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Los días comenzaron a pasar entre entrenamientos y técnicas de recuperación. El hecho de que Victor se les hubiera sumando había tenido un efecto contradictorio, por un lado ambos agradecían el no estar completamente a solas, ya que cada vez les resultaba más difícil evitar los pensamientos surgidos del recuerdo del único beso que habían compartido, pero por otro lado vivían con fastidio no poder conversar con la soltura que habían logrado.
Victor era conversador y arrogante, monopolizaba los encuentros e insistía en perpetuar cada movimiento con su teléfono para luego pregonarlo en las redes. Paula lo encontraba irritante y si bien era un experta en disimular lo que sentía, aprovechaba cada oportunidad que podía para escabullirse.
El hecho de que fuera tan egocéntrico le había impedido, al menos, observar el continuo intercambio de miradas que Carlos y Paula cada vez encontraban más difícil disimular. Si bien eran tres en el gimnasio, había un lenguaje paralelo que sólo los incluía a ellos, eran sonrisas ocultas, miradas de lado y roces adrede, en su mayoría por parte de Carlos.
La evolución había sido la esperada y de seguir así, no faltaba mucho para regresar a las pistas. Paula estaba feliz, pero también era consciente de que una vez que su trabajo allí estuviera concluído no tendría excusas para volver a verlo y eso no hacía más que llevarla a lamentarlo. No solo recordaba aquel beso cada noche, e incluso a veces, durante el día, también se había acostumbrado demasiado a sus chistes y comentarios, a sus miradas de lado y a su sonrisa contagiosa. Era una persona imposible de olvidar, pero sobre todo era alguien a quien había comenzado a querer demasiado.
Esa tarde Carlos había elaborado una exitosa estrategia para que Victor volviera a dejarlo a solas con Paula, había hablado con su agente y estaban preparando un evento para anunciar su pronto regreso. Apenas habían pasado dos carreras desde el inicio del campeonato, a las que Carlos había decidido no asistir. Creía que iba a ser demasiado doloroso estar en el paddock sin poder hacer sus habituales tareas. Pero ahora se sentía mejor, su pierna respondía y no tenía dolor. Quería acompañar a su amigo Charles, que había tenido un comienzo tórrido en el que había tenido que abandonar la última carrera. Era momento de volver. Le había pedido a su agente que organizara todo y a Victor que viajará antes para asegurarse de contar con un lugar para entrenar. Por eso cuando Paula entró al gimnasio y vio solo, su rostro reflejó agrado mezclado con sorpresa.
-¿Dónde está Mister Ironman?- le preguntó fiel a su estilo ocurrente, pero arrepintiéndose al instante con miedo a haberse sobrepasado.
La carcajada que oyó de los labios de Carlos le aseguró que no había estado del todo mal.
-Está en Australia.- le dijo cuando logró dejar de reir.
Paula lo miró achinando sus ojos y una sonrisa de costado demostró su suspicacia.
-¿No me digas que decidiste ir?- le preguntó conteniendo su expectativa.
Carlos asintió con su cabeza y en un nuevo gesto espontáneo ella se arrojó a su cuello para abrazarlo, como aquella vez que tan bien recordaba, solo que esta vez Carlos sí llegó a reaccionar y pasó sus brazos atrapando su cintura para unirla aún más a su cuerpo.
Al notarlo tan cerca, Paula se dio cuenta de la situación y quiso apartarse pero él no la dejó.
-Sabes que aunque no lo hayas vuelto a mencionar me muero por volver a besarte, ¿verdad?- le dijo él con sus ojos cerrados demasiado cerca de su oído.
Ella no sabía cómo reaccionar, aquel abrazo era demasiado tentador y sus palabras no hacían más que volverlo irresistible.
Al ver que no respondía Carlos aflojó sus brazos y cuando se separaron volvieron a mirarse.
-No es buena idea...- llegó a decir ella antes de tener que bajar su mirada.
-A mi me suena una excelente idea.- le respondió él sin querer dejar que sus brazos se alejaran de su cintura.
Paula se sonrojó y cuando creyó que la besaría unos golpes en la puerta lo obligaron a soltarla.
-Disculpe Señor Carlos, la Señorita Nerea ha llegado para visitarlo.- anunció uno de los empleados mientras él arrugaba su ceño con desagrado y ella se alejaba sintiéndose demasiado tonta por creer que volvería a hacerlo.
-Tenemos que trabajar.- dijo Paula con un tono de reproche que quiso borrar en el instante en el que sus palabras salieron de su boca.
Carlos la miró y su sonrisa no pudo ser más grande, quería que se quedara con ella.
-Por favor dile que en este momento tengo que entrenar.- le dijo a su empleado y se acercó a la bicicleta fija para comenzar con sus ejercicios.
Una vez que el hombre se fue Paula se acercó con paso lento y gesto contrariado.
-Lo siento, si tenes visitas podemos prescindir de la tarde de hoy, vamos bien con los plazos.- le dijo con un tono algo impreciso. Pero Carlos continuó pedaleando con una enorme sonrisa, si había un lugar en la que quería estar era en el mismo que ella.
-¡Ay, Charly! No me iba a quedar allí esperando sola, no os molesto, verdad.- dijo una voz chillona que correspondía a una joven demasiado delgada con muy poca ropa y un cabello lacio que casi le llegaba a la cintura.
Los ojos de Paula no pudieron delatarla de peor manera, aquella joven parecía una modelo internacional y su enorme ambo combinado con su rodete desprolijo no hacía más que volverla invisible a su lado.
Carlos intentó disimular su malhumor, Nerea era una amiga con la que había estado conversando el último tiempo, había comenzado como un intento por sacarse a Paula de la cabeza, y luego había sido difícil cortar la conversación, sobre todo al recibir las fotos que le había enviado. Pero no deseaba que estuviera allí, había hecho lo posible por quedarse con Paula a solas y su visita no podía haber sido más inoportuna.
-Lo siento, pero es importante no descuidar mi tratamiento, en verdad te agradezco la visita pero no es un buen momento.- le dijo sin dejar de pedalear.
Nerea no se conformó, se sacó la camisa que llevaba abierta y tan solo con sus shorts ajustados y un top de color violeta rabioso caminó hasta donde él estaba.
-No creo que haya problema en terminar antes por hoy, verdad doctora.- dijo acariciando el cabello de Carlos de una forma posesiva que terminó de liquidar a Paula.
-No soy docto.. Bueno eso no importa. No hay problema en terminar ahora, yo mejor me voy yendo. Intentá hacer los ejercicios en Australia. Nos vemos el lunes.- le dijo sin atreverse a mirarlo, su corazón latía demasiado rápido, fue como si hubieran corrido el telón en pleno truco de magia y descubriera que todo formaba parte de una ilusión óptica. Aquella era la mujer que correspondía junto a alguien como Carlos, no lo había querido ver pero pronto regresaría a su vida, y ella a la suya. Se sentía una tonta y no tenía fuerzas para disimularlo. Sin esperar respuesta tomó su iPad y salió del gimnasio. Tenía que irse lo antes posible, al menos el fin de semana le daría tiempo para convencerse de que lo que fuera que hubiera imaginado era imposible. Había logrado superar peores cosas, podía con esto, pensó con amargura.
Creyó oír que Carlos la llamaba, pero decidió no esperar. Ahora sabía que botón tocar para abrir la puerta y no dudó en hacerlo. Se colgó su mochila y salió de esa casa con paso ligero y sin mirar atrás. No era que no quisiera, si hubiese dejado que su corazón la gobernara, se hubiera arrojado a sus brazos enfrente de aquella muñeca Barbie reclamando los labios que tanto anhelaba.
Pero no debía. Era sólo su terapeuta y así debía seguir siendo, no quedaba mucho tiempo para concluir el tratamiento, tenía que resistir

La última vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora