Prólogo

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Rojo... El piso, las paredes y un poco de mi cara y mis manos, sobre todo en la punta de mi cuchillo.

—Esa puta también usaba un vestido rojo —dije para mí mismo riéndome de la mujer a la que acababa de matar.

Una simple prostituta de las que acostumbraba asesinar después de tener sexo con ellas. Me dan lástima esas mujeres, bueno, realmente siento lástima por cualquier ser humano, todos son simplemente tan... falsos.

Aunque he matado a muchas —realmente no muchas— personas, las prostitutas eran mis favoritas, me gustaba usarlas y luego matarlas cuando estuvieran desprevenida. No mataría a las chicas de mi escuela con las que me acostaba... sería raro que, de repente, un día todas amanecieran muertas, sería estúpido.

Me levante del suelo para lavar mi cuchillo, mi favorito, y deshacerme del cuerpo. No iba a tener tantos cadáveres en mi casa, menos con ese olor.

Hace aproximadamente dos años que maté a mis padres, las primeras personas que maté. Los odiaba tanto, creían que por tener dinero podían comprar a su hijo, que los esperaba siempre que podía muy tarde en las noches sólo para verlos por lo menos una vez al día.

De todas maneras no valían nada, mi padre con su trabajo y mi madre vivía en fiestas, siempre fuera de casa.

Aún recuerdo la mañana después de matarlos, la última noche que me quedé esperando sólo con un objetivo, y lo cumplí.

Me gusta más así, vivo solo y puedo tener las mujeres que quiera y luego sólo las mato; ah, claro, sin olvidar de masturbarme después de que mato a alguien. La vida que toda persona desea, por lo menos yo sí, todos en mi escuela eran idiotas y putas, ¿qué podía decir?

Está pesada —me quejé cargando a la prostituta sobre mi espalda, llevarla a mi auto y deshacerme de ella.

Claro que no cometía la estupidez de dejarlas a todos en un mismo sitio, eso daría un patrón y la policía daría conmigo, las dejaba donde las encontré, como si fueran juguetes que se rompieron, que es lo que son.

Era tan divertido: comprar  juguetes nuevos, usarlos y romperlos.

Después de llevar a mi amada víctima a ese prostíbulo sin que nadie se diese cuenta, en lo que era muy cuidadoso, me dediqué a volver a casa, masturbarme y dormirme para al día siguiente ir a la dichosa escuela a la que sólo iba a para parecer normal y no quedar aburrido en mi casa, una enorme casa vacía llena de odio, muerte y oscuridad, mi lugar.

...

Cuando amaneció me preparé para ir a la escuela, donde nunca hice un amigo; así lo prefería, las personas son falsas y los amigos son los peores. Tenía a un grupo de chicos que querían pelear conmigo a veces, los cuales no podía romper porque todos sabrían que fui yo y eso sería problemático, —aunque hace tiempo no los veo— todos los demás chicos simplemente me odiaban o me tenían miedo. Prefería ser ignorado.

El año había empezado hace unas semanas y habían muchos niños nuevos, lo cual me pareció raro ya que estoy en ultimo año y es inusual; como sea, los nuevos habían aprendido de mí y a no meterse conmigo, lo cual debían hacer.

Llegué a la escuela en lo que sonó el timbre y todos se dirigieron a sus clases, incluyéndome.

Historia... Buena hora para dormir, y más con ese viejo amargado que dejaba que la clase se fuera en sus estupideces; aún así llevaba buenas notas, la peor supongo que eran las matemáticas, pero no era por tanto.

Después de todo, era una persona inteligente, no se me es problema estudiar, siendo la persona que soy...

Un asesino...

—Darrien, levántate... El profesor te esta regañando —dijo uno de mis compañeros interrumpiendo mi siesta mientras el viejo me dirigía una mirada severa.

—Al parecer el señor Spot no durmió bien, ¿o me equivoco, Darrien? —dijo el profesor de historia retándome con la mirada.

—Sí, se equivoca —dije estirándome—. Dormí perfectamente profesor, sólo me aburrí —dije volviéndome a acostar sobre el pupitre, en lo que el profesor enfurecido volteó los ojos y siguió con su clase.

Supongo que a mis compañeros ya no les sorprendía mi actitud, llevaba así toda mi vida en esta escuela. Los profesores solían decir que algún día cambiaría, al parecer todos se rindieron hace años.

El timbre que indicaba la hora de descanso sonó, en lo que todos salieron casi corriendo a la puerta —si así fueran para estudiar no habría tantos niños repitiendo curso—. Estaba a punto de salir en lo que el profesor me llamó.

—¿Pasa algo profesor? —dije notando su ceño fruncido, yo mucho menos tenía ganas de pelear, ya había roto a algunos profesores antes.

—Eres un niño problemático —rió con cinismo, solía hacerme eso; el señor Graham estaba obsesionado conmigo—. Deberías cambiar, por tu bien.

—No pienso cambiar —dije dando media vuelta y dejando al profesor con la palabra en la boca.

Salí del aula y me fui a un buen lugar, un simple árbol alejado del gentío.

No me gustaba comer aquí, pero algunas veces lo hacía. Me dirigí a la cafetería y compré un refresco.

Las personas alrededor eran molestas, no me gusta la atención, no me gusta que me miren.

Me senté en el piso con mi espalda pegada al tronco del árbol, tomé un cigarrillo y empecé a fumarlo, amó tanto esto... Pensé en lo que haría en el día, tal vez lo mismo de siempre, rodé los ojos y seguí fumando.

En mi vida sólo he matado prostitutas e idiotas que buscan pelea, fuera de la escuela, sin contar a mis padres.

Me di cuenta que he matado pocos hombres, debería empezar a buscar más chicos, así estará pareja la cosa, ¿no?

Así que decidí que mi próxima víctima sería un hombre, de cualquier edad, así pase un tiempo si matar a nadie, me había decidido que así sería. No por una simple pelea callejera, claro, tenía que ser de alguna manera especial.

Se me dibujó una sonrisa en la cara tras mis pensamientos y tratando de pensar en una manera de conseguir a mi juguete especial; sin embargo, no se me ocurría nada, no conocía muchos chicos. Debería conocer más pronto...

—Eh, ho-hola. ¿Sabes dónde está el salón de química? —oí una voz masculina detrás de mí y me volteé viendo a un chico un poco más bajo que yo de cabello negro y ojos azules grandes, definitivamente debía ser nuevo para llegar así y hablarme.

Espera, esto me sirve.

Sonreí y respondí.

—Claro, te llevo. Supongo que eres nuevo, me llamo Darrien —extendí mi mano para saludarlo y presentarme propiamente.

—Bueno, gracias. Sí, soy nuevo, me llamo William —dijo estrechando mi mano y sonriendo.

Qué adorable y lindo juguete me he conseguido.

Miradas Frías [gay] TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora