús rápidamente. Al poner un pie en el césped, una ligera brisa fresca nos envuelve. Es algo único; se siente una tranquilidad abrumadora, justo lo que necesitaba en mi vida últimamente, aunque sea solo por un día.
—Estoy muy feliz de haber venido —digo con entusiasmo mientras me giro hacia Jess, sintiendo cómo la alegría brota de mi ser.
—Te lo dije, este lugar es maravilloso y podremos desconectar un poco. Oye, mira allí —me señala algo hacia delante. Dirijo la vista en esa dirección y veo cómo un auto negro aparca a unos pocos metros de nosotras, el sonido de las ruedas sobre la grava resuena en el aire fresco de la mañana.
Primero se baja el conductor y, para mi sorpresa, es Lucas. Al parecer, ha conseguido un auto nuevo. Pero espera, eso no es lo más importante; su vestuario es muy informal: lleva unos vaqueros desgastados y una camisa. Mentiría si dijera que no se ve realmente guapo. En el instante en que cierra la puerta, centra su atención en mí.
A mi lado, Jess se ha quedado embobada mirando a Liam, quien iba al lado de Lucas en el coche.
Lucas comienza a caminar hacia nosotras mientras Liam atiende su móvil, ajeno a lo que sucede a su alrededor. No puedo evitar sentirme nerviosa bajo la intensa mirada de Lucas; un cosquilleo recorre mi estómago.
—¡Hola, chicas! —nos saluda con una radiante sonrisa que ilumina aún más el día.
—Buenos días —le respondo con una sonrisa tímida.
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Vidas entrelazadas
Teen FictionPara Emma comenzar su vida como universitaria supone enfrentarse a los consejos negativos de su madre sobre el amor y a perseguir sus sueños Lucas ha vivido toda su vida bajo las decisiones de sus padres, y encontrarse a sí mismo es tan difícil que...