Él tenía cien y ella solo veinte,
le pedía que endulzara sus oídos
sin siquiera verle,
ni tener su abrazo en los días fríos,
bastaba su libro de poemas
y una fotografía en la portada
cuando tenía los mismos veinte,
una cara seria y sus ojos expresivos.
Él era su poeta
y ella en la librería la mejor cliente
que no pensaba siquiera en otro amorío,
nunca imaginó conquistar al poeta viejo
ni él pretendía conquistar una joven
con el corazón partido.
Él era su poeta
quien en la pena endulzaba sus oídos...
Los versos del libro
los pegaba en los labios de quien le había herido,
quería siempre imaginar que los mancebos que eran toscos
le llevaban flores para llenar su corazón vacío.
Ella deseaba al joven
pero amaba los versos del poeta que seguramente ya había fallecido.
Cuando sus ojos se hacían en lágrimas que mojaba las mejillas
como a las rocas humedece el caudaloso rio,
ella buscaba en los versos
el amor
dulce y romántico que no había tenido.
Así leyó cada página en las noches tristes,
cuando el alma buscaba en la lirica su posible abrigo,
hasta que un día en la tapa del desgastado libro
juntó sus mejillas perdidas en lágrimas
y sintió a alguien enjugar las gotas
de sufrimiento,
una a una como si el poeta estuviera vivo,
ella dejó de respirar...
ahora él tenía los mismos veinte,
y le había endulzado sus oídos.
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POESIA ERÓTICA Y OTROS DEMONIOS
PoetryLIBRO DE LAS NOCHES PROFANAS Advertencia!! Si buscas un libro que no hiera las susceptibilidades propias, si has crecido escuchando que la mujer está al servicio del hombre bajo el dominio clerical represivo, motivados por el ejercicio del débito co...