CAPÍTULO 28

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—¿Que hacemos entonces? - preguntó Po.

Al otro lado del camino, Cuchilla y el resto de los cinco furiosos esperaban alguna señal sobre que hacer.

—¿Los dejamos ir y nos mantenemos ocultos? - sugirió el caballero para hacerse notar de nuevo, sin embargo, fue Po quien respondió:

—Si no son bandidos, los estaremos dejando ir directo a encontrarse con los verdaderos ladrones...— expresó separando su mano de la de Tigresa para volver a vigilar el camino. Ese gesto había aumentado la distancia entre ambos de un modo tan espontáneo qué sin darse cuenta de lo que hacía, Tigresa volvió a acercarse a Po buscando su compañía   ¿Y Finley? Finley lo había entendido todo...
— Trataré de acercarme más para ver si en verdad son sospechosos — añadió Po.

—Bien— afirmó Tigresa manteniendo su posición sin bajar la guardia.
Acto seguido, Po rodó sobre si mismo para escabullirse hasta una roca qué le diera mejor vista de los viajeros.

—Es por él, ¿cierto? — se dirigió Finley a la maestra.

—¿Qué? —Dadas las circunstancias en que se encontraban, Tigresa no comprendía a lo que se refería el caballero

—El panda — Finley mantenía la mirada al frente, cabizbajo para evitar ver a Tigresa a los ojos — es más que un compañero de lucha para ti... Y es por eso que nunca te fijarás en mi.

Tigresa no tuvo palabras para responder.

¿Finley se había dado cuenta de sus sentimiento hacia Po?  Para Tigresa simplemente era algo imposible de creer.
Una enorme oleada de pensamientos la asediaron en ese instante, tantos que lograron apartarla por completo de su principal objetivo en aquel momento: vigilar el perímetro.

Después de que Finley terminará esa última oración, ahora ella también había apartado su mirada del frente para ocultar los sentimientos que la abrumaban.

— Yo... — la respuesta de la felina se detuvó por el crujir del suelo: una gran roca se había desprendido de una de las salientes del cañón y comenzó a rodar directamente hacia el anciano y el pequeño. Había dos vidas en riesgo, por lo que sin importar quienes fueran, debían acudir en su ayuda.

— ¡Grulla! — exclamó Tigresa.

Al instante, los chicos salieron de sus escondrijos para ir en auxilio del viejo y el pequeño. El primero por su evidente falta de agilidad y velocidad dependía casi por completo del segundo para poder salir de aquel aprieto, pero por su corta edad, este carecía de la fuerza suficiente para llevar a su abuelo a un lugar seguro.

Grulla llego al lugar del desprendimiento y ayudándose de sus alas creo una fuerte corriente qué desvío ligeramente la roca de su trayecto, dándoles tiempo al guerrero dragón y a los demás para llegar a rescatarlos.

Po fue el primero en llegar al sitio.

—Por favor no tenemos nada de valor —masculló el anciano aferrándose a su bastón y a su nieto.

Po entendió que aquel par era en realidad inofensivo, pues lo habían confundido con un ladrón.

—Los ayudaremos — explico rápidamente.
Luego tomó a los viajeros y lanzó primero al pequeño hacia el lugar donde los chicos se encontraban.

—Ya te tengo — le dijó Mono al niño mientras aterrizaba después de haberlo atrapado en el aire.

Poco después el guerrero dragón salió de la zona de peligro con el abuelo en brazos sosteniendo también el bolso qué llevaban, de modo que cuando la roca se estrelló contra el suelo, todos se encontraban ya reunidos.

Sorpresas entre guerrerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora