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Preparaba una valija sin siquiera saber que debía llevar. Nunca hubiera imaginado que viviría algo como lo que estaba viviendo. Paula se sentía en medio de un sueño del que no quería despertar.
Había estado toda la tarde junto a Carlos, quién le había explicado con una paciencia, que parecía no tener normalmente, como manejar aquel auto y ella se había animado a hacerlo. En aquel circuito exclusivamente para ellos había manejado por primera vez en su vida y lo más loco era que no había sido el hecho de hacerlo en un auto demasiado lujoso, lo que la había puesto nerviosa, si no la mirada constante de su copiloto que parecía llevar una sonrisa tatuada en su rostro.
-¿Sabes? Odio ser copiloto, las veces que he subido con mi padre e incluso con Charles la he pasado demasiado mal.- le había confesado mientras ella se aferraba al volante para tomar una curva.
-Gracias por contarme que la estás pasando mal.- le había respondido ella sin sacar sus ojos del camino.
-Lo odio pero vas tan lento que ni siquiera se siente como un viaje.- le respondió divertido, mientras ella por fin sacaba una mano del volante para darle una palmada en su brazos a modo de reproche.
-¿Qué queres? Tu presencia me intimida demasiado.- le confesó ella completando la vuelta que esperaba fuera la última.
-¿Ah si? No veo por qué…- le respondió él presumido acomodándose los anteojos con gracia.
-Aunque te hiera el ego no es por lo que te imaginás.- le respondió ella deteniendo el auto.
-¡Ah no, no! Faltan tres vueltas por lo menos.- le dijo él obligándola a continuar.
-Creo que ya fue bastante y no lo hice nada mal.- respondió ella sonriendo y mirándolo a los ojos por primera vez desde que se había ubicado detrás del volante.
-Eso es cierto, pero quiero que continúes un poco más… por favor.- le pidió incluso arrugando sus labios con una falsa súplica.
Paula continuó manejando, iba realmente muy despacio pero lejos de impacientarse Carlos lo estaba disfrutando, parecía que si estaban manejando respondía sin censura, como si no temiera decir algo incorrecto y eso era hermoso.
-Entonces ¿Por qué te intimido?- le preguntó retomando aquel tema que ella creía olvidado.
-No te lo pienso decir. - le respondió con una enorme sonrisa y él alzó sus cejas con falsa indignación.
-Vamos Pooh, no me hagas suplicarte.- le dijo volviendo a acariciar su brazo como lo había hecho antes.
-Vamos, Chili, sabés porqué, pero no quiero hablar de eso ahora que me estás torturando. ¿Podemos volver, por favor?- le pidió siendo ella la que impostaba súplica en su voz.
Carlos se sintió halagado, creía entender muy bien lo que estaba sugiriendo y eso le gustaba cada vez más.
-Ok. - le respondió sorprendiendola por la velocidad con la que había cedido. Creyó que se había extralimitado y se arrepintió de aquel comentario insinuando que lo encontraba atractivo.
Detuvo la marcha y cuando Carlos descubrió una ligera decepción en sus ojos se apresuró a hablar.
-Sólo terminamos para que tengas tiempo de prepárate. -le dijo haciendo que ella lo mirara con curiosidad.
-¿Prepararme? ¡Basta de sorpresas por hoy que no creo que mi corazón aguante!- le confesó ella con su habitual espontaneidad.
El sólo hecho de oír hablar de su corazón despertó un nuevo deseo en Carlos y sin pensarlo apoyó su mano sobre aquella tela ajustada justo dónde se suponía estaba aquel órgano.
-¿A ver qué piensa de esto?- le dijo entre provocativo y enigmático.
-Me gustaría que me acompañaras a Australia mañana.- le anunció percibiendo como aquellos latidos incrementaban su ritmo de manera vertiginosa.
Paula no sabía qué era lo que la ponía más nerviosa, si el contacto de su piel con la de ella, su mirada imposible de esquivar o su proposición tan tentadora, pero consciente de cómo su corazón la delataba decidió tomar la mano de Carlos para apartarla.
-No puedo ir a Australia.- le dijo mirando hacia abajo con resignación.
-¿Por qué?- le preguntó él sin querer darse por vencido.
-Es que…- comenzó a decirle mientras buscaba una razón de peso.
-Te escucho.- afirmó él intentando obtener la respuesta que deseaba
Entonces ella volvió a mirarlo. ¿Por qué no podía?, pensó comenzando a claudicar ante la idea.
Volvió a bajar la mirada pero él levantó su mentón con ternura para que continuara mirándolo.
-Voy a serte sincero. Estoy muerto de miedo por esta carrera, creo que estar allí y no ser el que suba al auto va ser demasiado doloroso, sé que tengo que hacerlo, quiero hacerlo por Charles y debo hacerlo por mi futuro, pero no termina de gustarme del todo la idea y a lo mejor es un poco egoísta pedirte que vengas sólo porque siempre tienes las palabras que me tranquilizan o porque contigo sonrío más que con cualquier otra persona en este mundo, pero en verdad me haría muy muy bien, tenerte cerca.- le dijo sin dejar de mirarla con esos enormes ojos que lograban derretirla.
Paula sonrió y él supo que había logrado convencerla, nada de lo que había dicho era falso, en verdad lo sentía así. También había otras cosas que sentía cuando estaba con ella pero no podía confesarlas, al menos no todavía, pensó para contenerse.
-¿Así que voy a conocer a Charles?- le respondió divertida para devolverle la sonrisa que tanto le gustaba.
-Tranquila Pooh, no es tan carismático como yo.- le había respondido él con falsa altanería.
Y varias horas más tarde Paula terminaba su valija con los atuendos detalladamente escogidos por su amiga Begoña, quien le había prohibido empacar aquel enorme ambo celeste que solía usar para trabajar.
-Disfrútalo por las dos.- le había dicho con un gran abrazo que logró llenarla de deseos de volver a creer en la felicidad

La última vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora