Y aprendimos a mirarnos con los dedos
y a escucharnos con la piel
y la boca era el tacto
y a su vez olía cada angustia,
cada quejido,
cada suspiro agonizando,
ahh ¿y el gusto?
se lo dejamos al alma
y nunca dudó de la belleza,
ni tampoco del pecado,
ni del sabor a cobardía,
ni de las consecuencias de la dulce infedilidad.
Éramos amigos en el infortunado atardecer
cuando moría el sol irremediablemente,
y amantes por las noches,
perdidos amantes,
en la oscuridad de nuestros miedos,
en los pasillos de nuestras dudas,
en las estruendosas tormentas de nuestras tontas culpas
y en los agónicos gritos buscando victimarios.
Por eso los dedos aprendieron a ver
a esta vida ir agonizando entre humedales
y la piel en la sinfonía de los susurros fué encontrando a su inaudito oido
cuando la boca ahogada en besos
tocó su propia alma
y halló en cada angustia,
en cada quejido,
en cada suspiro agonizando,
los sentidos más extraños,
hasta llegar al sexto
y lo halló en el inframundo bendecido de orgasmos,
era el sentido de la conciencia lujuriosa,
del arrebato,
del deseo justificado en albedrío,
en apetito,
en antojo o en capricho.
Así nos inventamos la infidelidad con algo de razón,
y a los miedos los llamamos opios,
y entonces drogados de sexo sentido
aprendimos a olernos,
a gustarnos,
a tocarnos,
a oirnos,
a desearnos
y a mirarnos con los dedos...
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POESIA ERÓTICA Y OTROS DEMONIOS
PoesíaLIBRO DE LAS NOCHES PROFANAS Advertencia!! Si buscas un libro que no hiera las susceptibilidades propias, si has crecido escuchando que la mujer está al servicio del hombre bajo el dominio clerical represivo, motivados por el ejercicio del débito co...