Lejos de comenzar tímido, el beso mostró desde el inicio todo el deseo que ambos habían acopiado desde que se conocían. Carlos se apropió de esos labios carnosos con los que llevaba soñando y recorriendo su espalda con su fuerte mano la acercó aún más, tomando su cuello con un mezcla irresistible de sutileza y desesperación, era como si se estuviera conteniendo para no desbordar una inmensa pasión desde el primer segundo. Recorría su boca con deleite disfrutando de su cuerpo tan cerca, tan suyo. Paula por su parte se mantenía inmóvil, no se había animado a tocarlo, pero si había separado sus labios para que hiciera a su antojo.
No recordaba que la hubieran besado así, nunca.
Era un beso profundo y avasallante, que se desvivía por generarle gozo. Y justamente ese sentimiento se materializó en un ligero gemido que escapó, involuntario, entre sus labios que parecían encajar a la perfección, lo que sólo aumentó el deseo en Carlos por continuar. Aún no lo había tocado y se sentía encendido, era como si el tiempo juntos hubiera generado una anticipación que era viento para su fuego, no dejaba de avivarlo.
Paula no podía distinguir qué parte de su cuerpo reaccionaba con mayor intensidad. Su estómago se había convertido en un enjambre de abejas, mientras cada fibra sensitiva de su piel reclamaba por más de esos dedos quirúrgicos que la acariciaban sin pausa. Era incluso mejor que en sus sueños.
Iba a animarse a tocarlo, quería enterrar sus dedos en su cabello oscuro y tirar de esa remera que no hacía más que estorbar, pero Carlos se adelantó y pasando sus brazos debajo de su ancho ambo lo tomó del borde, no sin antes recorrer su cintura y sus pechos dibujados bajo la tela de la fina musculosa que solía llevar debajo. Ella comenzó a levantar sus brazos y al separarse descubrió esa mirada profunda, esos ojos enormes, que parecían no querer mirar nada más que a ella, con ínfimas arruguitas que delataban una sonrisa pícara apenas perceptible en sus labios. No pudo evitar imitarlo y entonces el tamaño de su sonrisa aumentó logrando que Paula se sonrojara, aquel beso era mucho más intenso de lo que sus fantasías se habían empeñado en hacerle creer. Y lo que era aún más inquietante, parecía no quedarse sólo en un beso. No había hecho falta decirlo, sus ojos se habían aceptado traduciéndolo en sus sonrisas. Sabían que lo deseaban.
Sin embargo, los deseos no siempre pueden volverse realidad. El sonido del teléfono de Carlos pareció despertarlos. En lugar de levantar sus brazos, Paula las bajó tirando de su ambo, mientras daba un paso hacia atrás. Carlos pareció maldecir por lo bajo, pero ella prefirió no escucharlo. La pantalla anunciaba el llamado de Fred Vasseur, el jefe del equipo Ferrari. Era alguien a quien había que responderle.
-Atendé. - le dijo Paula sin atreverse a mirarlo y al oír que él lo hacía comenzó a juntar los pocos utensilios que aún quedaban vacíos sobre la mesa.
-Hello Fred.- dijo Carlos poniéndose de pie, mientras pasaba una mano por su cabello en busca de serenidad. Al menos necesitaba deshacerse de la respuesta de su cuerpo para poder concentrarse en la conversación.
Paula aprovechó que se daba vuelta para salir de la cocina. No podía permitirse lo que había pasado, no era lo correcto, no ayudaba a la recuperación de Carlos. Ella era su terapeuta y si quería que el plan funcionara no podía sumar distracciones.
Aún respiraba con dificultad y su piel parecía no querer olvidar aquel tacto. Sus dedos se acercaron a sus labios que parecían haber estado anestesiados por demasiado tiempo y de repente no deseaban volver a ese estado.
Necesitaba salir de ahí, necesitaba poner distancia, ni siquiera sabía que era lo que pensaba Carlos, había sido un arrebato motivado por el entusiasmo de creer que era posible salvar el año, alentado por el hecho de encontrarse a solas en aquel hermoso lugar, pensó en intento por calmarse a sí misma.
Miró la puerta y apretó los labios, necesitaba esa clave cuanto antes, pensó con impotencia, mientras tomaba una colita para volver a atarse el cabello, debía mostrarse profesional, era una mujer adulta que podía superar un beso, o al menos de eso intentó convencerse.
-Fred ha quedado encantado con tu plan.- oyó la voz de Carlos, que parecía no haber sufrido el aluvión que ella sentía.
-Me alegro mucho. - le respondió ella ensayando una sonrisa que ocultara sus nervios.
-Hablé con mi amiga Begoña y ya viene por mí. Gracias por la cena.- se apresuró a decir, hablaba a una velocidad un poco mayor a la habitual, como si no quisiera dejar ninguna pausa para abordar el tema de aquel beso.
-La próxima te prometo que le pediré a Estela milanesas.- le respondió Carlos, no estaba seguro de cómo debía reaccionar, todo su cuerpo le suplicaba que volviera tomarla, que se olvidara de Fred, de las carreras y de su lesión y la llevara en brazos hasta su propia cama. Miles de ideas habían cruzado por su mente con solo besarla y se moría por cumplirlas de inmediato. Pero no podía. Necesitaba mantenerlo en el plano profesional, al menos hasta cumplir con los plazos y volver a su vida habitual. Como Paula no respondía él decidió cambiar de tema, le estaba sugiriendo que habría otra cena y eso solo inclinaba las cosas en la dirección que debía evitar.
-Mañana mismo vendrá mi entrenador para poder armar un plan en conjunto. - agregó intentando cambiar de tema.
Entonces Paula por fin sonrió, como solía hacerlo.
-Eso suena muy bien.- le dijo con sincera alegría.
-Oye, ¿por qué tanto entusiasmo? Mira que es un hombre comprometido.- le dijo sin poder contener esa loca idea de que estuviera interesada en otro hombre que no fuera él. Entonces cayó en la cuenta de que no conocía su estado sentimental, no era raro que una joven tan hermosa estuviera acompañada. A lo mejor estaba esquivando el tema del beso porque no era libre, pensó con algo de desesperación.
-Ni siquiera conozco a tu entrenador, digo que suena bien porque cuanto antes comencemos mejor. ¡Vas a estar en ese circuito, te lo prometo!- le dijo colocando su mano sobre su hombro y regresando a esa mirada tán contagiosa que solo logró que Carlos quisiera volver a sonreír.
Pero su tacto comenzaba a quemar, creyó que podría manejarlo pero un gesto tan pequeño como ese logró encenderlo nuevamente.
-Paula, lo que pasó…- comenzó a decir justo cuando una voz latosa sonaba a través de un parlante cercano a la puerta.
-Señor, vienen por la señorita Paula.- anunció el sereno.
-Gracias, Luis.- se apresuró a responder Carlos presionando el botón del intercomunicador mientras la puerta se abría sola.
Carlos volvió a mirarla, quería terminar su frase, aunque ni él mismo sabía cómo debía hacerlo, pero ella no lo dejó.
-¡No me digas que lo único que tenía que hacer era tocar ese botón!- le dijo divertida mientras negaba con su cabeza, recordando que en dos oportunidades había pasado largos minutos en aquel hall pensando en la manera de salir.
Carlos también se río. Esa era una de las cosas que más le gustaba de ella. Era ocurrente y espontánea, era la única capaz de hacerlo reír tantas veces en un mismo día.
-Pues sí. - le respondió finalmente asumiendo que no era momento de mencionar que había estado a punto de hacerle el amor sobre la mesa de su cocina.
-A veces las respuestas son más simples de lo que pensamos. - le dijo ella sin terminar de decidir si hablaba de la puerta o de lo que acababa de ocurrir. Pero sin darle tiempo a responder se colgó su mochila y luego de darle un corto beso en la mejilla salió de la casa.
-Hasta mañana.- le dijo mientras salía.
-Hasta mañana.- le respondió él con sabor a demasiado poco
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La última vuelta
RomancePaula es una kinesióloga que trabaja en Madrid desde hace cuatros años. Luego de un incidente debe ayudar a Carlos, un piloto de carreras en ascenso, a rehabilitarse en tiempo record. Tan presumido como irresistible, sus encuentros se convierten en...