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I just wanted you to know
That this is me trying...

track 9: this is me trying, taylor swift. 

Capítulo 18.

Borré el audio en un instante de lucidez. O de cobardía. Todas mis emociones estaban demasiado enredadas entre sí como para poder discernir. Fue bastante inútil, un acto simbólico más que otra cosa, puesto que las palabras quedaron flotando entre mis pensamientos como un murmullo constante que el silencio traía a flote.

Hablé con Jamie hasta bien entrada de la madrugada, hasta que mis pulsaciones se regularizaron y mi ansiedad remitió lo suficiente como para comprender que disfrutaba de su compañía. No porque fuera una contramedida que evitase que me lanzara a los brazos de mi ex, sino porque realmente había echado mucho de menos lo que era hablar con él. Solo fue eso: una conversación.

Nos pusimos al día de varias cosas, bordeando con precaución el tema tabú de su marcha. Jamie fue claro al respecto. No iba a contármelo. Era su decisión y estaba en mi mano tomar las mías: respetarla y continuar, o negarme y abandonar esa amistad antes de que volviese a arraigarse con fuerza en mi pecho.

Jamie seguía siendo Jamie.

En lo esencial.

Y yo seguía siendo Brie. La Brie de quinceaños que vio como su mejor amigo le rompía la boca al imbécil que no dejaba de manosearla. La Brie de dieciséis que un día se despertó y él se había marchado. La Brie de todos esos años que había ido creciendo y madurando de la mejor forma que supo. La Brie que se enamoró de Xavier. Todas eran yo y se iban sumando, multiplicando y dividiendo en mi interior sin que lograse despejar la incógnita de quién era en ese preciso instante.

Era algo que debía averiguar.

Me sentía como un caleidoscopio privado de luz, de significado. Todo esta ahí. En mi interior. Solo debía enfocar un haz lo bastante potente para que las formas resultantes cobraran sentido.

Sinceramente, era frustrante.

Pero procuré no desesperarme. Iba a ser un proceso lento y, estaba convencida de ello, repleto de errores. Me hormigueaban los dedos ante el vasto abanico de oportunidades que se desplegaba ante mí. Muchas de las opciones que podía tomar eran cagadas. Iba a joderla. Era inevitable. Equivocarse lo es. Nunca había profesado un miedo genuino al fracaso, pero sí me suscitaba un respecto casi reverencial.

Mi padre me llevó a la estación. No me forzó a conducir y tampoco a hablar. Pero, llegados a un punto, no pude tolerar más el silencio cuando mi cabeza chillaba. Cuando las palabras de Xavier peleaban para alcanzar la superficie.

Soy tuyo, solo tuyo. Puedes reclamarme o no.

Detesté esa frase nada más escucharla. Detesté cómo me hizo sentir. Detesté saber que abrió una grieta que yo no deseaba que estuviera ahí. Que apeló directamente a un sentimiento muy similar que albergaba mi corazón, aún no escarmentado del todo.

—No sé que voy a hacer a partir de ahora —dije, dejando las palabras fluir y arremolinarse en la punta de mi lengua—. Respecto a nada.

Mi padre desvió los ojos momentáneamente de la carretera para mirarme.

—Es normal, mi vida.

—No sé si alguna vez lo he llegado a saber —continué, agobiada.

—Tienes veintidós años. Estás en la universidad. Recuerdo como se siente —. Me sonrió—. Da miedo. Tener toda tu vida delante... es aterrador. Quieres alcanzarla, pero a veces no puedes, porque no sabes cómo. Me temo que no tengo una respuesta a la pregunta que no has formulado.

Donde duermen los trenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora