Epílogo

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—¿En qué momento llegamos hasta aquí? —su voz resuena en el silencio del ambiente.

La granja de Estefan se ha convertido en nuestro refugio. Desde el principio, nos abrimos por primera vez aquí, y cada vez que regresamos, nuestras almas se entrelazan un poco más, como si los recuerdos se anclaran en cada rincón de este lugar.

La miro, y una sonrisa se dibuja en mis labios al ver cómo aparta su pelo de su rostro con un gesto de frustración. La brisa suave acaricia nuestras mejillas, trayendo consigo el aroma a tierra húmeda y el canto lejano de las aves.

—Creo que la pregunta que debes hacer es: ¿Lo hemos hecho bien hasta aquí?

Ella me mira con sus ojos profundos. Luego apoya su cabeza en mi hombro, mirando hacia el cielo azulado que se extiende como un lienzo infinito. El silencio que nos envuelve no es incómodo; al contrario, parece hablar más que nosotros, como si compartiera nuestra historia sin palabras.

—Nuestros corazones tienen la respuesta. Si lo hubiéramos hecho mal, no nos sentiríamos en paz. Pero sentimos lo contrario; eso quiere decir que vamos bien.

Beso su frente mientras acaricio su pelo lentamente, mirándola con ternura. En ese momento, todo parece encajar: el murmullo del viento entre los árboles y la calidez de su presencia.

—Si me hubieran dicho meses atrás que me enamoraría de una chica menuda y hermosa, que además me enseñaría tanto, la verdad es que hubiera pensado que estaba soñando.

—Pues tienes a esa chica menuda y hermosa a tu lado —responde ella con una sonrisa suave—. Pero no solo te he enseñado yo; nos hemos enseñado mutuamente. Hemos crecido y aprendido juntos, paso a paso.

—Y aún nos falta mucho por crecer —digo—, pero lo haremos juntos, y eso lo hace especial.

Ella me mira nuevamente; sus ojos brillan con una luz que contrasta con la tristeza reciente. Estos días atrás no han sido fáciles: Jess se marchó y Emma ha estado muy desanimada. Sin embargo, comprendió que era lo mejor para ella. El único que no ha encontrado su camino es Liam, quien parece hundirse cada vez más en su propia oscuridad después de todo esto.

—Lucas, sabes, estaba pensando en algo —ella pasa sus manos por mi rostro, y un cosquilleo recorre mi cuerpo, como si una corriente eléctrica nos conectara.

—¿En qué piensas, hermosa? —le pregunto, con una sonrisa que refleja mi curiosidad y diversión.

—En la fuerza que tienen dos vidas cuando se entrelazan.

—¿Hablas de nosotros? —la interrogo, sintiendo cómo la intriga me envuelve.

—Podría decir que sí. Pero de verdad piensa en esto: cuando dos vidas se entrelazan, está sucediendo algo mágico. Es como la leyenda del hilo rojo, pero de otra manera.

—¿La leyenda del hilo rojo?

—Sí, esa que dice que cada persona tiene un hilo conectado con otra persona y, pase lo que pase, están destinadas a encontrarse.

Recuerdo haber escuchado eso una vez en clase de literatura. La miro con atención mientras ella sigue hablando, su voz suave como una melodía en el aire fresco de la tarde.

—Es algo similar a lo que ocurre cuando dos vidas se entrelazan. Solo que esto es más fuerte; no solo se entrelazan esas dos vidas, sino también las de todas las personas a su alrededor —hace una pausa y mira hacia el cielo, donde las nubes juegan a esconder el sol —Es como si estuviera destinado a que esas dos vidas se unan y permitan que otras más se entrelacen gracias a ellas. Eso pasó con nosotros, Lucas. Cuando nuestras vidas se cruzaron, unimos las de los demás: nuestras amistades y todos los que nos rodean, para bien o para mal.

—Vidas entrelazadas... —repito lo que acabo de escuchar.

—Exacto. Es cuando tu vida se conecta con otra persona y hace que todos a su alrededor también se conecten. Somos un conjunto de vidas.

—Me gusta ese pensamiento; es hermoso pensar que cuando mi vida se entrelazó con la tuya, muchas más lo hicieron.

—Y creo que es algo mágico y único: una explosión de vidas unidas entre sí.

Ambos sonreímos al pensar en todo lo que hemos compartido, cada uno desde su propia perspectiva. El viento suave acaricia nuestro rostro mientras el sol comienza a ocultarse en el horizonte.

—¿Recuerdas la vez que me dijiste que conmigo no creías en el amor, sino en la conexión? —pregunto mientras ella me mira con interés.

Ella siente la intensidad de mis palabras. Me acerco y beso sus labios suavemente antes de continuar.

—Lo entendí; tienes razón en parte. El amor es la suma de las emociones que sentimos; es sentir que tu vida está entrelazada con la de otra persona. Eso te hace sentir verdaderamente vivo... o muerto.

—En nuestro caso, vivos; nuestra conexión nos hizo sentir vivir desde el inicio —responde ella con una chispa en sus ojos.

—Somos la calma perfecta en el caos más horrible —le digo mientras miro su rostro radiante bajo la luz tenue del atardecer.

—Somos dos vidas entrelazadas en un mismo sentir, que nunca se separarán —concluye ella, su voz llena de convicción mientras nos perdemos en nuestro momento.

Vidas entrelazadas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora