56. Queridas mariposas

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Nuevamente, el cuerpo de Amelie reaccionaba ante la oleada de emociones negativas que la invadían

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Nuevamente, el cuerpo de Amelie reaccionaba ante la oleada de emociones negativas que la invadían. A pesar de intentar convencer a Bill de que estaba bien, él no le hizo caso y la mandó a comprar algo para aliviar el dolor en su cuerpo.

Cuando llegó al hospital, se acercó de nuevo a la máquina de café. Era lo único que había consumido en todo el día; el hambre no llegaba, por más que lo intentara.

Al sentir una mirada detrás de sus espaldas, giró la cabeza y se encontró con la sonrisa pícara del Georg.–¿Qué sucede?...

–Tom despertó, y eso significa una sola cosa. Hablarán.

Amelie se quedó inmóvil. Una tormenta de pensamientos atravesó su mente. Sabía que se veía fatal. No tenía ni una gota de maquillaje, sus ojos estaban hinchados y rojos de tanto llorar, y ni siquiera quería pensar en el desastre que era su cabello.

Recordó el día en la plaza. Incluso llevaba la misma sudadera negra. No estaba preparada para hablar con él, no sin romper en llanto. Ni siquiera se sentía capaz de mirarlo a los ojos sin ponerse nerviosa.

-En otro momento quizás.-Se dio la vuelta tratando de huir.

-Nada de eso.-La jalo del gorro de la sudadera.
-Estoy seguro de que te quiere ver así que vamos.

La tomó del brazo con fuerza, arrastrándola hacia la habitación. Por más que ella intentó soltarse, fue inútil. Finalmente, se rindió.

–¡Eres un idiota, Georg!–Gritó Amelie, irritada. Los tres chicos dentro de la habitación escucharon la voz enfurecida de ella detrás de la puerta.

–¡Buenos días, amigos míos! ¿No es un hermoso día, Amelie?–Dijo Georg, sonriendo mientras la abrazaba por los hombros.

–¿Buenos días?–Bill levantó una ceja.—Nos vimos hace tres minutos.

–Te juro que te voy a matar–Le susurró ella al bajista cerca de su oído y pellizco disimuladamente su espalda.

–¡Oye!–Georg se apartó, quejándose.–¡Sí, nos acabamos de ver! Pero ahora dejen a Tom solo con Amelie, ¿entendido?. Que lentos son para las indirectas...

Gustav tuvo que taparse la boca para no estallar en carcajadas al ver el rostro enrojecido de la castaña. Ni ella misma entendía por qué se sentía tan acalorada de repente. Bill tiró de Georg y Gustav, llevándolos fuera de la habitación mientras reían. Antes de cerrar la puerta, le dedicó una sonrisa tranquilizadora.

Amelie se mantuvo de pie cerca de la cama, evitando la mirada a Tom. A su alrededor, el espacio parecía estar impregnado de una tensión que ella no sabía cómo romper. El guitarrista estaba en la cama, ligeramente incorporado, con una expresión de cansancio y dolor, pero su mirada estaba fija en ella.

La chica se sintió completamente expuesta, sus manos temblando ligeramente mientras jugaba con las mangas de su sudadera. Cada segundo que pasaba sin decir una palabra parecía arrastrarla más al borde de un abismo emocional. Finalmente, sus ojos se encontraron con los de Tom.

𝐔𝐧𝐚 𝐬𝐨𝐥𝐚 𝐝𝐞𝐜𝐢𝐬𝐢ó𝐧; 𝐓𝐨𝐦 𝐊𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳 (EDITING)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora