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Si había algo que ponía nerviosa a Paula eran las carreras y si esa carrera era una en la que competía el dueño de su corazón, las dos horas se convirtieron en un serio riesgo de sufrir una arritmia. 

Por suerte el final fue el esperado y ni bien vio aquella flameante bandera a cuadros todos los nervios se convirtieron en una alegría desbordante que se tradujo en todo su cuerpo que no paraba de saltar, gritar y sonreir. 

Todo el equipo salió a recibir a Carlos que preso de una excitación única se lanzó a ellos para terminar volando por los aires aún con su casco puesto. Debía continuar con los protocolos, debía pesarse y pasar al box exclusivo de ganadores, pero entonces la vio. 

Allí, al lado de sus padres, sus hermanas y su tío estaba ella, con los ojos desbordados por las lágrimas y la sonrisa más hermosa del mundo. Se apresuró a correr a su encuentro, incluso con el casco puesto. 

A pesar de las personas de seguridad desesperadas por contenerlo y las miles de cámaras apuntandolo con insistencia, corrió a su encuentro para alzarla en sus brazos y girar con ella exultante. 

Paula no podía creerlo, lo abrazó mientras lloraba sin poder evitarlo, le dio un dulce beso en el caso y al notar que un hombre de seguridad tiraba del brazo de Carlos para que continuara con el protocolo lo liberó. 

Él regresó señalando su corazón con el puño y luego a ella y entonces toda la prensa supo que tenía un nuevo objetivo. 

Los festejos fueron interminables, el baño de champagne, los gritos de los fanáticos, las millones de notas y por fin el beso tan esperado: Cuando logró cumplir con sus tareas, con su cabello aún mojado y su sonrisa imborrable, se acercó a la valla y sin ver a nadie más que a ella la atrapó entre sus brazos para besarla sin contemplaciones, sin que le importara nada más que hacerle saber que aquella victoria junto a ella cobraba un sentido único, que la volvía tan maravillosa como lo que estaba sintiendo en ese momento. 

-¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias!- le dijo cuando pudo separarse incluso sin lograr escucharla por los gritos que los fanáticos no dejaban de emitir. 

-¡Gracias por confiar en mí siempre, por acompañarme, por venir! Gracias por hacerme tan feliz. - le dijo con sus manos sobre sus mejillas y sus frentes unidas, mientras los ojos de Paula se llenaban de lágrimas y sus labios no podían dejar de sonreír. 

Los festejos parecían no cesar, habían bailado, saltado y disfrutado hasta altas horas de noche. Casi de madrugada, de vuelta en el hotel Carlos aún sostenía la mano de Paula, era como si no hubiese querido soltarla nunca más. 

Ni bien dejaron el ascensor él se apresuró a besarla. Estaba agotado, pero eso no le impedía a su cuerpo responder al contacto. Recorría su cuerpo con sus manos presurosas. Impaciente, ni siquiera se molestó en sacarle la ropa. Levantó aquella remera y besó cada centímetro sin detenerse mientras su respiración agitada estremecía su piel. Ella se aferró a sus hombros musculosos y cruzó sus piernas alrededor de su cintura. Sus manos recorrían su cabello mientras disfrutaba de su boca deleitándose con sus pechos. 

Con movimientos torpes llegaron hasta el borde de la cama y cuando iban a acostarse resbalaron para caer sobre el piso.  Sin poder evitarlo ambos rieron. 

-Tranquilo campeón, que tenemos tiempo.- le dijo ella mientras lo recostaba sobre el piso y se acomodaba sobre aquel cuerpo que tanto le gustaba. 

La palabra campeón resonó en su mente robándole una nueva sonrisa y sin poder evitarlo la tomó de las caderas para acelerar sus movimientos. ¡Cuánto le gustaba! pensó mientras el calor en su cuerpo se acrecentaba y la necesidad de oírla gemir se hacía imposible de ignorar. 

-Me haces tan feliz, Pooh.- le dijo sin dejar de mirarla mientras aumentaba el ritmo de sus embestidas. 

-Vos también, muy, muy muy...- dijo y no pudo terminar ya que un avasallante orgasmo la atravesó obligándola a contener la respiración, justo cuando él se dejaba ir en un sentimiento demasiado similar. 

Una breve pausa los llevó a disfrutar de aquel abrazo, como si no existiera nada más y en cuanto un dolor incipiente comenzó a molestarle a Carlos en su espalda, una ligera risa escapó de sus labios. 

-Creo que estoy algo mayor para hacerlo en el piso.- le dijo y ella se incorporó para ayudarlo. 

-No te preocupes, soy experta en masajes curativos.- le respondió ella con esa sonrisa que tanto le gustaba. 

-Qué tentador.- le respondió mientras se ponía de pie. 

-Dame un minuto.- agregó acercándose al baño. 

Pero al regresar ella parecía dormida, se había recostado en la cama con intenciones de esperarlo y el cansancio parecía haberla vencido.

-¿Pooh?- le preguntó mientras se acomodaba a su lado

-Mm..- dijo Paula sin lograr abrir sus ojos.

Entonces acarició su mejilla con dulzura. 

-Creí que me habías prometido unos masajes.- le dijo cerca de su oído depositando un dulce beso luego. 

-mm.. Chili…- llegó a decir, pero el agotamiento extremo de aquellos nervios acumulados no le permitieron continuar. 

Carlos sonrió mientras pasaba su brazo debajo de ella para abrazarla. 

La adrenalina de haberlo conseguido no le permitía dormir. Tomó su teléfono y comenzó a recorrer los portales sin dejar de abrazarla. Las fotos y los videos parecían multiplicarse. Su sonrisa era enorme, lo había logrado. Llegó a una foto en la que Paula lo miraba desde atrás de la valla. Su rostro parecía iluminado, ¡estaba tan hermosa! Sus ojos parecían amarlo, eran tan expresivos que cualquiera podía adivinarlo. Agrandó la imagen para disfrutarla y haciendo una captura de pantalla no dudó en subirla a sus propias redes junto a un corazón delicado pero convincente.  

Entonces la oyó moverse y cuando pasó su brazo sobre él su mano izquierda quedó reposada sobre su abdomen. La levantó con dulzura y depositó un dulce beso en el dedo anular. Ya no le quedaban dudas de que quería pasar el resto de su vida junto a ella. 

Lo que ninguno de los dos sabía era que al otro lado del mundo, detrás de un escritorio viejo, a punto de terminar su turno, alguien más había visto aquella fotografía.
Por fin la había encontrado. Llevaba el cabello de otro color, pero sus ojos estaban intactos. Había llegado el momento, pensó con una sonrisa que lejos de ser alegre cargaba con un sabor a venganza que la volvía escalofriante.

La última vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora