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...And it's hard to be at a party when I feel like an open wound
It's hard to be anywhere these days when all I want is you
You're a flashback in a film reel on the one screen in my town

track 9: this is me trying, taylor swift. 

Capítulo 19.

Brie.

Aún sentía el cosquilleo en los dedos. La libertad de la que me dotaba la imprecisión. Las fronteras desdibujadas de mis límites en continúo descubrimiento. Un remolino de ansiedad se enroscaba en mi estómago, mientras me echaba un vistazo calculado en el espejo del baño.

Me incliné sobre el lavabo hasta tener la nariz casi pegada al cristal y tracé la línea del eyeliner con precisión, mascullando rezos para las deidades de la simetría. Después de haberme pasado varios días como un despojo, dedicar tanto tiempo a arreglarme me pareció reconfortante.

Era una noche en un pub. Un concierto de puros desconocidos. Una cita con un cuasi desconocido con el que había echado tres polvos relativamente buenos. Era importante y al mismo tiempo, carecía por completo de relevancia.

Me humedecí los labios con la lengua, girando el rostro de un lado a otro para contemplar mi maquillaje desde todos los ángulos antes de fijarlo.

El timbrazo que resonó por las paredes me arrancó una sonrisa. Frances se había ido antes con sus amigos al pub, para preparar el espectáculo y tras intercambiar un par de mensajes de texto con Carter, él se había ofrecido a acercarse a mi piso.

Aún descalza recorrí los pocos metros hasta el telefonillo. El interfono estaba roto y no dejaba otra opción que no fuera abrir la puerta del rellano y luego otear a través de la mirilla. Pero como tenía que terminar de prepararme, dejé la dichosa puerta entreabierta y emprendí el camino hacia mi habitación, aún dudando acerca del calzado que debía ponerme.

No tenía muchos zapatos de fiesta. Mi único par de tacones lo perdí aquella noche con Xavier.

Unos nudillos resonaron en la madera, al final del pasillo.

—¡Adelante! —Vociferé, para hacerme oír por encima de la música que había usado para no asfixiarme en el silencio—. Estoy en mi cuarto.

Un chasquido y unos pasos acercándose. Solo me bastó eso. La cadencia de sus pasos para quedarme helada. El remolino se transformó en un tifón que me arrasó por dentro y me dejó vendida, mirando sin llegar a comprender hacia el quicio de mi puerta.

—¿Qué...? —La voz me falló. Tragué saliva—. ¿Qué haces tú aquí?

—Brie...

Mi nombre en un susurro le fue suficiente para echar abajo mis frágiles esperanzas de haber avanzando un par de centímetros en la dirección correcta. En la que se alejaba de él. Sentí como mi pecho se inflaba.

Me traicioné a mí misma al pensar que estaba guapísimo. Porque joder si lo estaba. Se pasó los dedos por los mechones de su cabello rubio y bajó la cabeza, como un cachorro regañado.

—Pasaba por aquí y... —se trabó. Nunca antes había tartamudeado en mi presencia—. No imaginaba que fueras a abrirme la puerta. Actué sin pensar. No pretendía... Es evidente que esperas a alguien.

No me moví, apenas me atreví a pestañear. Seguí albergando la esperanza de que aquello fuera una aparición. Que no estuviera, en carne y hueso, frente a mí, tan cerca que la piel me ardía.

Al ver que no reaccionaba dio un par de pasos al interior. Lo contemplé como si su avance fuera inevitable. Podría haberle detenido de encontrar el valor suficiente para hablar, pero mis labios estaban sellados. No sé si estaba en shock o simplemente mi cuerpo había colapsado por un motivo físico.

Donde duermen los trenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora