Mírame De Nuevo +21

XLIX Familia Disfuncional

Matías Jhops:

Hay días que desde que abres los ojos, sabes que acabaran mal.

Amaba mi McLaren Speedtail más que a cualquier otro objeto en mi vida, no era por el sonido de su motor, por las pantallas táctiles, por lo hermoso o inclusive su olor. Aunque admitía que todo eso tenía gran parte que ver, pero había una razón muy especifica para amar conducir ese auto.

Me sentía inmortal dentro de él.

Con una velocidad máxima de 403 km/h y su aceleración de 0 a 300 km/h en 12,8 segundos era sin duda el auto de un dios. Por supuesto que una belleza como esa no era legal en las calles de Estados Unidos, pero si estaba obligado a vivir una vida llena de ilegalidades, ¿por que no disfrutar de un par de ellas? Nadie era competencia para mí dentro de esa bestia.

Llegué a la mansión Jhops antes de las diez de la mañana, tenía la adrenalina de haber conducido por las calles de la ciudad durante toda la madrugada, pero cuando a penas mis pies estuvieron dentro, supe de inmediato que algo estaba mal. Nunca fui creyente de algo que fuera mágico o religioso, pero si había existencia de ello en el mundo, aseguraba que debía estar afincado sobre mi espalda. Como un demonio que vivía sobre mis hombros burlándose de cada cosa que ocurría.

Sin embargo era más fácil pensar en la vida como una balanza, que se inclinaba al lado más cercano a tus decisiones. Era más facil culparme a mí mismo de mi vida de mierda.

Amanda me miró con las manos temblorosas, a esa edad, habiendo visto todo lo que había visto en esa casa, era imposible ocultar el terror.

Era una mansión maldita, aunque no lo aparentara.

—El señor Jhops esta aquí, en la habitación de su madre esperándolo —dijo —. No parece estar de buenas.

Solo hablaba así cuando él estaba en casa, él miedo que le tenía a Cristián era tan grande que habría renunciado hace mucho de no ser por las amenazas.

Subí las escaleras de inmediato, si algo había aprendido en todos esos años es que, mientras más pronto atienda sus exigencias, más pronto puedo estar tranquilo nuevamente. Caminé por los pasillos con las manos en los bolsillos, soltando un suspiro al pensar en lo que podría querer el que se llamaba mi padre. De niño creía que los monstruos se verían como lo que eran, nunca imagine que vestirían traje y corbata.

— ¿Me llamabas?

Aunque mi voz había perdido el miedo hace mucho, no esquivaba el respeto por más frías que fueran mis palabras.

Se levantó de aquel sofá en un rincón de la habitación, rígido, elegante, como si fuera de la realeza, con pasos tan seguros como de un rey ante su súbdito. El cuarto estaba completamente desarreglado, la cama hecha un nido, ropa en el piso, y fue cuando prestando más atención pude oír la ducha.

Abigaíl había vuelto de su viaje y se había acostado con él en esas sabanas. Una sonrisa cínica apareció en mi rostro al confirmar una vez más que ella nunca cambiaría. Era como un ave con miedo a volar muy lejos del nido. No importaba el maltrato físico que sufrieron ella y sus hijas, no importaban las violaciones, los insultos, ella siempre estaría dispuesta a abrirle sus piernas una vez más.

—La policía halló nuestro club en Florida —dijo Cristián —. acabaron con todo.

—Así es, estuve allí.

El club de Florida era una de nuestras bases más importantes, las ganancias que salían de las apuestas y trabajadoras sexuales representaba un alto porcentaje de los ingresos Jhops, eso sin mencionar la venta de drogas. Pero había un soplón, pude enterarme de la revuelta horas antes porque la policía no era la única que sabía comprar informantes. Hallaron los almacenes llenos de droga y el dinero, no estuve allí para evitar que eso sucediera, estuve allí para eliminar cualquier rastro que los llevara a nosotros, fuera lo que fuera o quien fuera.