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Desde el momento en el que tocaron suelo australiano todo comenzó a precipitarse. Como si formara parte de un torbellino Paula se vio involucrada en una cantidad irreverente de eventos en los que no pudo hacer más que intentar ocultarse de los cientos de celulares y cámaras que los seguían a cada momento. Luego de la tercera parada decidió que su presencia era tan innecesaria como peligrosa. Carlos se manejaba como un pez en el agua, era amable y risueño. Saludaba a sus fans y respondía a la prensa con el mismo carisma. No la necesitaba.
Por eso le pidió a uno de sus colaboradores que le indicara como ir al hotel y entre el bullicio se las ingenió para separarse de la comitiva.
Pasó parte del día en su habitación y luego se aventuró a almorzar en un hermoso lugar en el centro de Melbourne, ciudad que en verdad le pareció hermosa.
A la hora de la Qualy, en la que los pilotos manejaban para comparar sus tiempos y así definir sus posiciones del día siguiente, se acomodó en la enorme cama de su cuarto y la vivió a través de la pantalla como solía hacer antes de que Carlos apareciera en su vida. Sólo que esta vez, al verlo en la televisión, su corazón latía con más intensidad. ¡Cuánto le gustaba!
Feliz porque su compañero y amigo Charles hubiera obtenido una buena performance se recostó en su cama y sin saber cuánto tiempo había pasado se quedó dormida.
Unos golpes en la puerta la despertaron varias horas luego, la penumbra se había apoderado de la habitación y tuvo que encender las luces para lograr ubicarse. Se acomodó un poco el cabello y abrió la puerta.
El mismo hombre que la había llevado hasta allí en la mañana, le trajo un sobre.
-Dice Carlos que si sus tareas se lo permiten puede acompañarlo a cenar.- le dijo el hombre conteniendo la risa por tener que repetir aquellas palabras.
Paula arrugó sus labios y sólo asintió. Se había apartado para darle espacio, no creyó que a él pudiera ofenderle, ni siquiera estaba segura de que lo hubiera notado. Sin embargo, aquel mensaje la llevó a sospechar que no estaría tan feliz al volver a verla.
Tomó su valija y se cambió lo más rápido que pudo. Había visto que las personas solían ir bien vestidas y por eso escogió un vestido negro corto que Begoña le había prestado. Era de una falda suelta pero con un escote algo pronunciado, no quería verse vulgar y por eso se cubrió con un blazer del mismo tono. Se maquilló un poco y decidió ir al lugar indicado, que para su agrado era el restaurante del mismo hotel.
No necesitó que le indicaran donde estaba Carlos, su risa la guió desde la puerta. Conversaba en una mesa enorme, en la que le pareció distinguir a algunos pilotos, otros que habían viajado en el avión con ellos y Victor al lado de una mujer de cabello claro y uñas demasiado largas.
-Bueno, por fin se ha dignado a acompañarnos Señorita Hernández.- dijo Carlos al verla, tenia un tono alegre pero Paula pudo distinguir su enojo camuflado.
Algo avergonzada se acercó y alzó su mano para saludar todos los que allí estaba.
-Charles, por favor salúdala, que se moría por conocerte.- le dijo en inglés a aquel piloto que con una sonrisa se puso de pie para darle un afectuoso abrazo.
-Es un placer, gracias.- le respondió ella cada vez más avergonzada. ¿Qué pretendía? ¿Por qué estaba tan enojado?, ella sólo le había dado espacio, pensó comenzando a sentirse mal en aquella cena que ni siquiera había comenzado.
-Os presento a la reina de las fisioterapeutas, aunque ha sido un poco mandona, es la responsable de que hoy esté aquí con ustedes. Un aplauso por favor.- dijo mientras ella se acercaba para colocar su mano sobre su hombro y llamar su atención.
-Carlos, por favor.- le suplicó por lo bajo, pero él parecía no poder salir de aquel lugar que tan mal le sentaba.
-Bueno hombre, que yo también he tenido mucho que ver.- dijo la voz de Víctor al otro lado de la mesa y por primera vez para Paula fue todo un alivio.
Cuando la atención giró en torno a aquel personaje, uno de los mozos le acercó una silla a Paula y ella no pudo evitar sentarse. Estaba enfrente de Carlos e intentaba conseguir que la mirara cuando otra de las jóvenes que estaban en la mesa comenzó a hablarle. Era simpática pero sólo hablaba de marcas y lugares de moda que Paula no conocía. Logró seguirle el hilo ocultado su malestar y cuando por fin uno de los más grandes de la mesa se puso de pie para despedirse ella lo imitó.
Había querido irse desde el momento en el que Carlos había dejado de ser el que conocía. No le gustaba aquella faceta, si bien verlo en apariencia feliz, le daba tranquilidad, no le gustaba la actitud que había tenido con ella.
Dijo un adiós por lo bajo y caminó a toda prisa hasta el ascensor. Deseaba regresar a Madrid cuanto antes, si hubiera tenido más dinero hubiera ido al aeropuerto en ese mismo momento. Llegó al piso de las habitaciones y cuando iba abrir su puerta una mano se lo impidió.
-¿Por qué me has dejado solo?- le dijo la voz de Carlos con los ojos cegados por un enojo mayúsculo.
-Creí que era mejor, quería que pudieras estar con tu gente.- le respondió Paula apretando sus labios como si no terminara de entenderlo.
-Creí que tú eras mi gente. Te pedí que me acompañaras no que te fueras a la primera de cambio.- le dijo mirando al suelo mientras apretaba su púño, sin terminar de entenderse a sí mismo. Había querido pasar tiempo con ella desde que habían aterrizado y no había encontrado el momento. Sabía que no era culpa de ella pero no podía manejar su enojo.
-Yo soy tu gente y voy a serlo siempre, pero no soy una psicóloga personal para llevar en el bolsillo, tenías muchas actividades, creí que las estabas disfrutando y no encontré un lugar allí. Creí que estabas bien.- le respondió acortando la distancia para poder transmitirle lo que en verdad quería.
Carlos emitió una risa amarga.
-Cierto que sólo soy tu paciente. - le respondió y antes de que pudiera responder se dio vuelta para caminar hasta su habitación y cerrar la puerta con vehemencia.
Paula lo vio alejarse y su corazón pareció detenerse por unos minutos. No quería que se sintiera de ese modo, no era cierto, no era justo aquel final.
Tomó aire y caminó con prisa para golpear su puerta y ni bien lo vio abrir aún con sus ojos enfurecidos cerró los suyos.
-No sos solo mi paciente.- le dijo y antes de perder su valor se arrojó a sus brazos para besarlo con todo el deseo que con sólo verlo sentía

La última vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora