🚞|23|🚞

995 80 40
                                    

Capítulo 23.

Quizás se debiera al hecho de que era capricornio, pero necesitaba recuperar una rutina, la que fuera. Decidí que no tenía porqué ser definitiva o respetable. Pero para poder continuar fortificándome en mi filosofía de poner un pie detrás de otro era preciso saber hacia donde conducían mis pasos más inmediatos.

Era joven y tras las primeras semanas después de la ruptura, floté a la deriva. La embriagadora libertad que eso suponía tal vez resultase tentadora para cierto tipo de personas. Yo no era ese tipo de personas y tras dar tumbos durante días forjé una receta de pocos pasos para sobrellevar los tres primeros meses tan romper mi relación más larga (y la única que había tenido).

Me permití adoptar una actitud algo condescendiente e infantil en el sentido de no preocuparme excesivamente por las consecuencias de mis actos ni someterlas a un juicio moral meticuloso.

Organicé mi vida en torno a cinco ejes:

-La universidad: a la que seguí dedicándome con devoción forzada. Trasnoché para llevar al día todas mis lecturas, trabajos, ensayos y apuntes atrasados. Me pasé horas interminables en la biblioteca, tecleando en mi ordenador, mientras fuera diluviaba. Subrayé un millar de palabras con apagados tonos pastel y recité las partes más tediosas de la teoría hasta ser capaz de canturrearlas como una canción de Taylor Swift.

-Escribir/trabajar en mi relación conmigo misma. Ambas iban indudablemente de la mano cuando me puse a redactar con entusiasmo una novela de lo más autobiográfica. No se parecía en nada a lo que solía escribir e iba más en la línea de aquellos documentos de Word llenos de divagaciones personales bajo una «j» minúscula. La introspección no resultaba tan amenazadora si era fuente de inspiración y lograba hacerme entrar en ese trance parecido a la ebriedad que me mantenía quieta en la silla escribiendo hasta que el brillo azulado de la pantalla me resecaba los ojos y me quedaba tan drenada y confusa que era un esbozo de ser humano durante las horas posteriores.

-La familia. Era mi baluarte. El bastión de mi estabilidad y lo único que permanecía intacto e incorruptible. Los visitaba religiosamente cada fin de semana. Era una peregrinación a pies juntillas. Cada vez me resultaba más engorroso volver a la ciudad y arañaba cada segundo de aquellas escasas setenta y seis horas.

-Los chicos/hombres/indeterminado. Después de la experiencia con Carter, regresé a mis andadas en Tinder. Era mucho más práctico y requería menos esfuerzo por mi parte. Podía coquetear con desconocidos mientras llevaba un pijama roñoso y escuchaba los mismos chistes de Friends por decimonovena vez. Cuando le pillé el tranquillo casi era divertido. Como un deporte o un experimento social. Una forma de estudiar el comportamiento humano y sus ritos de apareamiento. Tenía un don para escribir y la verdad mis interlocutores no eran huesos duros de roer en la mayoría de los casos. Si la muestra era de quince sujetos, como mucho quedaba con tres. Me acosté con varios en nuestra primera (y última) cita. Iba descubriendo poco a poco mis preferencias.

-Mis amistades. La transición de llamar a Frances «mi compañera de piso» a «mi amiga» fue tan natural que solo me percaté al escribir sobre eso. No se parecía a ninguna de mis otras amistades previas, pero porque ella era lo opuesto a lo que yo consideraba convencional. Una palabra bastante neutra en mi vocabulario. Empecé a quedar con mis colegas de la facultad, porque algunos eran gente interesante y compartíamos aficiones y poco a poco me obligué a ser más abierta con ellos y a reducir esa distancia que había interpuesto entre «ellos» y «yo». Mi círculo se amplió y comprendí eso de que el ser humano es un animal inherentemente social y que, si te aíslas mucho, tu cerebro se atrofia. Seguía necesitando mis momentos en soledad, pero me volví más sociable que cuando estaba saliendo con Xavier o cuando odiaba gratuitamente a otras personas por ser ruidosas, extrovertidas y saber que hacer con sus manos cuando hablan con los demás.

Donde duermen los trenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora