Capítulo 13

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Lucas

Muy pocas veces he sentido esta sensación, como si un cuchillo se clavara en lo más profundo de mi alma. Me siento destrozado al ver a Emma en un estado tan... crítico, si es que se le puede llamar así.

Mi mundo se vino abajo al observarla, allí en el piso del baño, fuera de control. Su piel estaba tan pálida que parecía casi translúcida, jadeaba con dificultad, su cuerpo temblaba como si estuviera atrapada en una tormenta interna y sus ojos estaban completamente cerrados.

Sin pensarlo, corrí y me tumbé a su lado. Se veía tan pequeña e indefensa que me sentí el hombre más miserable del mundo; por mi culpa, ella estaba así.

—¡¿Emma, me escuchas!?—grité mientras tomaba su rostro entre mis manos y apartaba las gotas de sudor que corrían por su delicada piel.

—¡Venga, Emma! ¡Reacciona!—mi voz se quebró al ver que empezaba a toser y podía sentir los acelerados latidos de su corazón retumbando en mis oídos.

—No puedo respirar—dijo con voz estrangulada, como si cada palabra le costara un esfuerzo espantoso.

—Lo sé, cariño. Ahora mirame—le dije suavemente, acunando su rostro entre mis manos. Pero al ver que no funcionaba, mi mente viajó a uno de los temas de nuestro proyecto sobre ataques de pánico. Determinado, me levanté del suelo asegurándome de que Emma estuviera bien colocada. Corrí rápidamente hacia los lavabos donde mojé mis manos con agua fría y volví a su lado.

Pasé mis manos húmedas por su rostro y le grité con todas mis fuerzas—¡Mírame, Emma!—me sorprendió ver que funcionaba; sus ojos se abrieron lentamente, aún jadeando y temblando. La tumbo suavemente sobre mí y comienzo a aplicar lo que había aprendido en el proyecto. Acaricio lentamente su rostro y le hablo fuerte al oído.

—Eso es. Abre tus ojos. Ahora intentarás respirar conmigo.

—No puedo... no puedo respirar. Siento que me estoy ahogando.

—Sé que te cuesta, pero lo vamos a intentar juntos. Imagina que estás en un campo lleno de flores, tumbada en el suelo admirando el hermoso cielo donde pasan los pájaros. Puedes respirar y sentir ese olor a naturaleza y paz.—Poco a poco, sus jadeos disminuyen y su respiración se hace más calmada.

—Eso es, ¿lo sientes? Estás en medio de la naturaleza, rodeada de flores que bailan suavemente con la brisa y una paz inmensa que envuelve todo a nuestro alrededor. ¿Puedes sentirlo?

—Mmm, sí, lo siento... puedo respirar mejor —me dice en un tono bajo, casi como si temiera romper el silencio sagrado que nos rodea.

Observo su rostro y veo cómo los colores regresan lentamente a sus mejillas, como si la vida estuviera volviendo a ella.

—Así es, puedes respirar mejor. Ahora respiraremos pausadamente. Vamos a exhalar e inhalar juntos, ambos estamos en este hermoso campo —le digo con una sonrisa suave.

—Vale —responde, aún con la voz entrecortada.

—A la cuenta de uno, dos y tres... —inhalamos y exhalamos al mismo tiempo. Nos mantenemos así un par de segundos hasta que su respiración se calma por completo. Ella cierra los ojos y me abraza fuertemente, buscando consuelo en mi presencia.

—Tranquila, estoy aquí. Estaré contigo, no te preocupes —le respondo al abrazo, rodeándola con ambas manos y acariciando suavemente su cabeza.

Por fin pude suspirar de alivio; si le hubiera pasado algo a Emma, nunca me lo habría perdonado. Así nos mantenemos unos segundos hasta que ella corta nuestro abrazo levantándose rápidamente de encima de mí y poniéndose de pie. La miro a los ojos y veo que está completamente consciente. Su expresión ha cambiado drásticamente: furia y enojo se dibujan en su rostro, como tormentas oscuras en un cielo despejado.

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