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Paula había pasado todo el día intentando completar un plan de rehabilitación que la conformara sin lograr convencerse de ninguno. Obtener resultados favorables y definitivos en tan solo cuatro meses era un desafío, pero lo que resultaba aún más difícil era imaginarse trabajando al lado de su paciente. Aquellos ojos tan increpantes casi la inmovilizan en la habitación, iba a tener que armarse de valor para lograr imponer su rol de terapeuta frente a una personalidad tan avasallante como la de aquel corredor. 

-Ya es tarde, Paula. ¿Por qué no continúas mañana?- le sugirió David desde la puerta de su oficina con su maletín en la mano. 

No había preguntado nada luego de la visita al cuarto de Carlos y ella aún se lo agradecía. Esperaba que ninguno de los que habían estado allí presentes hiciera comentarios, el hospital era un terreno fértil para los rumores y ella siempre había sabido cómo mantenerse al márgen. No le gustaba ser centro de atención y lo que era aún más importante no podía serlo. Lo había logrado por cuatro años y no estaba dispuesta a echarlo por la borda. 

Carlos debía ser un paciente más, uno transitorio que cumpliera los objetivos del tratamiento y continuará con su vida. Si todo resultaba bien, le pediría que se limitara a nombrar al hospital en agradecimiento. Y si no… Sacudió su cabeza para borrar aquella posibilidad de su mente. Tenía fe en su trabajo, era lo único en lo que se había centrado para continuar viviendo y este paciente, por más famoso, exitoso y buen mozo que fuera, no iba a ser la excepción. 

Se disponía a cerrar su laptop cuando oyó que la puerta del gimnasio se abría, se acercó creyendo que alguien se había confundido y aquella voz que comenzaba a sonarle familiar la sacó de su error. 

-Hola Paulita, Como te estabas demorando decidí acercarme yo así comenzamos de una vez.- le dijo Carlos desde su silla de ruedas empujada por Esteban, uno de los camilleros del hospital que Paula ya conocía. 

Sin poder evitarlo esbozo una sonrisa y cruzó una mirada con aquel corpulento joven de ambo verde, que se limitó a alzar sus hombros como si no hubiera tenido otra opción más que llevarlo hasta allí.

-Creo que no me entendiste bien.- le respondió ella, finalmente, frente a un Carlos que comenzaba a impacientarse. 

-Creo que entendí que tú te harás cargo de mi rehabilitación.- le respondió acercando él mismo la silla hasta dónde ella se encontraba. 

Necesitaba verla de nuevo, aquellos anteojos no hacían más que acrecentar su deseo de deshacerse de ellos. Le hubiese encantado poder ver sus ojos encendidos, como aquella noche, que tan bien recordaba. Su cabello recogido en aquel rodete desprolijo era un abrupto contraste con las ondas definidas que intentaban cubrir sus pechos en el local bailable y sus labios, lo suficientemente carnosos como para convertirse en una obsesión, le daban la certeza de que enfocarse en su rehabilitación iba a resultar un enorme desafío. 

-Si, eso es correcto, pero le dije que le avisaría cuando estuviera lista la planificación.- le aclaró Paula dando un paso hacia atrás intentando recuperar una distancia prudencial. 

Carlos se río y sus blancos dientes le recordaron a Paula cuánto le gustaba que lo hiciera. 

-No vas tratarme de usted, ¿no Paulita? ¿Qué pasó con Carlitos? - le dijo volviendo a acercarse. 

Esteban observaba la escena intentando no sonreír, aquellos dos lograban generar una tensión entretenida, era como si quisieran pelear pero en verdad intentaran acercarse. 

-Tengo que trasladar a otro paciente, cuando se pongan de acuerdo llámame Paula que regreso por Carlos.- dijo el hombre ignorando la mirada de desesperación de la kinesióloga que parecía no querer quedarse a solas con aquel joven que no hacía más que provocarla. Lo había asistido desde su ingreso, lo había visto tan abatido, tan triste, tan diferente a la imagen que solía verse de él en los medios, que el simple hecho de que recuperara un poco de aquella actitud le había agradado. Sabía que Paula era la responsable de aquello y por eso no había dudado en llevarlo hasta aquel gimnasio, incluso sabiendo que aún no estaba listo para iniciar con los ejercicios. 

-Bien ¿Cómo comenzamos?- volvió a preguntarle Carlos mientras estiraba su cuello con gracia.

-No comenzamos.- le dijo Paula arrugando sus labios, como si lo que tuviera que decirle no fuera de su agrado. 

-No te entiendo.- le dijo Carlos arrugando su ceño por primera vez desde su encuentro. 

-Tenemos que esperar que cicatrice, apenas pasaron 72 horas de tu cirugía, por lo menos hay que darle 5 días más. Cuando el traumatólogo te dé el alta voy a ser la primera en buscarte, pero todavía no es tiempo, podrías volver a lesionarte y eso retrasaría todo aún más.- le explicó mientras la decepción se hacía palpable en aquellos enormes ojos negros que comenzaban a inquietarla más de lo que debía.

Sin poder evitarlo acercó su mano a la rodilla del piloto e intentó acariciarla, quería mostrarle que entendía lo que estaba pasando, que lo apoyaba y que esperar era lo mejor que podía hacer. Pero entonces Carlos se apartó de manera brusca. 

-No necesito tu lástima.- le dijo girando las ruedas de su silla para moverla hacia atrás. 

Paula se quedó algo sorprendida, nunca había sido su intención mostrarle lástima, había sido un gesto instintivo, algo natural, casi involuntario. 

Oyó un bufido de fastidio por parte de Carlos y fue suficiente para que volviera a la realidad. 

-¿Quién te dijo que te tengo lástima?- le dijo alzando un poco la voz. 

Carlos dejó de mover sus manos y volvió a mirarla expectante, aquel tono que lo había hecho detenerse semanas atrás, volvió a captar su atención. 

-Fue un gesto, un simple gesto, que si te molesta no voy a repetir, pero si vamos a trabajar juntos necesito que confíes en mí. Hay que esperar cinco días más, hay que comenzar de a poco, tenemos que ser prudentes. Cada paciente que sufre una lesión siente frustración, sobre todo si la lesión limita sus actividades habituales, pero creo que podemos conseguir una buena rehabilitación en cuatro meses. Creo que vos podes.- le dijo sin dejar de mirarlo a los ojos para no perder el valor que la había alcanzado. 

Carlos había sentido el momento exacto en el que su enojo se había evaporado, no solía pasarle, pero esta joven tenía la habilidad de lograrlo y eso era tan extraño como agradable. 

-Ese carácter tuyo…- le respondió sin querer demostrarle lo que sus palabras habían logrado en él. 

-Ese carácter tuyo…- respondió ella imitando su tono y enfrentando aquellos ojos negros. 

Los dos se miraban, sólo el sonido de su respiración agitada parecía teñir el ambiente, intentaba ser un duelo pero cada segundo se volvía más íntimo. No se movían, no dejaban de estudiarse y lo que era aún más peligroso, comenzaban a sentir una conexión difícil de ignorar.

-Ya estoy de vuelta. -La voz de Esteban fue bienvenida por ambos, que por fin apartaron la vista para recuperarse. 

-Podemos regresar.- le anunció Carlos en tono monocorde volviendo su mirada hacia el piso. 

Paula lo observó, no le gustaba verlo decepcionado. Debía aceptar que aquel duelo la había inquietado pero estaba dispuesta a dar todo lo que estuviera a su alcance por aquella rehabilitación y no iba a permitir que un tonto deseo se interpusiera en su camino. 

-Te espero el miércoles a las 8. Se puntual.- le dijo y al ver que Carlos, sin mirarla, alzaba su mano con el pulgar hacia arriba supo que no había logrado alegrarlo. 

Esteban le ofreció una mirada empática y ella correspondió con una sonrisa de labios apretados. Cada vez encontraba más necesario que su trabajo resultara bien. Necesitaba volver a verlo animado, y aunque no quisiera confesarlo, deseaba volver a verlo sonreir. 

La última vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora