El viaje había resultado más incómodo de lo que esperaba, El chofer de Carlos los había esperado en el estacionamiento y ella se había apresurado a escabullirse en el asiento trasero. Carlos iba adelante y no dudó en saludar a la gran cantidad de personas que aguardaban por su salida. Había fanáticos con carteles y flores, pero los flashes cegaban incansablemente a quien quisiera verlos. Carlos se limitaba a sonreír y sacudir su mano, mientras Paula se cubría su cara deseando que aquello terminara lo más rápido posible.
Luego de sortear aquella salida, el auto parecía avanzar algo más rápido, pero la inminente amenaza de algún paparazzi no hacía más que aumentar el temor en Paula, que apenas había respondido con monosílabos los intentos de Carlos por entablar una conversación.
Carlos parecía algo frustrado, había esperado aprovechar el viaje para conocer algo más de aquella misteriosa argentina y, sin embargo, ella se había mostrado más hermética que en el hospital.
Llegaron a una enorme casa en las afueras de Madrid, tenía un portón de hierro robusto que se abrió ni bien lo alcanzaron, a su paso un enorme jardín prolijamente cuidado guardaba flores de la estación que realzaban su encanto y unos metros más adelante el auto se detuvo en las puertas de roble con llamadores relucientes. Paula estaba asombrada, había imaginado que Carlos tendría una hermosa casa, pero aquella superaba sus expectativas, nunca se había dejado impresionar por lo material, de hecho una vez había tenido una casa lujosa y sin embargo se había transformado en su peor pesadilla.
Sin querer recordar el pasado, se centró en ayudar a Carlos a bajar del vehículo. Mientras el chofer acercaba la silla de ruedas ella se apresuró a ofrecerle su mano al piloto que la miró expectante.
-¿Qué te parece?- le preguntó presuntuoso. Sabía que las pocas mujeres que habían conocido su casa se volvían locas y estaba esperando la reacción de ésta en particular.
-Qué si nos paramos podemos seguir con mi planificación.- le respondió Paula moviendo su mano para que la tomara lo antes posible.
Carlos sonrió, sin dudas era una mujer distinta. Aún no sabía qué era lo que más le gustaba de ella pero estaba dispuesto a descubrirlo.
Con ayuda de su chofer se acomodó en la silla, justo cuando varias personas, que parecían ser empleados de la casa, se acercaban a saludarlo.
Paula apreció la manera en la que Carlos los trataba, era como si fueran de su familia, incluso le había hecho una broma la mujer que parecía ser la cocinera de la casa insinuando que tendría una boca más que alimentar. Paula se puso en alerta, no iba a quedarse a comer con él, había pensado en regresar al hospital cada mediodía y luego volver para el segundo turno. Mientras caminaba detrás de Carlos, aquella idea se volvía más descabellada. La casa estaba lejos, el metro no llegaba sino a unas diez cuadras. Su plan tenía algunas fallas, a lo mejor sí terminaría probando la comida de aquella risueña señora, pensó con resignación.
Sin perder más tiempo Carlos le pidió a uno de sus empleados que los llevaran hasta el gimnasio. Era una sala amplia con un enorme ventanal que daba al jardín trasero ofreciendo una vista digna de Pinterest, pensó Paula, por fin sonriendo desde su salida del hospital.
-¿Esto sí te gusta?- le preguntó Carlos mientras se sacaba su campera para apoyarla sobre uno de los sillones que se encontraban al ingreso del lugar.
Paula lo miró sorprendida.
-Es muy linda, pero no entiendo por qué…- comenzó a responder justo cuando él intentaba ponerse de pie.
Sin perder tiempo se apresuró a correr a su lado para abrazar su cuerpo contra el de ella.
-Tranquila, tranquila que recién llegamos.- le dijo él divertido disfrutando de aquel contacto tan inesperado.
Paula puso sus ojos en blanco mientras caminaban juntos hasta uno de los aparatos de aquel gimnasio. Carlos tenía su brazo sobre sus hombros mientras ella rodeaba su cintura con los propios. Él era un poco más alto y disfruto de la vista de sus pechos a través del escote de su ambo con disimulo mientras la oía respirar con fuerza, como si estuviera conteniendo la respuesta de su propio cuerpo.
-No te muevas si yo no te lo pido, es imprescindible respetar los tiempos.- le anunció intentando sonar profesional, mientras le indicaba que estirara su pierna sobre aquel banco.
-¡Qué mandona, Paulita!.- le respondió él sin quitar sus ojos de los de ella que hacían lo imposible por no mirarlo.
-Que desobediente, Carlitos.- le respondió por fin mientras señalaba su pantalón deportivo.
-¿Qué pasa?- le preguntó Carlos disimulando que no sabía lo que debía hacer.
-Sacate los pantalones.- le respondió Paula impaciente.
-Sí que vas al grano. -le respondió él mientras comenzaba a bajarlos apoyándose en su pierna sana.
Paula esperó con paciencia pero al ver que demoraba demasiado se aventuró a ayudarlo. Tomó la cintura de aquella prenda y tiró de ella para terminar de despojarlo y al ver que sólo tenía sus boxers oscuros volvió a poner los ojos en blanco.
-La próxima vez usá shorts desde el comienzo.- le dijo conteniendo sus propios nervios. Sabía que lo había hecho a propósito, pero no pensaba caer en sus juegos. Estaba allí para cumplir con su trabajo y eso era lo único pretendía hacer allí.
-¿Te molesta?- le preguntó Carlos justo cuando ella retiraba la venda de su rodilla para comenzar a explorar el tendón interno.
-¡Ouch!- dijo Carlos cerrando los ojos con fuerza para contener el dolor.
-Lo siento.- se apresuró a responder Paula buscando sus ojos por primera vez.
Carlos contuvo el aliento y cuando iba eliminar un improperio abrió sus ojos y la vio tan cerca, tan hermosa que las palabras no terminaron de materializarse.
-Al principio puede doler un poco.- agregó Paula volviendo a recorrer aquella rodilla controlando la presión de cada movimiento.
Carlos la observaba mientras intentaba controlar su propio dolor. Tenía los ojos apretados al igual que sus dientes, su concentración parecía mayúscula, incluso detrás de sus anteojos y un brillo incipiente comenzó a pintar su frente. Parecía estar haciendo su mejor esfuerzo por no generarle dolor y él lo apreció. Aunque le costara admitirlo, que fuera ella le daba una sensación placentera que lograba llenarlo de esperanza.
-¿Mejor?- le preguntó Paula sorprendida por encontrarse con sus ojos tan cerca de los de ella.
Carlos asintió con su cabeza. Por primera vez no deseaba provocarla, aquel contacto había sido tan perfecto que no deseaba arruinarlo.
-Bien.- le respondió Paula con una gran sonrisa que terminó de confirmarle a Carlos cuánto le agradaba su compañía.
Paula se apresuró a alejarse, fue en busca de la máquina de electrodos, pero lo que necesitaba en verdad era tomar distancia. Había sentido su mirada durante toda la evaluación creyendo que era su imaginación, pero al girar y verlo tan cerca su corazón se aceleró como llevaba tiempo sin sentir.
Regresó mirando el piso con los electrodos y comenzó a ubicarlos en la zona de la lesión. Iba encenderlos cuando se detuvo a ver el rostro de Carlos, con los ojos apretados y la boca tensa.
-Esto no duele.- le dijo con una sonrisa logrando que él vuelva a relajarse.
Sin poder evitarlo recorrió su cuerpo con la vista, gesto que no pasó desapercibido para el piloto, quién no pudo sentirse más dichoso. Pero para no arruinarlo, prefirió limitarse a enseñarle una sonrisa de lado.
Paula se apresuró a encender el equipo. ¿Qué estaba haciendo?, pensó arrepentida. Era sólo un paciente, se recordó a sí misma. Aunque cada segundo que pasaba le resultara más difícil creerlo.
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La última vuelta
RomancePaula es una kinesióloga que trabaja en Madrid desde hace cuatros años. Luego de un incidente debe ayudar a Carlos, un piloto de carreras en ascenso, a rehabilitarse en tiempo record. Tan presumido como irresistible, sus encuentros se convierten en...