Ámbar [Minsung] 🎨

Minho tiene sentimientos

Han salió corriendo. Dejó a Minho sentado en el piso, limpiándose la boca con las mangas de la camisa, y escapó. Le había costado una fortuna e iba a ser imposible lavar toda esa cantidad de semen de una tela tan delicada. Minho suspiró y se puso de pie.

— ¡Hey! —gritó, y escuchó la risa de Han del otro lado de la casa. Salió corriendo detrás de él—. ¡Han! ¡Es tu turno!

Vio a Han cruzar el living corriendo. Han miró atrás con una sonrisa sin detenerse. Minho sonrió. Se sentía vivo cuando estaba con él, más que en cualquier otro momento. Recordó que estaba enojado cuando llegó al pasillo y vio a Han entrar a la habitación.

— ¡Han Jisung!

Lo atrapó cuando estaba subiendo a la cama. Le pegó en la cola tan fuerte como pudo. Han gritó, pero no dejó de reírse.

—Por faltarme el respeto —dijo. Sostuvo a Han de la cintura y le pegó de nuevo—. Y por arruinar mi camisa.

Han sacudió las piernas para liberarse y Minho se acomodó encima de él.

—Hey, no es mi culpa que te vistas tan elegante para ir a comer hamburguesas —Han dijo. Minho alzó una ceja.

— ¿Perdón?

Han se rió. Lo empujó del pecho, haciéndolo acostar boca arriba sobre la cama.

—Mis disculpas, señor Lee.

—Ugh, no. —Minho arrugó la nariz—. No me digas así.

—Shh, estoy tratando de pagar mi deuda —Han murmuró, desabrochando los botones de la camisa húmeda con cara de asco.

—Estás hablando mucho.

—Shh.

Han terminó de sacar su camisa y siguió por el resto de su ropa. Se sentó sobre el regazo de Minho y sostuvo su rostro con ambas manos, acariciando sus pómulos con los pulgares.

Lo miró a los ojos y besó sus mejillas. Volvió a mirarlo a los ojos y besó su frente. Besó su cuello, sus hombros, su pecho, acariciando toda la piel que podía alcanzar con las manos. Después de cada beso, volvía a encontrar su mirada. Deslizó sus labios por el abdomen de Minho hacia abajo, sin despegar sus ojos de los de Minho.

Y Minho sabía lo que estaba diciendo en silencio: no puedo besar tus labios, pero puedo besar el resto de tu cuerpo hasta que te des por vencido.

Minho no podía darse por vencido. A veces se preguntaba si las reglas que había puesto seguía teniendo sentido ahora que todo había llegado tan lejos. Se decía a sí mismo que era mejor así, que no podía dejar que Han se encariñe con él, que todo esto tenía que terminar pronto.

No podía permitirse encariñarse con Han, tampoco. Y no podía admitir que ya lo había hecho.

Han se había acostado boca abajo entre sus piernas y lo miraba desde ahí, con la erección de Minho en la boca y las manos abiertas sobre el abdomen de Minho. Minho acarició sus brazos y lo sintió suspirar, lo vio cerrar los ojos, acelerar el ritmo.

Había notado que Han no tenía mucha experiencia, pero lo hacía como si lo estuviera disfrutando, como si quisiera grabar el sabor de Minho sobre su lengua, y eso conmovía a Minho de una manera extraña. Lo hacía sentir culpable.

Han lo estaba adorando. Minho no lo merecía.