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Paula sintió un peso fuera de lo habitual sobre su cintura y abrió sus ojos que parecían rogar por algunas horas más de sueño. Miró hacia un lado y aquel cabello oscuro que tanto le gustaba yacía relajado sobre la tela de la almohada. Sus labios no pudieron dejar de sonreír al recordar lo ocurrido.
Recorrió aquella habitación con la vista y las imágenes se sucedieron como en una película, de esas en las que cada pose supera la anterior. Había disfrutado bajo el agua, sobre la única silla del lugar e incluso en esa misma cama que aún guardaba las huellas de una liberación tan apasionada como exultante.
Al notar que Carlos se movía tomó su brazo con delicadeza para liberarse.
-No te vayas.- oyó que le decía entre dientes sin voltear siquiera.
Ella aumentó el tamaño de su sonrisa y sin pensarlo comenzó a darle cortos besos a la piel desnuda de su espalda que lo llevaron a responder con un ligero pero adorable suspiro. Continuó hasta el cuello y cuando llegó a su oído acercó sus labios para hablarle.
-Buenos días.- le dijo casi en un susurro y él ya no pudo contenerse. Se incorporó y en un sólo movimiento la abatió con determinación para colocar su cuerpo sobre el de ella y mirarla como si se tuviera que convencer de que continuaba allí. Recorrió el contorno de sus ojos con la punta de sus dedos y una sonrisa de lado se dibujó en su rostro.
-No deberías usar anteojos.- le dijo y ella alzó sus cejas con curiosidad.
-Tus ojos son demasiado lindos.- le dijo sin dejar de mirarla de esa forma que a ella tanto le gustaba.
-No veo bien sin ellos.- le respondió ella con una inocencia que volvió a confirmarle cuánto le gustaba.
-Ahora no tienes mucho que ver, déjame esa parte a mi.- le respondió divertido, mientras se apartaba un poco para desviar su mirada a sus pechos desnudos y una mirada pícara traducía cuánto le gustaban.
Paula comenzó a reírse mientras negaba con la cabeza e intentaba cubrirse.
-No, no, no. - le dijo divertido comenzando a besar el hueco que formaba su clavícula, haciendo una pausa para mirarla entre beso y beso.
Ella no podía dejar de sonreír mientras sus mejillas se tornaban rosadas por voluntad propia.
Carlos continuaba su camino recorriendo su cuerpo, aquellos pechos comenzaban a ser una perdición. Cabían perfectamente en sus manos, pero mucho mejor en su boca, que no dudó en comenzar a satisfacerse.
Paula no pudo continuar relajada, todo sus sistema sensitivo había respondido al mismo tiempo, sus pezones erectos, su piel erizada y una humedad inquietante se anticipaba a lo que sabía le haría sentir al poseerla.
Cerró sus ojos y su cuerpo se arqueó para unirse más al de Carlos que se rehusaba a liberar aquella parte de su cuerpo, pero había comenzado a buscar su sexo para hacerlo vibrar con apenas rozarlo.
La oía estremecerse y sus gemidos junto a su respiración acelerada no hacían más que excitarlo aún más. El sexo matuitino no era su favorito y sin embargo comenzaba a descubrir lo maravilloso que podía resultar. Paula se movía cada vez más rápido y pronto supo, por esos sonidos de los que comenzaba a apropiarse, que estaba a punto de explotar.
-Mírame.- le ordenó deteniendo por unos segundo a sus dedos y abandonando a regañadientes su labor.
Ella lo obedeció y cuando iba hablar, él retomó sus movimientos para disfrutar de sus expresiones en el instante justo en el que parecía haber alcanzado el cielo.
Aún respirando con dificultad entrecerró sus ojos con algo de reproche.
-Eso no vale.- le dijo sonriendo.
-Creeme que ha valido la pena.- le respondió él con una sonrisa provocativa, entonces ella quiso devolver todo aquel gozo e incorporándose un poco comenzó a empujarlo para recostarlo y reptar sobre su cuerpo que estaba tan encendido como el propio.
-Me toca a mi.- le dijo demasiado sensual rozando sus pezones contra su pecho y lamiéndose los labios en un gesto que no hizo más que encenderlo aún más.
Entonces comenzó a besar su piel mientras sus dedos impartían caricias por cada rincón de su tronco. Recorrió cada porción mientras Carlos sentía que no lograría aguantar mucho más.
Cuando llegó al lugar en el que su excitación era mayor se detuvo en una pausa torturante. Él la miró y entonces por fin se decidió a saborearlo con pleitesía.
Un par de movimientos fueron suficientes para que él se sintiera perdido y sin poder contenerse se incorporó para tomarla de la cintura y recostarla una vez más.
Con sus ojos conectados y sus corazones latiendo en el mismo compás se acoplaron en un ritmo propio que los volvió a guiar por el placer para terminar al mismo tiempo en la cima del gozo.
-Creo que cada vez supera la anterior.- le dijo él cuando pudo recuperar su aliento.
Paula se río mientras acariciaba su cabeza con ternura. Iba a decirle cuanto lo estaba disfrutando cuando se oyeron unos golpes en la puerta y terminó reemplazando su mirada por una de temor.
No quería que aquello se supiera, no sabía cómo iban a continuar pero su presencia allí se suponía que era profesional, no estaba dispuesta a ser juzgada. Sobretodo porque lo ocurrido era algo que ambos deseaban, algo que había intentado acallar y controlar pero ya no deseaba hacerlo. No ahora que sabía cómo se sentía el estar con él.
-Venga dormilón, es hora de entrenar.- se oyó en la voz de Victor al otro lado de la puerta.
Carlos se levantó a desgano, no quería enfrentar esa mirada de temor en los ojos de Paula. Creía que estaba tan feliz como él con lo ocurrido, pero aquella expresión en el primer momento en el que la vida real hacía su presencia le demostraba que no iba a ser fácil. Estaba algo decepcionado y sin embargo, una vez más ella lo animó.
Sintió que lo tomaba de la mano y al girar la observó mientras depositaba un dulce beso sobre el dorso de ella.
-Falta muy poco.- le dijo con esa sonrisa tan contagiosa que borró todas las dudas que habían aparecido en su mente.
Asintió con su cabeza y se agachó para besarla una vez más.
-Ven a la carrera conmigo hoy.- le dijo con súplica en su mirada y ella asintió con una sonrisa en los labios.
Entonces comenzó a vestirse para asistir a su entrenamiento.
-Ya voy VIctor, dame cinco minutos.- gritó mientras lo hacía.
Paula también se levantó y enrollando la sábana para cubrirse tomó su vestido del suelo y al ver que había sufrido daños la noche anterior frunció sus labios mientras arrugaba sus párpados.
-Mmm. ¿Me prestás una remera?- le preguntó con algo de duda y cuando Carlos giró para mirarla sonrió. Era tan inocente como hermosa.
-Todas las que quieras.- le respondió él tomando una de su bolso para lanzarla mientras terminaba de ponerse las zapatillas de entrenamiento.
Ya estaba listo para salir cuando la vio con aquella prenda que apenas cubría sus piernas y no pudo evitar volver a abrazarla.
-Te queda hermosa.- le dijo dándole un corto beso en los labios.
-Carlos…- dijo ella al ver que se iba.
-¿Si?- le preguntó ocultando el temor.
-No le cuentes a nadie, por favor.- le dijo mirándolo con súplica.
Él sonrió con sus labios apretados, entendía su pedido, no tenía pensado hacer una rueda de prensa, no sabía que les depararía el destino, pero tampoco quería que todo quedara allí.
Su vida era complicada, viajaba demasiado y con el campeonato comenzado iba a tener que entrenar mucho más duro para lograr su objetivo. No podía pensar en todo aquello en ese momento, menos si la tenía enfrente con esa ropa que le quedaba demasiado sensual.
-Quédate tranquila, será nuestro secreto.- le dijo y dándole un nuevo beso en los labios, salió de la habitación con prisa.

La última vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora