Capítulo 15

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Lucas

¿La infancia de Emma había sido un infierno? ¿Por qué? Sus palabras, cargadas de dolor y rabia, resonaban en el aire como un eco desgarrador. La miro y noto que su expresión es un reflejo de la tormenta que habita en su interior.

—¿No dijimos que no íbamos a hablar de cosas tristes? —pregunta, intentando restarle importancia a lo anterior. Sin embargo, sus palabras se clavan en mi interior como espinas, dejándome con una profunda incertidumbre.

Decido apartar esos pensamientos oscuros y me concentro en el momento presente. La tarde es cálida y el sol se filtra a través de las hojas de los árboles, creando un juego de luces sobre nuestras caras.

—Sí, claro, hazme tú la pregunta —digo, tratando de relajar el ambiente y hacer que ella se sienta más cómoda. Es mejor no escarbar en sus heridas, que parecen ser muy profundas.

—Umm... déjame pensar —responde, aún seria. Puedo notar el esfuerzo que hace por olvidar lo que acaba de decir, así que yo también intento hacerlo.

—¿Qué tipo de música te gusta? —pregunta sin más.

—Me gusta mucho la música clásica —le respondo, observando cómo una chispa de sorpresa ilumina sus ojos.

—¿De verdad? —me pregunta, y asiento, sin entender del todo su asombro.

Emma esboza una sonrisa y me mira con renovada curiosidad. —No pensé que podrías llegar a sorprenderme tanto, Lucas. Pensé que eras el típico adolescente que solo escucha rock.

Me río ante sus palabras y ella lo hace junto conmigo. La risa nos envuelve en una burbuja de complicidad.

—Como te dije antes, las apariencias engañan —le digo aún riendo—. Odio el rock.

—Uff, yo también. Me da un dolor de cabeza horrible. No entiendo cómo esas personas pueden soportar ese sonido —Emma se pasa una mano por la frente con un gesto dramático.

—Ay sí, esas personas deben quedarse sordas en algún momento de sus vidas —le sigo yo, disfrutando del intercambio ligero.

—Totalmente —ríe ella, su risa es contagiosa y llena el aire con una energía renovadora.

—Ya tenemos una cosa en común —la miro cómplice y ella vuelve a sonreír. Me encanta su sonrisa... creo que ya lo he dicho muchas veces.

—Eso parece. ¿Cuál es tu color favorito? —pregunta con genuino interés.

—Rojo —respondo y vuelvo a ver sorpresa en su rostro.

—Esperaba un azul —ríe y yo también me uno a su risa.

—¿Y el tuyo?

—Morado —dice ella con una sonrisa traviesa.

—Esperaba un rosado —digo, comenzando con sus mismas palabras, mientras la brisa suave de la tarde acaricia nuestras caras.

—Típico de adolescentes —decimos los dos a la vez, y estallamos en carcajadas. Nunca había reído tanto en mi vida; no era una risa forzada, sino una explosión sincera y natural que resonaba en el aire fresco.

—Emma, cuéntame algo que nadie más sepa —la insisto, con curiosidad chispeando en mis ojos. Quiero descubrir algo único de ella, un pequeño secreto que la haga brillar aún más.

—Está difícil... —comienza a hablar, pero se detiene, como si estuviera buscando las palabras adecuadas. Su mirada se vuelve pensativa—. Ya lo tengo. No es algo que nadie sepa, solo unas cuantas personas lo conocen, pero esas no cuentan.

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