j

480 61 8
                                    

Fecha de modificación:25/06/2018

Tipo: Documento Microsoft Word.

Tamaño: 14 KB. 

Para J:

Odio los momentos previos a quedarme dormida. Es cuando más inspiración tengo. Y cuando las barreras mentales se hacen un poco más bajitas y ciertas cosas se cuelan por los huecos. En esta ocasión ha sido un pensamiento dedicado a ti. Lo dejo por escrito para encapsularlo en palabras y que cese de dar volteretas en mi mente, burlándose de mí.

Tienes ochenta y dos lunares. Ni uno más, ni uno menos. Quizás esto ya no sea cierto. Seré más correcta: tenías ochenta y dos lunares aquel día en la playa en el que te los conté. Tres veces. Estabas tumbado bocabajo en la arena y me dejaste hacerlo. Incluso te diste la vuelta y me confesaste la localización de uno de ellos que no podía ver.

¿Cuánta confianza tienes que tener con alguien para saber eso?

La intimidad me resulta un concepto ajeno, porque no creo haberla experimentado. A excepción de con mi familia. Y contigo. Pero tú no contabas. Nunca contaste porque para mí no pertenecías al grueso de «los demás». Eras tan cerca a mí que a veces no era capaz de discernir si mis pensamientos eran míos o eran tuyos.

Tú no debiste sentir lo mismo.

O algo debió cambiar.

Prefiero pensar que fue eso: que cambió. Aunque duela.

Me pregunto cuántos lunares tendrás ahora.

Me pregunto si, algún día, volveré a saber el número exacto de lunares de alguien. O datos irrelevantes como qué calcetín se ponen primero por la mañana. La verdad es que no sé si me apetece. Porque puede irse también y condenarme a recordar todo eso.

Aún no te odio.

Empiezo a perder la esperanza de que alguna vez lo haga.

Y creo saber el por qué.

Porque a pesar de todo, estés donde estés, eres tú. Y tu mera existencia siempre ha sido mi pequeño gran milagro.

Donde duermen los trenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora