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Su pierna se movía con insistencia mientras sus dedos repiqueteaban sobre el asiento delantero del auto que manejaba Claudio. Su manager hablaba a gran velocidad, como era su costumbre, enumerando todos los eventos a los que le convenía asistir. Carlos no podía concentrarse, solía hacer esos viajes todo el tiempo, pero en otras circunstancias. Su pierna no le dolía y eso lo hacía aún más difícil, sentía que podría subir a su auto y hacer el circuito sin problemas. No quería seguir esperando.
Llegaron al aeropuerto y cuando el auto se detuvo frente al pequeño y lujoso avión apretó los labios y tomó fuerzas para enfrentar su destino.
Saludó al piloto, a las azafatas, a su agente de prensa quien le tomó una fotografía, y agradeció que Victor ya estuviera en Australia, no deseaba escuchar sus coqueteos con Paula. Con sólo recordarla necesitó volver a verla, quería que llegara de inmediato, estaba agradecido de que hubiera aceptado la invitación, pero hasta no verla allí no se convencía de que fuera real.
-Ya estamos casi listos, Carlos. ¿Quieres subir?- le preguntó el piloto y Carlos asintió con su cabeza. Se acomodó la gorra de su equipo y volvió a mirar hacia la pista.
Entonces por fin la vio y su corazón comenzó a confirmarle que algo grande le pasaba cuando estaba junto a ella. Llevaba unos jeans muy sentadores, una blusa clara con escote volcado y su cabello suelto, como aquella primera noche que se habían visto. Sus anteojos de marco grande habían sido reemplazados por unos de sol que le daban un aspecto sutilmente hermoso. Unos zapatos bajos completaban su atuendo que no desentonaba para nada con el lugar en el que se encontraban.
-Bienvenida, licenciada, - se apresuró a saludarla, mientras caminaba hacia ella que, se movía con timidez, como si aquella escena la sobrepasara.
-Hola.- lo saludó con un beso en la mejilla mientras miraba a su alrededor consternada.
En verdad estaba pasando, iba a viajar en un avión privado con Carlos Sainz a una carrera del circuito internacional. No lo había ni siquiera soñado y lo que era aún más llamativo es que al ver a Carlos con su pantalón formal y su camisa clara, dejó de importarle todo el resto. Iría con él en una balsa si fuera necesario, ver su sonrisa se había convertido en algo tan necesario que la extrañaba al no verla.
-Estás muy linda.- le dijo Carlos al oído logrando ese rubor en sus mejillas del que amaba ser responsable.
-Bienvenida, soy el comandante Aras, ya estamos listos para abordar.- le anunció el piloto estrechando su mano con firmeza.
-Buenos días, un gusto.- le dijo Paula y luego miró a Carlos para mostrarle una cara graciosa que demostraba cuánto le impresionaba toda aquella formalidad.
Carlos sonrió, todos los nervios que había sentido en el trayecto hasta el aeropuerto parecían haberse desvanecido con tan sólo verla, y quiso disfrutarlo.
Subieron al avión y cuando iba a sentarse junto a ella, su agente lo llamó para hacerle una consulta y no tuvo más remedio que hacerlo junto a él.
Paula se acomodó en aquel confortable asiento y liberó todo el aire que llevaba en los pulmones. Necesitaba controlarse, estaba demasiado nerviosa, sólo era su terapeuta, había viajado para no perder la rutina de ejercicios y completar el plan, no debía imaginar cosas, aunque le hubiera dicho que la encontraba linda ¿o no?, pensó arrugando su boca con miles de dudas en su mente, mientras el comandante anunciaba el despegue.
El vuelo estaba programado para durar dos horas y media y promediando la segunda, cuando por fin se sentía un poco más tranquila, Carlos se acercó para sentarse a su lado.
-¿Qué te ha parecido?- le preguntó mirándola a los ojos.
-Casi irreal.- le respondió ella con su habitual sonrisa.
-¿Irreal? ¿Por qué?- le preguntó Carlos con genuino interés.
Paula abrió sus brazos y alzó sus cejas como si la respuesta fuera evidente y al notar que Carlos continuaba esperando una risa se escapó de su labios.
-A lo mejor para vos es de todos los días viajar en un avión privado con un piloto de Fórmula 1 y su séquito.- le respondió divertida.
-Creí que no te impresionaba todo esto.- le dijo él aún sonriendo.
-Bueno, tampoco soy de piedra. - le respondió ella divertida.
-¿Cómo te sentis vos?- le preguntó ella luego de una pausa, bajando un poco el tono.
-¡Uff! ¿Por dónde comienzo? - le respondió Carlos pasando sus manos por su cabello, en un gesto que le gustaba demasiado a Paula.
-¿La pierna?- le preguntó ella mirando en esa dirección.
-Eso está perfecto. Tuve una excelente y un poco mandona terapeuta.- le dijo mientras ella sonreía y alzaba el mentón con falsa arrogancia.
-¿Y el resto?- volvió a preguntarle con mirada empática.
-Supongo que no lo sabré hasta que no está en el circuito.- respondió con sinceridad.
-Mi papá siempre decía que cuando no podías cambiar las cosas no valía la pena lamentarse de antemano. - le dijo ella apretando los labios como si estuviera pasándose de la raya.
-¿Tu papá? ¿Toda tu familia está en Argentina?- le preguntó deseando conocer algo más de ella.
-Sí. Pero no me cortes la inspiración. Quería decirte que no tiene caso pasar el viaje nervioso por lo que en realidad no puedes cambiar. Vas a presentarte en la pista, vas a saludar a tus amigos y conocidos, posiblemente tengas que responder algunas preguntas de los periodistas, pero eso no va a cambiar tu objetivo final que es Monza. Ahí si vas a volver a tenerlo todo. Intentá disfrutar de esto también.- le dijo ella colocando su mano sobre la de él con cariño.
Carlos no dudó en alzar sus manos unidas y depositar un corto beso en el dorso de la de ella.
-¿Dónde has estado escondida? - le preguntó sin soltarla aún.
Paula bajó su vista e intentó soltarte.
-Carlos, vine como tu fisioterapeuta, ya tenés demasiado con lo que lidiar este fin de semana y no quiero que pienses que..- comenzó a decir y al ver que él la soltaba a desgano se arrepintió un poco de sus palabras.
-Lo sé, lo sé. Soy sólo tu paciente.- le dijo mirando hacia el suelo por unos segundos lleno de frustración.
Pero luego levantó su vista y al ver que el resto de los pasajeros estaban ocupados en sus asuntos se acercó de nuevo para pegar su frente a la de ella.
-¿En verdad soy sólo tu paciente?- le preguntó en voz baja mientras su respiración se volvía más agitada. Podía sentir la de Paula tan dificultosa como la propia y ese brillo especial en sus ojos que le confirmaban que se sentía como él.
-Pasajeros, os solicitamos que se ajusten sus cinturones y se preparen para el aterrizaje- anunció el comandante por los parlantes y Carlos no tuvo más remedio que separarse. Se acomodó a su lado y se abrochó el cinturón mientras ella hacía lo mismo.
Había sido un momento demasiado intenso, uno que ambos deseaban volver a vivir pero no se sentían capaces de sobrevivir. Sabían que si se dejaban llevar todo podría volverse demasiado complicado y aunque temían lo que el futuro les depararía, cada vez se sentían más imposibilitados de lograr contenerse

La última vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora