XLVII Límites

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Estaba acostumbrada a la sensación de vació que me había dejado mirar esa pintura. Toda mi vida había vivido con un sentimiento familiar, que estaba latente en mi pecho, escondido entre miles de sentimientos más, esperando para volver de la nada y ser más grande. Yo no recordaba nada de mi niñez. Y no hablo de la forma natural en la que con los años vamos perdiendo los recuerdos de los primeros años. Para mí, era como un enorme agujero negro que se tragó mi infancia entera. No fue fácil, mi abuela tampoco ayudo a hacerlo más ameno, era necia, cerrada cual caja de pandora. siempre me hizo sentir culpable por indagar en el pasado, ya que para ella hablar de ello era demasiado duro.

Crecí sin entender nada, porque mi madre no estaba, donde estaba mi padre, si teníamos más familiares... así que, aquella sensación en mi pecho no era desconocida para mí.

Estiré la mano, acaricié la pintura sintiendo cada trazo bajo mis dedos, y entonces hallé un detalle que no había visto antes. En el borde, escondido entre su rojizo cabello estaba la firma y un título.

Resiliencia.

Era ilógico como una sola palabra podía cambiar por completo todo lo que una obra hacia sentir. La chica del cuadro ya no era una chica cualquiera, era alguien que se había visto obligada a nadar entre aguas aparentemente cristalinas, que para ella eran caóticas y sin fin, hasta adaptarse a la marea y sus olas.

Era una sobreviviente.

Salí de allí, con la mente nublada y un objetivo claro. Deje cada pieza en su lugar, tratando de borrar cualquier huella de mi presencia en el salón y volví a la sala como si nada hubiera pasado antes que Dave empezara a buscarme. La conversación que estuviesen teniendo antes de mi llegada, pareció ser cortada con cuchillo al notar mi presencia, pero lo ignoré, sentándome nuevamente en el sofá.

— ¿Tienes hambre? —preguntó Dave mirándome con cariño, su mano descanso sobre mi pierna y mis ojos no pudieron dejar de observar ese gesto —podemos pedir pizza.

—Yo cociné algo —interrumpió el rubio poniéndose de pie de manera enérgica para caminar a la cocina.

— ¿Usaste mi cocina?

—Y tu baño, no lo olvides —enfatizó desapareciendo de nuestra vista.

—Sé que debe ser extraño que él esté aquí...

—No me importa —lo interrumpí, y realmente no mentía, algo me decía que sería más fácil conseguir alguna información de Parch que de boca de los Jhops. —Es agradable.

Me sonrió como no lo había hecho en mucho rato y tomando mi mano caminamos juntos a la cocina para seguirle el ritmo al chico. Tomamos asiento frente a la isla de la cocina y mirábamos como Parch servía dos platos de pollo en salsa agridulce que, a decir verdad, lucía magnífico. Lo primero en cautivarme fue ese delicioso aroma y su aspecto era aún mejor, lucía como sacado de un restaurante.

— ¿Además de músico eres buen cocinero? —lo dije casi con burla, era impresionante que hubieran personas con tantos talentos juntos y luego estuviese yo, que servía de vez en cuando.

—Y además soy psicólogo —La manera en que meneo sus cejas mientras me miraba, me saco una sonrisa.

—Que suerte tiene tu esposa —dije mirando el anillo dorado que parecía portar con orgullo, y su sonrisa creció aún más demostrando que era el rey de los hoyuelos.

—El afortunado siempre voy a ser yo.

—Concuerdo —opinó Dave a mi lado, y cuando Parch nos ofreció el pollo, él fue el primero en tomar una pieza.

—¿También te llevas bien con su esposa?

—Sí, claro —respondió corto sin mirarme o dudar — ¿Cuándo volverás a estar de gira?

Mírame De Nuevo +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora