Intermedio: EN EL PALACIO DE JADE

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—¿Maestro Shifu?

Después de la partida de los cinco furiosos y el guerrero dragón junto a aquellos extranjeros, el tiempo en el valle de la paz para el panda rojo parecía haberse estancado: además de las ocasionales veces en que tanto él como la invitada de grulla tenían que defender la aldea de bandidos y saqueadores, su rutina diaria supervisando las cosas que pasaban en la enfermería y el hostal no eran suficientes para lograr sacar de su mente la inquietud que lo perseguía desde aquella mañana.

«¿En dónde estará?» Se preguntaba Mei Ling al recorrer los pasillos del Palacio tratando de encontrar a su anfitrión. Había buscado en la cueva del dragón, en el salón de entrenamiento, las barracas... incluso había bajado al pueblo para preguntarle al señor Ping si lo había visto, ya que los últimos días solía frecuentar el restaurante del padre del guerrero dragón no solo para consumir las delicias del menú, sino para sentarse a conversar con él (algo que en palabras del propio Zeng, era un comportamiento inusual en el maestro). Al salir del salón de los héroes, divisó a la distancia la figura del maestro Shifu sentada bajo el durazno de la sabiduría celestial:

«Debe estar meditando» pensó antes de dirigirse hacia él para llevarle la tasa de té qué había preparado.

Decidió acercarse con cautela al llegar ahí. Al hacerlo pudo notar que Shifu no se encontraba meditando como ella había creído, si no que se encontraba sentado a la orilla del pequeño risco con la mirada fija en un pequeño objeto que sostenía en su mano: una pequeña ficha rectangular de madera a la que los años le habían arrebatado parte de la pintura blanca y amarilla que le habían dado vida.

—¿Maestro? — pronunció ella con delicadeza para llamar su atención.

—Mei Ling — respondió algo exaltado el maestro al verla aparecer en el árbol del durazno —Ehem... ¿que estás haciendo aquí, está todo en orden?

A pesar del intento del maestro por actuar de modo natural, Mei Ling alcanzó a notar la forma discreta en que Shifu intentó ocultar la pequeña pieza de madera.

—Lo he estado buscando — dijo en cuanto Shifu se volvió. — le he traído un poco de té.

—Es... muy considerado de tu parte Mei Ling — agradeció mientras recibía la taza para darle un pequeño sorbo.

—Maestro, ¿le sucede algo?

—¿Sucederme?

—Los últimos días ha estado disperso, las personas han tenido que repetirle las cosas cuando le informan lo que sucede en el valle...

Shifu sabía que no podía tratar de ocultarlo, así que luego de un suspiro dejo la pequeña taza a un lado y respondió:

—Tienes razón Mei Ling, no me encuentro concentrado.

—¿Está preocupado por ellos? — añadió la pequeña felina en referencia a los estudiantes de Shifu mientras tomaba asiento al lado de él. Aunque no estaba completamente segura de que esa fuera la razón del inusual comportamiento del dirigente del palacio de Jade, lo había comenzado a intuir cuando notó que Shifu recorría las barracas vacías con más frecuencia de lo habitual, haciendo especial énfasis en la habitación de Tigresa.

—Hay mucho en juego en esa misión... — El tono desanimado en su voz confirmó las sospechas de Mei Ling.

—¿Cree que no podrán capturar a ese criminal ?

—Se que lo lograran, pero su visita al capitolio... —Shifu tuvo que hacer una pausa para buscar las palabras correctas. Aquella incertidumbre que había aparecido desde la mañana en que se despidió de Tigresa era una forma de preocupación que nunca antes había experimentado. Rebuscó entre sus mangas la figura de madera que sostenía para poder aclarar un poco sus ideas: — Hay algo respecto a ese viaje que me mantiene inquieto

—Usted los conoce mejor que nadie, ha dedicado su vida a entrenarlos — respondió ella para ofrecerle un poco de sosiego;—, no por nada las personas los han llamado "los guerreros más poderosos de China". Aunque tuvieran algún problema, estoy segura de que podrán arreglárselas. Estarán bien.

De pronto Zeng apareció aleteando con algo de preocupación:

—¡Maestro!, ¡Maestro Shifu!. Hay algunas personas en el pueblo que quieren hablar con usted ahora... dicen estar hartos de no poder salir del pueblo, amenazan con destruir las barricadas.

—Bajaré en seguida — respondió Shifu con algo de pesar.

Al notar que el panda rojo aún se encontraba consternado por la situación con sus discípulos, Mei Ling sabía que no estaba en las mejores condiciones para ir a enfrentarse a un grupo de habitantes molestos.

—No, quédese. Yo hablaré con ellos y veré qué es lo que sucede.

Después de que Mei Ling se fuera junto a Zeng para resolver el ajetreo, Shifu permaneció a la sombra del durazno mirando de nuevo la ficha de madera que había ocultado entre sus ropas, recordando el día en que Tigresa había completado su entrenamiento al hacer aquella figura con el resto de fichas al centro del patio del orfanato. 

Sorpresas entre guerrerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora