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Si el primer beso había sido fuego, este se sentía como un incendio forestal. Feliz por oír aquellas palabras de su boca Carlos la había atrapado entre sus brazos para estrecharla contra su cuerpo.
Necesitaba saber que no era otro de sus sueños. Ella había venido, lo había vuelto a buscar y lo besaba como si no existiera nada más en el mundo.
Preso de una pasión desbordada la alzó para cerrar la puerta detrás y presionar sus cuerpos contra aquella madera helada que comenzaba a ganar temperatura. Paula recorría su boca con prisa, mientras sus manos por fin podían disfrutar el estar enterradas en aquel cabello sedoso que tanto le gustaba. Quería saborear cada instante pero la premura de la pasión que despertaba en su mente no le permitía ponerle pausa a sus besos y cuando las enormes manos de Carlos la recorrieron desde la cintura, alzando el vestido a su paso, se supo perdida. Lo quería todo.
Sus dedos acariciaban su piel mientras sus labios respondían al contacto. Su cintura, su ombligo, su espalda y por fin sus pechos, que liberados de aquella tela se enseñaban presuntuosos.
Entonces él abandonó su boca para devorarlos, lo hacía con un desenfreno abrumador que no hacía más que provocar gemidos de sus labios aún hinchados. De a uno a la vez y luego los dos juntos, los masajeaba al ritmo de sus besos, mientras el cuerpo de Paula se retorcía contra aquella puerta en busca de más y más placer.
Ella abandonó su cabello para deshacerse de los botones de aquella camisa, que no temió quebrar. Quería verlo, quería sentirlo, quería disfrutarlo. Besó su cuello mientras sus manos continuaban camino para apoderarse de esa enorme erección creciente que palpitaba tan cerca de su bajo vientre. Un simple roce pareció explotar la voluntad de Carlos, que supeditado a aquel placer volvió a levantarla para llevar hasta la cama.
-No tienes idea de las veces que he soñado con este momento.- le dijo al verla recostada sobre su cama sin más que aquella diminuta prenda imposibilitando que su gozo fuera aún mayor.
Paula se sonrojó, incluso en aquel arrebato de pasión podía volverse inocente.
-No me dejes nunca- le pidió entre más y más besos mientras sus dedos se embebían de aquella humedad que solo le confirmaba que lo estaba deseando tanto como él.
Paula gemía y su respiración acelerada parecía haberla embriagado tanto que volvió a tomarlo con determinación y logró tumbarlo a su lado.
Sin esperar se deshizo de la poca ropa que les quedaba y se acomodó sobre él tomando su propio cabello con ambas manos para anudarlo en un rodete que rápidamente volvió a deshacerse.
-Decime que tenes preservativos.- le dijo en aquella posición que se convirtió rápidamente en la preferida de aquel corredor que sólo pudo señalar la mesa junto a la cama.
Paula se estiró y tomando uno se lo colocó con una pausa inquietante. Carlos no terminaba de creerlo, aquello era todavía mejor de lo que tantas veces había fantaseado.
Con los ojos cerrados Paula se sentó sobre aquel miembro aumentando el cosquilleo que ya sentía en su sexo y subiendo y bajando con pausa comenzó a cabalgar hacia lo que deseaba, no termirara nunca.
-Mírame.- le suplicó Carlos y ella obedeció.
-Es que me gustas demasiado. - se animó a confesarle entre dientes mientras lo miraba a los ojos y entonces él ya no pudo esperar más. Alzó sus caderas aumentando el ritmo y cada embestida conseguía más y más placer. Uno , dos, diez estocadas y una erupción inigualable los colmó hasta lo más profundo para que casi al mismo tiempo lograran llegar a la cima.
Agotada, satisfecha y demasiado feliz, Paula lo abrazó para apoyar su cabeza sobre aquel torso musculoso que tanto le gustaba.
-En verdad eres de otro mundo, Pooh.- le dijo él al oído acariciando su espalda y la sonrisa que notó en sobre su piel le confirmó que estaba tan a gusto como él para hacerlo sentir aún más dichoso.
Unos segundos después ella se incorporó, cubriéndose los pechos caminó hasta el baño y al mirarse al espejo apoyó ambas manos en sus mejillas para golpearlas suavemente. ¿Finalmente acaba de suceder?, pensó sin poder borrar la sonrisa de sus labios. Estaba feliz y llevaba tanto tiempo sin sentirse así que las lágrimas casi desbordan sus expresivos ojos marrones.
No sabía cómo debía seguir, no estaba segura si aquello sería todo, no encontraba las palabras adecuadas para hablar luego de semejante acto de amor. Su corazón le gritaba que lo confesara todo, que le contara su pasado, sus sueños y que creía fehacientemente que se había enamorado perdidamente de él. Pero su mente no se lo permitía. No era seguro, no se creía merecedora de alguien como él. Cerró sus ojos en busca de una respuesta y oyó unos golpes en la puerta.
-¿Puedo bañarme contigo?- le preguntó Carlos entrando al baño mientras buscaba sus ojos a través del espejo.
Paula sonrió mientras asentía con su cabeza. Su respuesta había llegado en esos enorme ojos negros que aún parecían querer devorarla y antes de poder decir nada, se vio envuelta en aquellos fuertes brazos, con las gotas tibias recorriendo su piel, sin poder precisar el limite entre cada uno

La última vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora