CAPÍTULO 11: LUTHERA DE LANDRETH

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En Londres los días pasaban sin grandes novedades: la ciudad mantenía su ritmo vivaz entre comerciantes, campesinos y uno que otro miembro de los altos estratos como nobles o clérigos que salían a recorrer las calles para realizar compras, buscar feligreses o cobrar impuestos.

Luthera se encontraba recorriendo las calles de la ciudad como parte de los patrullajes que le encomendaban realizar cuando no tenía ninguna campaña que ir a cumplir para la reina. De vez en cuando atrapaba alguno que otro ladrón y se encargaba de llevarlo ante las autoridades pero normalmente no había mucho que hacer, por lo que "Cuchilla" (como la llamaba Po) solía ir fuera de la ciudad al bosque, donde algunas veces prácticaba con su espada y otras simplemente se sentaba a descansar bajo la sombra de algún árbol a la espera de que algo interesante ocurriera.

Esa mañana todo parecía normal. Luthera estaba en la parte baja de la ciudad, pues era donde solía haber más "acción" pero sorpresivamente ese día al parecer los criminales se habían quedado dormidos en casa o una especie de complejo de culpa los había hecho recapacitar pues no había nada que perseguir, solo niños jugando entre las calles y citadinos caminando, por lo que la caballero decidió detenerse en una pequeña taberna de la zona para descansar y beber algo.

—Vino — le dijo al sabueso que atendía la barra lanzando unos cuantos chelines sobre la superficie de madera

— Enseguida— respondió el cantinero mientras se daba la vuelta para servir un tarro con aquella bebida y entregársela.

Mientras Luthera se encontraba sola en la barra de aquella taberna, pudo notar que a su alrededor los animales que se encontraban en el lugar tenían un aspecto extraño para ser de la parte baja de la ciudad: estaban demasiado tranquilos, de hecho algunos incluso tenían la mirada completamente ausente con una sonrisa boba en sus caras.

—¿Cuántas llevan esos tipos? — preguntó cuchilla al cantinero pensando que los sujetos estaban completamente ebrios.

—No lo sé, talvez un par de rondas de cervezas — contestó el sabueso

—¿Qué? Pero se ven completamente ahogados— respondió confundida por la incoherencia entre su apariencia y la cantidad de cervezas ingeridas.

Después de terminar el vino, Luthera se levantó y salió de la taberna para dirigirse hacia el cuartel en donde se reunía con los demás caballeros para dar reporte de los patrullajes a sus superiores.
Al llegar ahí saludo a sus demás compañeros, dio su informe como todos los días y justo cuando estaba por irse a casa, un joven zorro de unos 12 años: un paje que vivía en el cuartel para estar al servicio de los caballeros, llegó corriendo detrás de ella:

—Sir Luthera, el Duque Charles me ha enviado a buscarla. Solicita su precencia de forma inmediata en el salón de asuntos exteriores — dijo el chico un poco cansado después de llegar corriendo.

Cuchilla no respondió y volvió para ir a encontrarse con aquel duque, que era quien comandaba su regimiento y tenía el contacto directo con los miembros de la familia real, quienes le decían hacia que campañas debía enviar a sus soldados, ya fuera para misiones en solitario o en grupo.

Esa erá una ocasión fuera de lo común para Luthera pues además del día en que había vuelto y la habían nombrado oficialmente como caballero, no habia vuelto a ver al duque Charles.
Al llegar al salón de asuntos exteriores el chico que la había ido a buscar le dijo que el duque se encontraba esperándola dentro, luego se fue y ella dio un pequeño respiro antes de entrar.

—¿Me buscaba señor? — preguntó al ciervo que se encontraba dentro.

— Pasa Luthera y cierra la puerta, hay algo que quiero discutir contigo — dijo con seriedad el duque que se encontraba mirando por el gran ventanal del salón.

Sorpresas entre guerrerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora