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Una sensación de alivio parecía recorrer su cabello con una pausa tan placentera como cálida. Aún no había abierto sus ojos pero su respiración parecía haber aumentado su ritmo.
-Vas a estar bien, mi amor.- oyó y esa voz fue todo lo que necesitó para dejar de sentir dolor.
-¿Ya llegué al cielo?- preguntó Paula abriendo por fin sus ojos y al ver esa enorme sonrisa que tanto amaba nuevas lágrimas brotaron de sus ojos marrones.
Carlos comenzó a besar su rostro por cada rincón, oírla de nuevo era tan hermoso que no deseaba detenerse. Había temido perderla, perderla para siempre y eso había sido devastador.
Hacía apenas 24 horas había recibido una llamada alentadora. Un hotel cercano se había comunicado con la policía, al parecer una mujer había dejado escrita la palabra AYUDA sobre un volante de Fórmula 1. En ese momento no dudó, tenía que ser ella.
La policía había insistido en que esperara allí, dónde toda su familia lo acompañaba, pero él no podía hacerlo.
Necesitaba verla, necesitaba saber que se encontraba bien. Todo lo que no fuera ella había dejado de importar, hubiera entregado su título ese mismo día si de esa manera le permitían volver el tiempo atrás. No se perdonaba el haberla dejado sola, habían sido unos pocos minutos, pero suficientes como para ponerla en peligro.
Sin pensarlo demasiado se había aventurado a correr detrás de los policías, su padre había intentado detenerlo pero al ver el temor en sus ojos había decidido acompañarlo también.
-Os pido que os coloqueis esto y aguarden detrás nuestro, el hombre es policía y puede estar armado.- le anunció el agente que dirigía el operativo entregándoles chalecos antibalas.
Subieron por la escaleras hasta la habitación que les había indicado la recepcionista, la descripción que había dado coincidía con la de Paula, a Carlos no le quedaban dudas, detrás de esa puerta estaba la mujer que amaba, no podía esperar para ir a su encuentro.
Iban a golpear la puerta cuando un grito los alertó, Carlos reconoció su voz al instante y el temor lo llenó de adrenalina. Se adelantó al oficial y comenzó a golpear la puerta con su hombro, debía abrirla lo antes posible. Con apenas dos intentos la vieja madera cedió y ni bien lo hizo el cuerpo de Paula se presentó ante sus ojos derramado sobre el suelo, sin una pizca de la alegría que emanaba normalmente, sin un sólo movimiento.
-Alto policía.- se oyó que decía uno de los oficiales y en ese momento Guillermo se apresuró a tomar su arma para apuntarle a Carlos.
Pero a él no le importó.
-Aqui estoy, mi amor.- dijo el piloto arrojándose sobre Paula para tomarla entre sus brazos, sin medir el peligro de su acción.
Entonces se oyó una detonación y el tiempo pareció detenerse.
Un cuerpo entregado cayó al suelo mientras la sangre brotaba sin pausa.
-¡Hijo!- la voz de Carlos padre se oyó desesperada mientras se abría paso entre los oficiales.
Carlos abrazaba a Paula que yacía inmóvil sobre la alfombra y él se apresuró a hacer lo mismo. No fue hasta que lo oyó respirar que sus ojos se desviaron para confirmar que aquel peligroso hombre se hallaba abatido, mientras el chaleco que llevaba su hijo había detenido el impacto, ese que no había dudado en recibir para protegerla.
Sin poder contener las lágrimas besó la frente Carlos y luego de secar sus ojos con el dorso de su mano buscó su mirada.
-Va a ponerse bien, la salvaste.- le dijo logrando por fin que los enormes ojos de su hijo recuperaran algo de esperanza.
Ahora por fin esas palabras se volvían realidad. Paula se había despertado y lo miraba con esos ojos que tanto amaba.
-Perdón por no contarte nada.- le dijo mientras él continuaba besando un nuevo rincón de su rostro.
-Perdón por dejarte sola.- le respondió aún sintiéndose apenado por aquel error.
-Te amo tanto, Chili, te juro que lo único que me dio fuerzas para seguir luchando fueron esos ojos hermosos que tenes y esa arruguita que logró formar cuando te gusta lo que te digo. Para mi haberte conocido, haberte amado, era lo suficientemente bueno como para que mi vida hubiera valido la pena.- le dijo alzando su mano para tocar su cabello con ese amor que no podía evitar al verlo.
Carlos no pudo evitar que las lágrimas cayeran de sus ojos. Él casi había dado su vida por ella y lo volvería a hacer.
Y entonces sólo quiso creer, como le pasaba en la última vuelta de una carrera que sabía que iba a ganar, sólo pudo sentir que ya nada podía salir mal.
Aquella era su última vuelta, la misma en la que sabía que lo había dado todo, su valentía, su esfuerzo, su pasión y sobre todo su amor. Porque cuando Paula lo miró arrugando su nariz con inocencia y alzó su dedo con gracia para señalar que aceptaba su propuesta, olvidó el temor por no poder lograrlo, por no estar el suficiente tiempo o por no saber si iba funcionar. Porque ahora sabía que el amor era como esa última vuelta, impredecible, vertiginoso y definitivamente maravilloso.

La última vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora