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Luego de una noche en la que había sido casi imposible dormir, Paula esperaba a Carlos en el gimnasio. No había logrado dejar de pensar en aquel beso, no le había contado nada a Begoña, sabía que sólo la alentaría a volver a intentarlo, siempre le decía que estaba demasiado sola.
Carlos por su parte tampoco dejaba de darle vueltas al asunto. Se intentaba convencer de que aquello no era lo indicado. Tenía varias opciones para saciar sus deseos, incluso le había respondido unos mensajes a una vieja conocida logrando rápidamente su sugerencia. Sin embargo, enseguida había perdido el interés, no era Paula, y eso comenzaba a hacer que cualquiera que no fuera ella perdiera su atractivo.
Intentó centrarse en su recuperación y bajó al gimnasio con su habitual actitud presumida, pero con sólo verla las imágenes de la noche anterior lo atravesaron. En otras circunstancias se hubiera apresurado a abrazarla por la espalda y la hubiese besado antes siquiera de saludarla. Pero no podía, no todavía, pensó como si aquella palabra aliviará sus insatisfechos deseos.
-Buenos días, Licenciada.- le dijo y cuando ella giró para verlo y sonrió supo que cada vez iba a ser más difícil contenerse.
-Buenos días, ¿Listo para algo nuevo?- le preguntó con entusiasmo.
-Siempre.- le respondió contagiado por su mirada.
-Vamos a la bici entonces.- le dijo ella caminando rápidamente hasta aquella bicicleta fija.
Carlos la siguió y comenzó a subirse con cuidado.
-¿Estás segura de que ya puedo?- le preguntó con algo de escepticismo, la rodilla casi no le dolía, pero la posibilidad de volver a sentir dolor lo atemorizaba.
Paula asintió aún con una sonrisa.
-No para correr el Tour de France, pero sí para comenzar a evaluar la motilidad. - le dijo mientras aseguraba la correa en su pie y se quedaba en cuclillas para alentarlo a comenzar a pedalear.
-Si usted lo dice.- le respondió Carlos comenzando a moverse. La observaba desde arriba, ella aún agachada parecía muy concentrada en su pierna.
-No pares.- le indicó mientras pasaba sus dedos por el borde externo primero y luego exploraba la cara interna.
Carlos intentaba concentrarse pero tenerla cerca le gustaba demasiado. Comenzó a acelerar el ritmo mientras apretaba los dientes, quería terminar lo antes posible, necesitaba sentirse libre para volver a intentarlo. Extrañaba su labios, esos que había probado para confirmar que eran tan adictivos como sospechaba.
-Bueno Chili, tranquilo, que no es una carrera.- le dijo Paula presionando su muslo para que bajarla la velocidad.
Carlos la miró sorprendido, que conociera ese apodo sólo le confirmaba que sabía mucho más de lo que él sabía de ella. Sus amigos lo llamaban así y gracias a las redes, hacía poco tiempo, sus fanáticos también lo hacían.
La miró con una sonrisa de lado que no pasó desapercibida para ella.
-Carlos… Quise decir Carlos.- le dijo arrugando un poco sus cejas como si se hubiera extralimitado.
Carlos continuaba pedaleando pero no podía borrar la sonrisa de sus labios.
-Chili me gusta, pero debes decirme cómo te llaman a ti, solo para estar a mano.- le dijo mientras ella se ponía de pie para poner un poco de distancia. Hubiese querido acariciar su pierna en lugar de revisarla, pero no podía hacerlo.
Lo miró dubitativa. Demasiados recuerdos la alcanzaron pero no podía compartirlos.
-No me obligues a tocar tu arruguita y ya dilo…- le dijo clavando sus ojos en sus labios para demostrarle que sabía que se estaba conteniendo.
Ella puso los ojos en blanco, pero en verdad le encantaba que la conociera.
-Siempre fui Paula, Pau para mis amigos, Pauli para mi mamá. Aunque hubo un tiempo…- comenzó a decir, pero debió interrumpir su relato para volver a tomar la rodilla de Carlos.
-Más despacio.- le dijo haciendo presión sobre su muslo.
-Ok, ok. Es que no me duele, en serio, puedo aumentar la velocidad. -le respondió alzando sus cejas con ese gesto divertido que Paula comenzaba a adorar.
-Sé que puedes, pero no es lo que debes. Más despacio, por favor.- le dijo anotando algo en su libreta.
Carlos reguló la velocidad y continuó pedaleando.
-¿Hubo un tiempo en que …?- volvió a decir, retomando aquella conversación que tanto le gustaba.
-Me da mucha vergüenza.- le confesó ella con una sonrisa que si bien era demasiado tierna no hizo más que confirmalre a Carlos cuánto le gustaba.
-Si te lo digo, prometeme no llamarme así.- le advirtió incluso alzando su dedo índice.
-No sé si pueda prometer eso, a lo mejor me gusta demasiado,- le respondió también divertido.
-Entonces no te lo digo. - le respondió ella mientras le indicaba que se detuviera y volvía a anotar algo en su cuaderno.
-Vamos a la camilla.- le anunció caminando hacia el lugar.
-No puedes dejarme así, tú conoces mi apodo, es injusto.- le dijo mientras la seguía sin poder evitar desviar sus ojos a aquellas caderas que se movían ajenas a sus deseos.
-Yo y miles de personas más. - le respondió esperando que se sentara sobre la camilla.
-Pero es no quiero saber el apodo de miles de personas, sólo el tuyo.- le dijo tomando asiento con sus piernas colgando.
-Se que lo vas a usar en mi contra.- le respondió estirando su pierna para comenzar a tocar su rodilla.
-No puedo más de la curiosidad, no puede ser tan malo.- le respondió realmente intrigado.
-Acostate que tus músculos están demasiado tensos.- le pidió y mientras lo hacía comenzó a negar con su cabeza.
-No es malo, fue en un momento de adolescencia absurda, esos que te llevan a hacer cosas de las que después de arrepentís.- comenzó a explicarle Paula mientras comenzaba a masajear sus cuádriceps con pericia.
Carlos colocó sus brazos detrás de la cabeza e intentó relajarse, había recibido masajes muchas veces en su vida, pero al ser ella quien los estaba haciendo cobraban una connotación que no podía ocupar su mente en ese momento.
-¿No me digas que has tenido una etapa dark o algo así?- le sugirió divertido, no podía imaginarla de aquella forma, pero le resultaba divertido.
-Nooo.Todo lo contrario de hecho.- le respondió ella luego de una carcajada, mientras continuaba masajeando aquel enorme músculo disfrutándolo más de lo que debía.
-¿Lo contrario? Vamos dime, que no puedo más con la curiosidad.- le pidió con verdadera intriga.
-No quería generarte tanta expectativa, ahora te va a parecer tonto.- le respondió ella apretando sus labios.
-Nada de lo que digas me parece tonto.- le respondió él sin dejar de mirarla, para disfrutar de ese tono rosado que sabía alcanzarían sus mejillas. Era hermoso hacerla sonrojar, parecía tan inocente que con sólo recordar la forma en la que lo había besado, sólo quería conocer más de aquella faceta salvaje que contrastaba tanto con esta.
Paula tomó aire, había dejado de mover sus manos por unos segundos para tranquilizarse.
-Me había vuelto fanática de ese oso adicto a la miel, tenía su mochila, buzos, remeras, agendas, todo lo que puedas imaginar de él y por eso mis hermanas comenzaron a llamarme… Pooh. Al principio me enojaba, pero en cierto modo habían sido ocurrentes. Creo que por un par de años, incluso habiendo dejado el merchandising atrás continuaban llamándome así, creo me había acostumbrado y hasta me había comenzado a gustar.- confesó finalmente, con su mirada perdida en algún lugar del pasado. Extrañaba a sus hermanas, la nostalgia de aquella época no hacía más que derretir porciones de su congelado corazón.
Carlos la observaba alucinado. Conocer aunque sea un poco de ella le encantaba, esa mirada no hacía más que invitarlo a querer saber mucho más.
Paula dejó de mover sus brazos y lo miró apretando sus labios como si su silencio fuera una mala señal.
-Pooh…- dijo él y aquel apodo en sus labios fue mucho más intenso de lo debía.
-Te dije que no era gran cosa.- le dijo ella negando con su cabeza mientras volvía a su trabajo.
Carlos sonrió y colocó su mano sobre la de ella para que lo vuelva a mirar.
-Me encanta.- le dijo una vez que tuvo su atención e incorporándose un poco se aventuró a pasar sus dedos por su mejilla, que una vez más se tornaba rosada.
-Buenos días, remolón, ahora que he llegado se ha terminado el descanso para ti.- dijo la voz de un hombre desde la entrada del gimnasio haciendo que ambos se alejaran rápidamente uno del otro.
Paula giró y se encontró con un joven atlético y alto. Tenía el cabello claro y los ojos en un tono avellana que le quedaban muy bien a su barba de pocos días. Tenía una actitud desafiante y autosuficiente, parecía presumido, de una manera poco atrayente, como si se sintiera superior a los demás.
-Hola Victor, te presento a la Licenciada Paula Hernández, una excelente kinesiologa.- le dijo Carlos poniéndose de pie para chocar su puño con el de aquel entrenador.
Paula lo miró con una escueta sonrisa y le ofreció su mano.
-Encantada.- le dijo estrechando su mano con solvencia.
-Veo que estás muy bien.- le dijo Victor a Carlos al verlo de pie y él no dudó en moverse con gracia para demostrarle que no le dolía nada.
-Bueno, bueno, tranquilo, no abuses.- le indicó Paula con algo de temor.
-Tranquila tú, que yo sé como sacarlo bueno.- le dijo Victor apoyando su brazo sobre los hombros de Paula con una confianza que lejos de agradarle la llevó a disimuladamente intentar liberarse él.
-Para sacarlo bueno, como decis hay que ser responsables. No apuren las cosas, la planificación está demasiado ajustada como para adelantarse. Hoy probamos movimientos en la bicicleta y sus músculos se estresan demasiado, creo que es prudente que armemos una rutina juntos.- le dijo sin temer mirarlo a los ojos con decisión. No iba a dejar que un agrandado como él arruinara las posibilidades que Carlos tenía.
-Juntos lo que quieras, guapa.- le respondió haciendo que Carlos quisiera tirarse encima en ese mismo momento.
-Juntos, los tres.- respondió rápidamente ella tomando su iPad para comenzar la difícil tarea de ponerse de acuerdo con aquel hombre, que comenzaba a caerle demasiado mal.
Carlos sonrió mirando el suelo, había algo que ya no podía continuar evitando, cada vez le gustaba más tenerla en su vida

La última vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora