Capítulo 29

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Ya habían pasado unos meses, era once de diciembre y mi cuerpo moría de hambre. Eran cerca de las dos de la tarde y yo aún no había salido de la habitación desde que me quedé dormido la noche anterior.

Me preguntaba por qué nadie me había buscado en todo el día —aunque no quería ser molestado— no era propio de los doctores, ni Alicia, mi enfermera, dejarme a mi suerte todo un día.

A pesar de todo eso, no quería salir ni probar la comida adulterada con medicamentos que me rehusaba a tomar diariamente. Sólo me quedé postrado en la incómoda cama de hospital pasando la mirada entre el techo, la ventana, y el reloj que estaba junto a la puerta.

Más tarde que temprano, casi dando las tres, la puerta acerada de la habitación se abrió mostrando la figura del doctor Grayson —no era una linda figura, era panzón.

—¿No has salido en todo el día? —preguntó tras haber entrado cerrando la puerta.

A sus espaldas traía una silla plegable, la cual abrió y se sentó en ella frente a mi cama. ¿Qué mierda vino a hacer aquí?

—No tengo nada que quiera hacer afuera —contesté sin quitar la vista de la ventana, daba vista a los árboles de un parque cercano—. Además, no quiero comer sándwich de medicamentos —sonreí socarrón.

—Mandaré a que te quiten los medicamentos, mientras estés controlado, claro —me devolvió la sonrisa, aunque no me miró a la cara, mas mantenía sus ojos fijados en su cuaderno de anotaciones.

Él nunca hacía contacto visual.

—¿Ya no los necesito? —inquirí acostándome de lado, quedando frente a frente de él.

—No lo creo... Pero me interesas muchos. Darrien, quiero ayudarte y, para eso, necesito tu ayuda.

—Perdón, ¿teníamos sesión hoy? —pregunté sarcástico y confundido por sus palabras.

—No. Tú enfermera tiene el día libre, por eso nadie se ha molestado en sacarte de aquí —explicó—. Quiero llegar a una sesión donde pueda comprender todo.

—¿Comprender qué? ¿Lo confuso de mi ser? —alcé una ceja y volví a fijarme en el reloj.

—Eres fascinante, mi mejor caso, aunque sólo llevo pocos meses contigo... Aunque parezca que no progresas, te he estado observando —se levantó y fue a la ventana. Me dio la espalda—. Ciertamente eres complicado, pero no imposible.

Se sacó del bolsillo una especie de caja negra rectangular, era una grabadora.

—Váyase a la mierda —le espeté al darme cuenta de lo que era y lo que, acto seguido, haría con ella.

—Prometo no mostrárselo a nadie —rió seco—. Además, todas nuestras sesiones son monitoreadas, igualmente, sólo que con tantos pacientes nadie le da especial importancia —se encogió de hombros y la encendió—. Tú eres mi caso favorito, te puedo guardar los secretos... No tenemos que ser amigos.

Ambos reímos en voz baja. Lo dejé grabar nuestra conversación, no le di mucha importancia, mas, no habría secretos. Tal vez podría hundirme finalmente.

—Primera sesión —dijo Grayson a la grabadora, la dejó en el piso—. Oh, sé que no has comido nada —me tendió un bollo cubierto de papel de aluminio, dudé en tomarlo pero al cabo de unos segundos incómodos lo agarré y desenvolví—. No sé por qué mi hija se empeña en prepararme hamburguesas sabiendo que soy vegetariano, ella dice que no como bien —se encogió de hombros por tercera vez.

En efecto, dentro del paquete había una hamburguesa de carne de res, queso y salsa casera. Dudé en comerla, me desconcertaba la repentina amabilidad del doctor que, a pesar de todo, no dejaba de estar serio.

Miradas Frías [gay] TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora