Capítulo 25

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Abrí los ojos lentamente y lo primero que vi fue el techo de mi habitación. La cama era un desastre y estaba enrollado en las sabanas. Mis ojos parecían estar pegados por lo que me los frote con ambos puños por unos segundos hasta que los pude abrir con normalidad.

No recordaba como había llegado allí, tenía una fuerte migraña y los rayos del sol entraban directamente por la pequeña ventana que había en la habitación. Aún traía la ropa de ayer. Traté en vano de levantarme, todas las sabanas estaban alrededor de mí. Me deshice de ellas y me senté en el borde de la cama. Miré a los lados y me encontré solo, todo era un gran desorden.

Me venían a la cabeza momentáneos flashes de las cosas que no recordaba, yo rompiendo cosas, histérico, bebiendo alcohol directo de la botella y lamentándome.

Seguí inspeccionando el resto de la habitación, Will no estaba, ni en ningún rincón de la casa, no estaba en mi vida. Pensar en eso hacía que el dolor de cabeza empeorara.

Bajé las escaleras resignado y con mucho cuidado, ya que habían objetos tirados por todas partes, aún me dolía un poco el cuerpo. La sala de estar era un completo desastre, al igual que la cocina y el comedor.

En el refrigerador sólo quedaba un poco de comida que Will había comprado. Traté de tomar algo, pero al final sólo cerré la puerta y tomé uno de los pocos cigarros que me quedaban.

Aún sentía el revoltijo en mis tripas y mi cabeza, sentía un dolor muy punzante, como si algo fuera a explotar en mi cabeza en cualquier momento.

Di una vuelta por toda la casa, vacía. La habitación de mis padres, la mía, la de huéspedes, el cuarto de baño y de lavar, en ático que estaba cerrado con llave y la antigua oficina de mi padre, esta estaba con la puerta completamente abierta.

Entré por primera vez en muchos años, no recordaba la última vez. Todos los muebles estaban cubiertos de polvo, pero sabía que todo estaba intacto. Sobre su escritorio aún quedaban algunos viejos documentos y un ordenador dañado —yo tenía el mío propio, pero hacía tiempo que no lo tocaba—. Las estanterías estaban llenas de libros y archivos. Además, el escritorio tenía otra lámpara y una fotografía en familia, mamá, papá y yo.

Revisé los cajones de su escritorio, pero sólo encontré más documentos y típicas cosas de oficina. Seguí revisando cajones de arriba a abajo sin encontrar nada interesante o de utilidad.

Uno de sus cajones tenía un fondo falso, dentro había un enorme fajo de billetes que me llevé al bolsillo y un revólver pequeño, que también tomé. Había un álbum fotográfico color celeste con bordes plateados. Tenía millones de fotos familiares, y más que todo mías a todas las edades, de bebé y niño pequeño, habían pocas de la adolescencia. Al final del álbum habían fotos de papá cuando era niño con el abuelo y la abuela antes de morir el abuelo. La abuela murió hace menos de cinco años, recuerdo ir de mala gana a su funeral.

Tomé la fotografía que estaba llenándose de polvo sobre el escritorio y la saqué del marco de madera. La contemplé durante unos segundos, recuerdo que el día que la tomaron tenía cinco años, porque el patio de la casa aún tenía césped vivo y yo jugaba ahí. Le di una última calada al cigarrillo y lo apagué sobre mi rostro en la foto, quemando parte de esta.

En la cocina había un teléfono inalámbrico que nunca sonaba, no sabía si era porque nunca lo pagaba o porque nadie querría llamarme. Supuse que si funcionaba, pues todos los gastos necesarios se cargaban a la herencia de mis padres, a la cuenta del banco, tal vez por eso se acabó tan rápido, pensé. Todo el dinero se iba en cosas innecesarias, y yo no recordaba gastar mucho, ni siquiera en comida. Por otra parte, contando con que todo duró más de dos años, había durado considerablemente. Mis padres tenían mucho dinero, ahora que lo pensaba.

Miradas Frías [gay] TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora