CAPÍTULO 49: Asedio

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Funeral del emperador Zhiqiang, Ciudad Prohibida en Pekín.

28 años antes del presente.

Las antiguas tradiciones de la realeza China dictaban que tras la muerte de un hijo del cielo un gran funeral debía llevarse a cabo organizado por el hijo del emperador que quedaba al frente de la familia, como un símbolo del prestigio del linaje y en muchos casos también como un signo de la dedicación y el amor de sus hijos. Esa noche en el salón del duelo y en medio de la conmoción que la muerte de Zhiqiang había desatado en la capital y entre las familias más influyentes de la región, el príncipe Zaho se encontraba apostado firme y sin convicción junto al ataúd de su padre para recibir a los funcionarios que acudieron a rendir sus tributos y condolencias por la muerte de su líder, sin tener la oportunidad que había estado esperando para tratar de entablar el diálogo con su hermana, quien permanecía al otro lado del féretro resguardando la tablilla de papel con el nombre de su padre.

—¿Cuándo se supone que llegará el resto del consejo? — preguntó Zaho con discreción a los dos ministros que habían aparecido en el salón luego de terminar de recibir las condolencias del jefe de la familia Su.

—En cualquier momento alteza

—Necesito hablar con ellos ahora.

—Los últimos representantes de las familias más importantes de China están por aparecer, en cuanto termine de recibirles entrarán los altos mandos para acompañarlo en resguardo de su padre hasta el amanecer. Podrá hablar con los ministros entonces.

—¿Dónde se supone que están? —replicó el príncipe con impaciencia.

—Reuniendo a los tres altos mandos. Todo el consejo de su padre debe permanecer aquí para la noche de acompañamiento así que lo más probable es que no tardarán mucho en aparecer.

Guardando unos minutos de silencio, el príncipe de fino patrón de rayas negras se tomó un par de segundos luego de conversar con otro de los nobles que habían acudido a la ceremonía para luego acercarse hasta su hermana y pedirle que fuera ella junto a su esposo quienes se hicieran cargo de dar recepción a quienes aún estaban por llegar.

—Debo salir un momento — se limitó Zaho a decirle antes de abandonar el salón del duelo. En medio del abrumador ambiente que se vivía y de las pocas respuestas que había logrado conseguir, sabía que lo mejor para él era dejar toda la situación de los protocolos por un momento para ir en busca de un poco de aire fresco. Al llegar a la terraza pidió a los guardias que allí se encontraban que lo dejaran solo unos momentos, orden que los chicos obedecieron sin chistar. La noche había llegado dando paso a que los sirvientes la recorrieran como todos los días para terminar de encender las antorchas que iluminaban las calles de la ciudad prohibida.

— Lo siento alteza— se disculpó Yanus al cruzar por la terraza y ver al joven en completa soledad— No sabía que usted estaba aquí. —añadió antes de apresurarse a abandonar el lugar.

—Yanus, ven aquí un momento.

Sin comprender muy bien que era lo que pasaba, el búfalo acató la petición del tigre permaneciendo a un par de pasos de distancia de él.

—¿Necesita algo?

—Desde que tengo memoria has trabajado aquí en la ciudad cuidando de mi familia. Me atrevo a decir que incluso puede que hayas pasado más tiempo con mi padre que yo mismo durante estos últimos meses —la voz de Zaho comenzaba a tornarse oscura.

—No en realidad alteza, mis labores jamás estuvieron relacionadas directamente al cuidado de su padre.

—Claro, claro. Tienes razón, tú eres el guardián de Li Feng... Sería muy tonto pensar que pasabas tu tiempo en un lugar que no te correspondía.

Sorpresas entre guerrerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora