3

1.3K 67 13
                                    

El ansiado viaje por fin se volvía real. Paula presionaba la manija de su bolso con nerviosismo mientras esperaba ser llamada por la elegante azafata del mostrador. No podía dejar de mirar a su alrededor, el aeropuerto de Barajas era inmenso, muchas personas caminaban con prisa, cámaras de seguridad señalaban cada rincón y un temor inusitado comenzaba a paralizar su cuerpo. Sentía un sudor frío en su frente y su corazón convulsionado.

-Vamos Pau, nos están llamando.- le dijo Begoña tirando de su brazo ajena a todo lo que le provocaba salir de aquellas cuadras que recorría cada día.

La miró con entusiasmo y Paula no quiso decepcionarla. Le entregó sus documentos a la joven de traje azul y cuando por fin les dieron sus asientos, se embarcaron en aquel viaje con la ilusión de volver a sentir algo parecido a lo que alguna vez había sido su vida.

Llegaron a Ibiza poco tiempo antes del evento. Apenas pudieron bañarse y luego de que Begoña insistiera en que usara aquel vestido demasiado ajustado, se encontraban en la puerta un enorme local, repleto de prensa, modelos, curiosos y demasiada gente muy bien vestida.

Ambas estaban felices, habían oído varios nombres, al parecer famosos pilotos se encontraban dentro y ambas comenzaron a vibrar con la simple idea de verlos en persona. Seguían a la Fórmula 1 desde pequeñas, sus padres habían sido fanáticos y los sonidos de los motores rugientes habían sido la banda sonora de los domingos de su infancia.

Cuando Paula descubrió que su compañera de piso, compartía aquel gusto, no pudo sentirse más afortunada. Aquellos fines de semana, que suponían un riesgo de volver a caer en la nostalgia, se habían convertido rápidamente en emoción, comentarios y discusiones de estrategias, devolviéndole una sensación de bienestar que aún agradecía.

Estaban en la larga fila, disfrutando de la agradable temperatura, esperando pacientementes su turno para ingresar. Con el correr de los minutos, Paula se había logrado relajar y escuchaba a su amiga, que hablaba a gran velocidad presa del entusiasmo y la contagiaba con aquel ánimo siempre alegre.

Pasaron al local y recorrieron la pista. Ordenaron unos tragos, se animaron a bailar y se rieron como llevaban tiempo sin hacer. Parecían dos amigas de toda la vida, sabían lo que iba a decir la otra antes de que lo hiciera y se divertían con cada personaje que intentaba mostrarse a la moda, pero en verdad terminaba resultando ridículo.

Las horas corrían y si bien la expectativa de cruzar a algún piloto permanecía latente, ambas se sentían dichosas por el simple hecho de haber pasado tiempo juntas.

-Creo que no puedo estar un minuto más sobre estos zapatos.- le dijo Paula a su amiga levantando una pierna para masajearla.

-Pero no vimos a nadie todavia.- le respondió Begoña colocando sus manos en forma de plegaria.

Paula puso los ojos en blanco mientras volvía a sonreír.

-Pero la pasamos super bien.- le respondió, justo cuando su amiga miraba hacia arriba y su expresión viraba a una expectación que resultó imposible de obviar para Paula.

-¿A quién viste?- le preguntó con algo de resignación, sabiendo que no podrían irse aún.

-¡Están todos ahí! ¡Vamos!- le dijo tirando de su brazo para llevarla hasta el inicio de la escalera que estaba custodiada por dos hombres serios y corpulentos, vestidos de traje oscuro.

-¿A dónde van señoritas?- le preguntó uno de los hombres, con su acento marcado prácticamente sin mirarlas.

-Hola, somos Bego y Paula, vinimos desde muy lejos para conocer a los excelentísimos pilotos. Usted parece un hombre muy adorable, que estoy segura nos dejará al menos saludar a uno de ellos.- comenzó a explicarle Begoña con un tono de súplica que sonaba demasiado divertido.

La última vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora