UN DEMONIO EN MI ESPEJO

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Una vez tuve miedo escribirte,
tanto han hablado de ti pero jamás me llevaron a tu mentado infierno,
ha llegado la hora
demonio,
de dejar de usar mi viejo espejo
para poner tu figura oscura que ni le veo cuernos.
Dime que has escuchado mis silentes ruegos,
que has visto mis lágrimas ser sangre de odio,
que has notado cómo en mi mirada,
de reojo,
apareces tú como un simple reflejo.
Demonio,
dime que sabes cuánto he disfrutado maldecir,
cuando el aire se traga mis sueños
y cómo el amor es una daga para los que nada más aman,
demonio, demonio!
Dime
que no has reído al verme usar tus sombreros negros,
usar tu ojos rojizos y la capa que se iza a mi espalda
cuando me susurras muerte en silencio,
cuando aprovechas mi dolor y odio por la herrumbre que tú mismo has puesto en mis huesos.
Ahora que ya no te temo,
que ni el fuego que has ofrecido para quemar mi alma me asusta,
que sé,
que he visto,
que he reído,
de tus propios lamentos,
dime que sin mí,
no eres más que un ángel que llora,
y que también maldice a los demonios,
¿cuáles demonios?
tus demonios,
los mismos inútiles demonios que llevamos por dentro.
Las desdichas que te han agobiado tantos años,
la incertidumbre por no gobernar un imaginario cielo,
los mismos estúpidos miedos que vemos humanamente frente al espejo,
se que sufres y lloras tus grietas,
por los malditos espejismos que aparecen en tus ojos húmedos de miedo,
demonio, demonio!
Sé que te cortas las venas y no puedes morir de amor ni de un corazón roto en el pecho
y te asusta saber que en mis oscuros
pensamientos,
soy más demonio que tú,
que he muerto cien veces
y regreso mil a este viejo espejo,
donde te he visto en mi ensangrentada alma, poner tus arrugados dedos,
y ahora cuando el tiempo ha surcado mi piel,
haciéndose este hilacho poeta
un poco más viejo,
ya mis manos pintadas de sangre a sus versos blancos los ha vuelto negros.
Ya ungido el óleo en mi frente
desahuciado por el tiempo,
en los recovecos del pensamiento te veo como un tímido ángel
que envidia morir de amor,
y sufrir mis viejos miedos,
romperse el corazón frente a su propio espejo,
maldecir quién sabe que mierda
que ni siquiera vemos...
Ven pon sobre mis canas tu sombrero negro,
la capa izada en mi espalda y en mi alma
un demonio tan idéntico,
quiero también asustar a niños que no se trazan la cruz desde la frente al pecho,
y cuando el aire se haya tragado sus mejores sueños,
destilar azufre,
ir por los resquicios entrando
y perturbar con quién sabe qué mierda
lo que nunca vemos,
demonio, demonio!
pon sangre en tus venas
para ser dos demonios idénticos.

POESIA ERÓTICA Y OTROS DEMONIOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora