CAPÍTULO 6

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ONA

Hoy es la final del mundial, sigo sin poder creerme hasta donde hemos llegado, nunca había estado a punto de conseguir algo tan grande ni dentro ni fuera del futbol, cualquier premio que he conseguido me parece una minucia ante la posibilidad de coronarnos como campeonas del mundo.

Los nervios son más que palpables en todas nosotras, a escasas cuatro horas del partido que podría cambiar nuestras vidas, cada una tratamos de concentrarnos como buena mente podemos. En mi caso, me aíslo del mundo poniéndome los auriculares para poder escuchar música, pero no parece funcionar hoy. Qué raro, la música siempre me ayuda a relajarme, en especial la de Lea, pero hoy no es suficiente. Sin darme cuenta, mis dedos navegan por la pantalla del móvil hasta dar con la galería de fotos, ver las instantáneas de las vacaciones me ayuda a tranquilizarme, pero sigo sin estar muy centrada en el juego, o al menos es así hasta que me encuentro con un video en especial. En la pantalla se empieza a reproducir un video de cuando Lea y yo jugábamos juntas, del año que ganamos el mayor título con la selección en categoría inferior. En el video aparecemos las dos, dominábamos en campo como nadie, siempre sabíamos donde estaba la otra, Lea siempre parecía saber lo que yo iba incluso antes de que lo hiciera, por lo que siempre iba un paso por delante. En este momento estoy viendo como mi amiga les robaba el balón a las contrarias y entre las dos nos abríamos camino hacia la portería, nuestra estrategia era clara, al menos para nosotras, y después de una asistencia de mi parte Lea marcaba el gol definitivo que nos hizo vencedoras.

Sin darme cuenta paso al siguiente video, el de la celebración, antes de que todo el equipo llegara a nuestra altura nosotras ya nos estábamos abrazando. Éramos una. Verla levantar la copa con el brazalete de capitana revuelve un montón de sensaciones en mí, igual que lo hizo ese día. Pero poco después nuestras vidas tomaron un rumbo que jamás habríamos imaginado. La lesión de Lea y mi nueva vida en el extranjero dejaron mella, pero no puedo pensar en eso ahora.

Ahora solo pienso en ganar, y esta vez no quiero ganar por mí o por mi país, quiero ganar por ella. Porque debería ser ella quien estuviera hoy aquí luchando por esta victoria, recibiendo el reconocimiento que se merece, Lea podría haber sido la mejor jugadora del mundo, ella era la aspirante a ese título, y aunque ha recibido números premios durante su carrera, y alguno que otro honorifico, siento que no le hacen justicia. Ella merecía más, ambas merecíamos más. Más tiempo, más partidos, más momentos.

Escasos minutos nos separan de disputar el partido definitivo, la voz de nuestra capitana retumba en el vestuario. Queremos ganar, y lo tenemos que conseguir, sea como sea.

El partido está muy reñido, las inglesas son muy buenas, y aunque conocía a la mayoría de haber jugado con ellas o contra ellas en mis temporadas con el Manchester United, nos estaba costando hacernos notar. Sinceramente gane quien gane será una victoria más que merecida. Cuando termina el primer tiempo el marcador está empatado 2-2, sabemos que no nos podemos relajar y no lo vamos a hacer. Queremos coronarnos campeonas del mundo, ese es el único objetivo ahora.

Camino al vestuario para el medio tiempo miro a la grada, sé que ella está aquí, y ahora mismo lo que necesito es verla, necesito que me transmita esa seguridad y ese poderío que parecen acompañarla siempre. No tardo en localizarla mirando ya en mí dirección, nuestras miradas comienzan una extraña danza que solo nosotras parecemos entender. Me pierdo en sus orbes azules que tantas veces he añorado, con los que tantas veces he soñada durante los últimos años. Quiero ver el orgullo en sus ojos al terminar el partido, quiero que ese mar el calma que me devuelva la mirada se vuelva un tsunami. Entonces, justo antes de entrar al túnel hace nuestro gesto, ese que inventamos un día haciendo el tonto y que el público solo ha visto cuando secretamente le he querido dedicar un gol, ni si quiera nuestras amigas conocen nuestra seña.

La segunda mitad del partido empieza con un gol casi inmediato de las inglesas, concretamente de Lucy Bronze que trata de celebrarlo lo más discretamente posible por respeto a sus compañeras del Barça. Seguimos jugando, tratando de hacernos con la victoria, pero no es nada fácil, con el marcador a favor de la Lionesses las chicas parecen un poco desmoralizadas, pero aún no hay nada decidido, y así nos lo intenta hacer ver la afición, animando más que nunca, cantando y coreando nuestros nombres. Conseguimos tener la posesión del balón de nuevo y, cerca del minuto sesenta y dos marco un golazo gracias a una asistencia de la reina Alexia Putellas, que había marcado los dos únicos goles que hasta ahora adornaban el marcador. Me acerco a la grada en la que está sentada y hago nuestro gesto, me froto la nariz en círculos con la palma de mi mano, solo ella sabe lo que significa. Retomamos el partido más animadas que nunca al ver que volvemos a ir empatadas. Las inglesas parecen empezar a desmoralizarse, y eso, aunque me duela porque algunas son mis amigas, nos deja en ventaja. En el minuto setenta y ocho, gracias a un despiste de una de las inglesas consigo que el balón vuelva a tocar el fondo de la red. Mis compañeras corren hacia mí abrazándome, la última en soltarme es Ale, que antes de alejarse habla en mi oído para que solo yo pueda escucharla.

- Márcate un hat trick por ella, haz que este orgullosa de ti.

Las palabras de Ale son la gasolina que necesitaba, con mi nuevo objetivo en el horizonte lucho como nadie por otra oportunidad. Llegamos al minuto ochenta y ocho algo cansadas ya, y eso se nota en la forma de jugar. El marcador sigue 4-3 a nuestro favor y, justo cuando veía mis esperanzas por marcar de nuevo desvanecerse en el horizonte, Mariona consigue hacerse con el esférico, pero las inglesas no se lo ponen fácil por lo que debe pasárselo a Alexia si no quiere perderlo de nuevo. Ale tenía un tiro perfecto desde su posición, estaba segura de que chutaría marcando otro gol, pero, para sorpresa de todos chuta el balón en mi dirección dejándome marcar el tanto. A la portera no le da tiempo a reaccionar y para cuando quiere darse cuente yo ya he colado el balón en la portería. Vuelvo a celebrarlo igual que las otras dos veces, le he dedicado todos y cada uno de los goles, y, si la vista no me falla, diría que ahora está llorando.

El árbitro pita el final del partido y, antes de que pueda procesarlo tengo a todas las chicas encima de mí coreando mi nombre y llevándome en volandas. No me lo puedo creer, acabamos de ganar nuestro primer mundial como selección, parece que estoy soñando. Cuando las cosas se calman un poco miro a mi alrededor, las inglesas están devastas, algunas de ellas sin poder contener las lágrimas, algo dentro de mí se rompe, no me gusta ver a mis amigas así, pero ya sabíamos que esto iba a ser inevitable, uno de los dos equipos iba a terminar así.

Con las chicas del Barça decidimos acercarnos a ellas para felicitarlas por el fantástico partido que han hecho, la verdad es que no nos lo han puesto nada fácil. Terminamos abrazándonos con varias de ellas tratando de brindarles nuestro apoyo. Lucy y Keira están devastadas por la derrota, pero dicen que no hubieran preferido perder ante ningún otro país.

- Va a ser todo un honor compartir vestuario con las nuevas campeonas del mundo- dice Lucy tratando de distender un poco el ambiente.

Después del reparto de medallas y de alzar la copa corro hacia la grada en busca del abrazo que más deseo en este momento. 

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