Todo su cuerpo temblaba. Su rostro lucía pálido y su cabello desprolijo apenas había comenzado a secarse. Paula entró al hall de aquella enorme casa, que había visitado los últimos meses, con prisa.
-Vengo a ver a Carlos. ¿Podría llamarlo por favor? Pero necesito un vaso de agua primero.- le dijo al señor Anselmo, uno de los empleados que bien conocía, y sin darle tiempo a responder se apresuró a caminar hasta la cocina. Había manejado aquel auto reluciente, con poco conocimiento y sin licencia. Había sido una idea tonta, pero con la adrenalina del momento no lo había llegado a analizar.
Entró a la cocina de forma repentina, llevaba su buzo enorme, su cabello suelto y unos pantalones que eran más adecuados para dormir que para aquella lujosa estancia, ni siquiera lo había pensado, sólo necesitaba escuchar sus explicaciones para haber desaparecido de esa manera y lo que era aún más doloroso, porque la había sacado de su vida tan fácilmente.
-¿Podemos ayudarle señorita?- oyó detrás de ella en una voz dulce que no conocía.
Paula se dio vuelta y su expresión fue todo un poema. En la enorme mesa que daba al ventanal del jardín estaba toda la familia de Carlos. Su madre, sus hermanas con sus parejas y el famoso Carlos Sainz senior padre disfrutaban junto al Carlos que ella tan bien conocía, un abundante almuerzo.
Paula se llevó ambas manos a la boca, se acababa de dar cuenta de su error, ¿cómo había ido sin avisar? ¿Cómo se había atrevido a aparecer de esa manera? El rubor de sus mejillas tradujo su vergüenza mientras buscaba la mirada de Carlos, que se había limitado a cerrar sus ojos para evitarla.
Entonces recordó el motivo de su presencia allí y decidió explicarse.
-Lo siento mucho, soy Paula Hernández, he ayudado a Carlos con su rehabilitación y siento haber venido sin avisar, pero su hijo me ha enviado un regalo que no puedo aceptar.- dijo sin lograr mirar a nadie en especial.
La madre de Carlos fue la primera en ponerse de pie, había oído tanto de ella que verla le supuso una gran alegría, iba informal, como si no hubiera planeado aquella visita y aún así era tan bella como la había imaginado.
-Por favor, pasa querida. Has hecho un trabajo formidable con mi hijo y siempre vamos a estarte agradecidos. Deberías conservar el presente y unirte a nuestro almuerzo.- le dijo tomándola con cariño del brazo.
Paula se sintió halagada pero en lugar de caminar junto a ella se detuvo y la miró con dulzura.
-Le agradezco mucho, pero ya no trabajo aquí, Carlos ha decidido dar por terminado el tratamiento y sólo quería devolverle esto, pero tengo que irme. - dijo sacando las llaves de su bolsillo para apoyarlas sobre la mesa.
-No me extraña que no termine lo que empiece.- oyó en la voz del padre de Carlos que con un tono que le desagradó. No era justa esa afirmación y al notar el cambio en la mirada de su Carlos no pudo contenerse.
-Disculpe Señor Sainz, en verdad lo admiro mucho, es usted un piloto formidable, pero debo decirle que no puedo estar más en desacuerdo con su afirmación. Carlos no sólo ha cumplido en cada día con la ajustada planificación, soportando el dolor y venciendo el cansancio, también siempre lo ha hecho con una sonrisa. Llevo ocho años en esta profesión y cada paciente, sobre todo aquellos a los que la lesión hace peligrar su carrera pierden la esperanza en algún punto, hay que tener una gran fortaleza para que la frustración no venza y su hijo a demostrado ser valiente, comprometido y contar con una mente formidable que lo llevó a completar la recuperación en tiempo record y eso es algo para enorgullecerse.- dijo logrando por fin que Carlos la mirara y una ligera sonrisa de lado asomara a su hermoso rostro para volver a iluminarlo.
La madre de Carlos estaba a punto de emocionarse, esta joven era más hermosa de lo que había aventurado y veía en su hijo lo mismo que ella.
-Estoy muy orgulloso de mi hijo, señorita Hernández. Y no tengo dudas de todo lo que dijo, mi hijo es la persona más valiente que conozco. - le respondió el hombre, sintiéndose algo apenado por haber sonado tan injusto y entonces se volvió para mirar a su amado hijo.
-A veces me paso con las exigencias, pero solo es porque confío en que puedes ser el mejor. ¿Sabes lo orgulloso que estoy de ti, verdad?- le dijo generando un momento demasiado íntimo, en el que Paula sintió que estaba de más. Le había encantado vivirlo pero no tenía nada que hacer allí.
Carlos sonrió con genuina alegría, su padre era su heroe, su inspiración y la persona cuyo consejo más valoraba. Lo amaba, lo respetaba y sabía que el sentimineto era mutuo, lo había acompañado a cumplir su sueño desde el momento en el que se lo había pedido, oírlo hablar así sólo engrandecía su corazón y que hubiera sido gracias a las hermosas palabras que Paula había dicho, sólo aumentaba su alegría.
-Fue un gusto conocerlos y nuevamente perdón por la intromisión. - dijo Paula finalmente regalándole una sonrisa a la madre de Carlos para luego comenzar a caminar hacia la salida.
-¿Cómo has venido?- oyó por fin la única voz que deseaba oír desde que había llegado.
Paula se detuvo y lo miró, por fin volvía a poseer esos ojos enormes que tanto le gustaban.
-Mejor no preguntes.- le respondió recuperando esa sonrisa tímida que a él tanto le gustaba.
Carlos abrió sus ojos aún más , ¿acaso había manejado hasta allí? pensó sin poder evitar sonreír. Paula era espontánea, divertida e incluso con aquel atuendo, demasiado hermosa.
-Hijo, si la señorita Paula no puede quedarse a almorzar con nosotros ¿Por qué no lo llevas a su casa?-. Sugirió aquella mujer con un tono muy parecido al que le había oído a su hijo alguna vez.
-No es necesario, ya los incomodé demasiado, puedo volver sola.- volvió a decir justo cuando Carlos se ponía de pie y se limpiaba la boca con una servilleta.
-Vamos, ya hemos terminado de almorzar.- dijo con un gesto contradictorio, como si no pudiera decidir si aquella idea le gustaba o no.
Cuando llegó a dónde Paula, ella habló en voz baja.
-No es necesario.- le dijo, pero él no respondió y ella no tuvo más remedio que seguirlo.
Lo acompañó en silencio hasta el auto pero antes de subir lo tomó del brazo para que la mirara.
-No entiendo que te pasó, pero no tenés que hacer esto. Sólo quería devolverte el auto, no puedo aceptarlo. Me alegro mucho por tu recuperación, podemos seguir con nuestras vidas tranquilos. No me debes nada. - le dijo clavando sus ojos en los de él para intentar mostrar determinación.
No era lo que deseaba, no quería que todo terminara allí, pero no podía decírselo. Lo notaba incómodo desde que había aparecido y eso era lo último que quería. A lo mejor se había equivocado con él, a lo mejor no había sentido lo mismo que ella, a lo mejor se convertiría en un recuerdo, uno hermoso e inolvidable, pero un recuerdo al fin.
-Súbete, por favor.- fue lo único que pudo responder él y sin querer continuar peleando, ella finalmente aceptó.
ESTÁS LEYENDO
La última vuelta
RomancePaula es una kinesióloga que trabaja en Madrid desde hace cuatros años. Luego de un incidente debe ayudar a Carlos, un piloto de carreras en ascenso, a rehabilitarse en tiempo record. Tan presumido como irresistible, sus encuentros se convierten en...